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The Guardian en español

El futuro de la guerra aérea tiene forma de enjambres de drones inteligentes

Un hombre camina junto a una pintada en un mural que representa un avión no tripulado o dron en Saná (Yemen)

Michael Safi

Caía la tarde en la base aérea rusa de Khmeimim, al oeste de Siria, cuando aparecieron los primeros drones. En poco tiempo, la pantalla del radar comenzó a mostrar más. Llegaron a ser 13. Se dirigían a toda velocidad hacia la base y una instalación naval cercana.

Los aviones no tripulados, cargados con explosivos, no supusieron mayor problema para la defensa antiaérea rusa, que abatió siete y logró interferir los sistemas de los otros seis, según su Ministerio de Defensa. Pero el ataque fallido, perpetrado en enero del año pasado, despertó la preocupación entre quienes siguen el desarrollo de las técnicas militares a través de drones.

Paul Scharre, analista de temas militares y experto en el uso de la inteligencia artificial armada, cree que “fue el primer caso de ataque masivo con drones”. “Fue el mayor número de drones que he visto utilizar simultáneamente a un actor no estatal en una operación de combate”, sostiene. Los ataques continuaron, sin éxito. En septiembre, el ejército ruso afirmó haber derribado unos 60 drones alrededor de su base este mismo año.

Por ahora, el uso militar de los drones se inclina por el lado de las aeronaves no tripuladas de peso ligero con fines de vigilancia y el de algunos de mayor peso con capacidad de ataque. No parece que esa tendencia en un futuro próximo: Según expertos militares del Grupo de Información Jane's, se espera que los encargos de ambos tipos de aparatos aumenten de manera importante en la próxima década.

Los ataques contra Khmeimin, al igual que el exitoso golpe en septiembre a varias instalaciones petrolíferas saudíes, no son más que la llamada de atención que abre un futuro posible para la guerra aérea: el enjambre de drones. La tecnología de “enjambrar”, es decir, enviar drones encuadrados que pueden operar por sí mismos y, al mismo tiempo, en conjunto, está en sus albores. Pero las fuerzas armadas de varios países están invirtiendo millones en desarrollarla por todo el planeta.

Es probable que los drones usados para atacar Khmeimim y las instalaciones saudíes fueran programados con las coordenadas GPS de los objetivos y después lanzados contra los mismos. Israel usa estás “hordas” de drones para superar la defensa antiaérea siria y saturar zonas con más capacidad de la que pueden manejar los sistemas antimisiles.

Según los analistas, los enjambres del futuro podrían tener la capacidad de evaluar los objetivos, dividirse las tareas y ejecutarlas con una interacción humana mínima.

Para Scharre, “el paso adelante más real es enviar un enjambre a un lugar en el que un humano pueda decir ‘ve y cumple esta tarea’ y los robots puedan comunicarse entre ellos para dividírsela”.

Los analistas predicen que podríamos encontrarnos con versiones rudimentarias de esta tecnología en una década. Eso podría incluir enjambres de drones operando en frecuencias diferentes para resistir mejor a las interferencias o enjambres que pueden bloquear y anular varias amenazas al mismo tiempo. Mucho más rápido de lo que el ser humano puede procesarlas.

Scharre añade que “dos personas que corren tras la misma pelota [normalmente] se coordinan entre ellas. Ahora, imagínate una situación en la que hay 50 personas y 50 pelotas. Los humanos no pueden lidiar con la complejidad requerida por ese nivel de coordinación. Los robots podrían hacerlo con precisión”.

Los avances en la tecnología del enjambre caen en su mayor parte dentro del ámbito de lo reservado. Pero algunos Gobiernos han ofrecido información sobre los progresos realizados.

En 2016, Estados Unidos hizo público un vídeo en el que se puede ver más de 100 microdrones maniobrando sobre un lago en California. Uno de los científicos de la fuerza aérea relacionada con el proyecto dijo entonces que eran un “organismo colectivo, compartiendo un cerebro distribuido para tomar decisiones y adaptándose los unos a los otros como hacen los enjambres en la naturaleza”.

En pruebas realizadas el año pasado, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la Defensa dijo que un pequeño escuadrón de sus drones había logrado compartir información con éxito, se había repartido tareas y había tomado decisiones tácticas coordinadas contra amenazas preprogramadas y, al mismo tiempo, contra otras que emergían sin avisar.

La Armada de Estados Unidos ya ha anunciado avances en materia de embarcaciones autónomas que podrían barrer minas o ejercer como guardabarcos de mayor envergadura y tripulados por hombres. Dan Gettinger, Codirector del Centro para el Estudio de los Drones de Bard College dice que “si uno mira atrás, al ataque contra el USS Cole, ese barco estaba atracado en un puerto en Yemen. Era un blanco fácil” en referencia a un atentado perpetrado por dos embarcaciones que mató en octubre de 2000 a 17 marineros estadounidenses y fue reivindicado por Al Qaeda. “Quien tenga un escudo protector de vehículos no tripulados podría interceptar esos ataques antes de que sucedan”, añade.

La idea de que existan drones autónomos e inteligentes preparados para matar provoca que muchos arqueen las cejas. Es lógico. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, dijo durante uno de sus discursos del año pasado: “La perspectiva de máquinas con el criterio y el poder para acabar con vidas humanas es moralmente repugnante”.

En 2017, defensores de la prohibición de las armas autónomas hicieron público un corto, Slaughterbots, sobre un futuro distópico en el que los terroristas podrían lanzar enjambres de pequeños drones capaces de identificar y matar a personas concretas.

Algunos analistas son escépticos respecto a estos escenarios de pesadilla. Los drones podrían, algún día, desarrollar la capacidad de lanzar ataques personalizados en enjambre. Pero no está claro que los ejércitos vayan a adoptarla. Al menos así lo cree Jack Watling, investigador principal del Royal United Services Institute.

Su renuencia podría estar más relacionada con los gastos que con la ética. “Si te paras a pensar en la logística necesaria para tener un montón de drones sofisticados con la capacidad de seleccionar individuos, procesar los datos, comunicarse entre ellos, navegar por la ciudad… hay muchos aspectos a articular y es muy caro”, añade.

Sí cree que enjambres de drones capaces de desarrollar tareas relativamente simples como confundir a los sistemas de radares para distraer al enemigo serán más asequibles y de compra mucho más probable.

Parte del atractivo de los drones radica en su bajo precio, aporta Scharre. Los presupuestos militares de occidente no dejan de descender y, a medida que barcos y aviones devienen más sofisticados, son demasiado caros si alguien se plantea renovar una flota. Lo que, a su vez, incrementa el precio de cada barco o avión comprados de uno en uno.

Los drones son una forma barata de aumentar el tamaño de unas fuerzas armadas. Scharre explica que “los ejércitos occidentales están intentando encontrar modos de cerrar la ecuación para complementar los carísimos aviones y barcos hechos a medida con sistemas más baratos”.

A fin de cuentas, concluye, puede que no tenga sentido tratar de predecir el futuro de la tecnología de enjambre desde la atalaya que ofrece 2019. “Imagínese a alguien mirando un avión en 1912”, propone. “Pueden pensar, ‘Esto va a ser útil’ pero nadie sabe todavía lo que será capaz de hacer.”

Traducido por Alberto Arce

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