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No sólo linchaban a Ana Julia

Imagen del linchamiento en Coripe a la muñeca de Ana Julia, la asesina confesa del niño Gabriel

Barbijaputa

Ayer nos enteramos de que una localidad sevillana, Coripe, tiene como costumbre construir muñecos de paja que representan a personas conocidas, para luego lincharlas. La quema del Judas, la llaman.

Leo estupefacta que otros años se han quemado a las representaciones de Eva Sannum (ex del rey Felipe, el preparao) y de Bárbara Rey. Ésta última, según los medios, por haber aireado su relación con el rey Juan Carlos.

También han quemado a las figuras de Iñaki Urdangarín (viendo el percal que se trae esta gente con la monarquía, cabe concluir que lo quemaron por traición a la Corona), y del asesino de Marta del Castillo.

La misoginia de esta tradición no puede ser más sangrante: ponen al mismo nivel a alguien como Eva Sannum (que no sé ustedes pero yo no sé ni qué voz tiene, jamás la escuché ni hablar) con el asesino de Marta del Castillo o con alguien que aprovechando su posición se lucra (por supuesto, impunemente) como Urdangarín.

Este año ha sido probablemente de los más celebrados: además de tener la oportunidad de linchar a la representación de una mujer se sumaba el de tirotear y quemar la de una inmigrante y encima negra. ¿Por qué? Porque en el imaginario colectivo las mujeres somos seres perversos, sí, (las viudas negras, las locas, las de las denuncias falsas, las desalmadas madrastras de Disney, las zorras destroza-hogares, las Yoko Ono destroza-grupos de amigotes, etc.) pero si le sumamos que la mujer era inmigrante (es decir, una vaga, una interesada que viene aquí a robarnos el trabajo, a no pagar impuestos y a vivir de ayudas) y además negra (imposible confiar en ella, seguro que a poco que te despistes te roba hasta el alma, a ver si no te hace incluso vudú, etc), nos queda como resultado la muñeca de alguien cualquiera de esos que se revuelcan en el imaginario colectivo: no sólo quemar a Ana Julia, sino quemar a todo lo que odiamos aunque sea una construcción irreal.

Las fuentes que denunciaron la quema del muñeco de Ana Julia aseguran que “se escucharon expresiones vejatorias y humillantes que hacían referencia a su condición de mujer negra, jaleando el linchamiento y la violencia”. Yo no estaba cuando quemaron el muñeco de Urdagarín, pero me apuesto lo que quieran que no fue al grito de “blanco de mierda” o “heterosexual asqueroso” o “puto, zorro”.

El caso del linchamiento al muñeco de Ana Julia es, además, especialmente sangrante porque la propia madre de Gabriel ha pedido por activa y por pasiva que no se lanzasen mensajes de odio y que, por favor, el recuerdo que quedara de su hijo no fuera el de esta mujer, sino el de las muestras de afecto que habían recibido durante los días que duró su búsqueda. Pero, ¿qué más da lo que diga la persona que más ha sufrido la pérdida del niño cuando hay un montón de gente a quien se le está haciendo bola la ignorancia y el odio? ¿Cómo se le explica a esos miembros de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos que decidieron que se quemara a Ana Julia este año (sí, es la AMPA quien lo decide anualmente) que lo último que necesita nuestra sociedad son representaciones de violencia machista y xenófoba? ¿Cómo se le dice que están contaminando a sus hijos de ambas lacras al vitorear un teatro tan repugnante como ése? Y no sólo a ellos, sino a todas las personas que, a su vez, han aplaudido desde todos los puntos de nuestra geografía esta iniciativa.

¿Saben lo peor? Que el mismo día que conocíamos esta noticia, también salía otra en los medios (menos viral, por supuesto): el ministro Montoro desvelaba que en los Presupuestos Generales del Estado para 2018 no se han incluido los 200 millones de euros para financiar este año la lucha contra la violencia machista, sino sólo 80, rompiendo así el famoso pacto de Estado con el que tantas medallas se colgaron.

Seguiremos sufriendo la quema (figuradamente y no) de mujeres sin que los responsables de impedirlo a toda costa sean siquiera salpicados por el descrédito o la indignación. Seguiremos escuchando que la lucha feminista sólo “busca enfrentar a ”hombres y mujeres“ y obviando que ya existe una guerra clara con bajas en sólo uno de los bandos: el nuestro.

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