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“La voz más alta”. Una victoria del #MeToo que también es del periodismo

Cartel promocional de 'La voz más alta'.

Pascual Serrano

El pasado 12 de agosto se puso a disposición de las audiencias de Movistar el último de los episodios de la miniserie 'La voz más alta', un biopic sobre Roger Ailes. Fallecido en 2017, con 77 años, Roger Ailes fue el fundador de Fox News, canal de ideología ultraconservadora soporte de presidentes como Nixon, Reagan, Bush o Trump. Pero su carrera terminó tras varias denuncias de abuso sexual. Es sobre esto último sobre lo que más se han centrado los análisis y críticas de la serie, por eso yo me centraré en destacar la forma en que revolucionó la televisión y la comunicación política. Porque Ailes estuvo detrás de las campañas que llevaron al poder a los últimos presidentes republicanos.

La serie de Movistar se basa en el libro del periodista Gabriel Sherman 'The Loudest Voice in the Room', publicado en 2014 para el que entrevistó a más de 600 personas relacionadas con el directivo de Fox.

Roger Ailes descubre en 1996, cuando toma el control del canal de noticias de Fox, la clave del éxito en la televisión de información política: apelar a las más primitivas emociones patriotas, promover la ira contra el adversario ideológico, mentir descaradamente, utilizar la máquina del fango contra los políticos enemigos, abandonar cualquier criterio periodístico para trabajar en connivencia con el poder político y utilizar solo analistas a medida de tu ideario. “No seguimos las noticias, creamos las noticias”, deja claro ante sus periodistas.

Y como hablamos de televisión sabe que lo que hay que ofrecer es espectáculo. En una entrevista en 1988 con la reportera Judy Woodruff después de la campaña con la que llevó a George Bush padre a la Casa Blanca expuso sus claves periodísticas. “Seamos sinceros, hay tres cosas en las que los medios están interesados: imágenes, errores y ataques. Esa es la única forma segura de obtener cobertura: intentas evitar tantos errores como puedas. Intenta darles tantas fotos como puedas. Y si necesita cobertura, ataca y obtendrás cobertura”. Y añade: “Es mi teoría del foso de la orquesta para comprender la política y la televisión. Tienes dos hombres en el escenario y uno de ellos dice: 'Tengo una solución al problema del Medio Oriente', y el otro cae en el foso de la orquesta, ¿quién crees que estará en las noticias de la noche?”.

Ailes pulveriza cualquier ética, deontología y decencia periodística en el modelo de periodismo que inaugura en Fox News. El problema no sería tan grave si fuese una cuestión meramente personal, lo preocupante es que su sistema tiene éxito, de audiencia y de rentabilidad económica para Rupert Murdoch. A partir de ahí, que Ailes sea despedido o encarcelado por acosador, o que se muera es irrelevante. Vendrán otros Ailes –de hecho nuestras televisiones y medios están llenas de Ailes– que enterrarán al periodismo decente porque genera menos beneficios y menos hooligans.

En la serie, nos resulta un ser absolutamente repudiable, sin embargo, es aplaudido por los dueños de Fox porque logra beneficios millonarios, obedecido por los candidatos republicanos porque saben que su estrategia da resultado y aceptado por los periodistas de la cadena porque para eso es el jefe. Y ahí está el problema, que nuestra democracia y nuestro sistema televisivo no tiene anticuerpos contra un Roger Ailes que proporciona ingresos a la empresa y poder a los políticos sin dejar hueco para el periodismo ético y profesional. Es curioso observar cómo la serie circunscribe toda la miseria a Ailes mientras el personaje de Robert Murdoch es absolutamente plano, cándido e inocente. Como si la empresa no tuviera ninguna responsabilidad en la pobredumbre periodística que se instala en el medio. Por cierto, durante los últimos diez años de Ailes en Fox, uno de los consejeros de la empresa era José María Aznar, con un sueldo de 311.176 dólares anuales. Qué pena no haberlo visto por la serie para saber qué opinaba y decidía de todo aquello.

Es verdad que Ailes acaba hundido tras salir a la luz sus historias de acoso sexual. Sin duda, una victoria del levantamiento femenino que logra colateralmente sanear este caso de periodismo. Pero para ello tuvo que haber mujeres valientes no solo para enfrentarse y señalar al acosador, sino para no aceptar los millones de dólares que les daban por su silencio. Solo entonces perdió el favor de su empresa y, como consecuencia, de todos los que le rodean y se someten.

Ahora solo queda desenmascarar a los tantos y tantos Roger Ailes que no son acosadores sexuales (o funciona el dinero que compra el silencio), para que no puedan seguir poniendo presidentes de derechas en todo el mundo con el apoyo de cadenas de televisión y sus noticias sostenidas en la ira y el espectáculo.

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