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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

El mejor escultor del barroco hispano

Webbb Un Relato Andaluz (2)

Zoraida Álvarez Carvajal

19 de diciembre de 2024 21:11 h

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Si me preguntasen quién fue el mejor escultor del barroco hispano, respondería que Luisa Roldán. Nuestra antepasada andaluza que firmó orgullosa poniendo el nombre de su ciudad natal, Sevilla, sobre una obra que regaló a la Casa Real en agradecimiento por su nombramiento como escultora de cámara. Realmente no pienso que haya “mejores” en nada ni tengo cosas favoritas, así que empleo esta afirmación para provocar, esperando que conduzca a una reflexión. Esperando que las mujeres regresen a los lugares que les corresponden en la historiografía del arte y en los juicios de valor que aplicamos al patrimonio histórico-artístico. 

La capacidad técnica e interpretativa de Luisa Roldán es tan sorprendente como su versatilidad, su conocimiento iconográfico de los temas religiosos y su habilidad para adaptarse a diferentes tipos de clientela. En Andalucía había trabajado imágenes grandes en madera. Pero cuando se marchó a Madrid su obra se metamorfoseó como una mariposa, cambiando de técnica, tamaño y temas. Allí empezó con lo que denominaba “alhajas de escultura”, famosas en el mercado de arte. Ella lo mismo te hacía en madera a la Virgen de la Soledad, suspirando con su emoción contenida, que el Éxtasis de la Magdalena, una miniatura en barro cocido que rompía el canon idealizado con la que sus coetáneos representaban a la santa en su unión mística. Una de las cuestiones más relevantes en las imágenes sacras del barroco, era sin duda la representación de sentimientos y emociones, algo en lo que a esta escultora pocos le hacen sombra. 

Hemos llegado a leer una entrevista a un admirado catedrático de historia del arte, explicar que Luisa Roldán “hizo escultura de pequeño tamaño, pero su obra es muy repetitiva de modelos anteriores. Tienen calidad formal pero no aportan desde el punto de vista de la creación personal”. Algunos deberían lavarse la boca antes de hablar de las artistas, o, sencillamente, hacer un ejercicio de humildad cediendo la palabra a sus compañeras historiadoras del arte especializadas en perspectiva de género. Declarar que Luisa Roldán no aportó nada desde el punto de vista creativo, no sólo demuestra el desconocimiento de su obra, sino que perpetúa la falsa idea establecida desde el Renacimiento, de que el genio creador es masculino. 

Sus éxitos se debieron a que ella era “mejor” que las demás, pero los éxitos están condicionados por muchos más factores.

Nuestra vecina Luisa fue bautizada el 8 de septiembre de 1652 en la iglesia de Santa Marina de Sevilla. En aquel momento la ciudad era Puerto de Indias y tenía un notable volumen de encargos. Desde pequeña pudo aprender el oficio de la escultura en el taller de Pedro Roldán, su padre. Era uno de los talleres más grandes y productivos en la Andalucía barroca, y el estilo “roldanesco” alcanzó gran proyección. Tras haber vivido en semejante ambiente creativo, no nos cabe duda de la calidad de su formación. Dominaba las formas tradicionales, pero también exploró composiciones innovadoras y dinámicas, características del Barroco tardío. 

Se casó con el escultor Luis Antonio de los Arcos, y trabajó el resto de su vida con él y con su cuñado Tomás de los Arcos, quien policromó casi todas sus obras. A diferencia de sus coetáneas, ella no cayó en el anonimato. Podemos deducir que sus éxitos se debieron a que ella era “mejor” que las demás, pero los éxitos están condicionados por muchos más factores. En primer lugar, el contar con la suerte de haber nacido varón, blanco y europeo; pero también la de tener una red social o familiar de cuidados y de apoyo. Luisa Roldán podría haber tenido toda su capacidad técnica y creativa, y, sin embargo, haber caído en el anonimato si su marido, que era su tutor legal, se hubiera negado a dejar constancia de su trabajo o de su nombre en la documentación. 

Además de haber firmado algunas obras, su nombre consta en varios documentos, como por ejemplo los de la Catedral de Cádiz sobre los encargos y pagos a la “única escultora de los tiempos a quien la Santa Iglesia Catedral trajo de la Sevilla solo para las hechuras de Patriarcas y Ángeles del nuevo monumento”. De aquellos ocho ángeles pasionistas, lamentablemente muy deteriorados, cuatro se quedaron en la Catedral de Cádiz. En el 2018 se investigó su desaparición denunciada por el historiador gaditano José Miguel Sánchez Peña. Cuando aparecieron: “me los llevé a casa porque los iban a tirar a la basura” y “no sabía que los ángeles eran de La Roldana”. 

Fue nombrada escultora de cámara con Carlos II y Felipe V; pero el colofón de su reconocimiento fue el título de Académica de mérito que le otorgó la prestigiosa Academia de san Lucas de Roma

Las artistas lo han tenido más difícil que sus compañeros para conseguir éxitos en vida, y lo siguen teniendo más difícil para que los historiadores las reconozcan. Si conozco a esta escultora, no ha sido precisamente gracias a mi grado universitario de historia del arte, al que podrían cambiar el título por el de “Historia del arte de los hombres de occidente”. Es esencial, no solamente incluir a las mujeres en el currículo educativo, como pretendemos desde la Asociación La Roldana, sino también incluirlas en los espacios públicos que frecuentamos. Queremos a nuestras artistas andaluzas en el callejero de nuestras ciudades, para recordarlas de la misma forma que se nos recuerda a los artistas hombres. Ellos tienen sus calles, monumentos dedicados, placas de bautismo y entierro en las respectivas iglesias, sus cartelas al pie de sus obras y los incluyen en las pruebas de Selectividad. Así, les recordamos, les valoramos, y se hace más complicado que vayan a tirar a la basura sus obras o desaparezcan. Como dice Gerda Lerner, enseñar “la historia de las mujeres es indispensable y básica para lograr la emancipación de la mujer”. 

Por muchísimas localidades hay gente que te dice con orgullo: “aquí hay una escultura de La Roldana”. Un orgullo completamente justificado. Aunque Luisa Roldán se mudara a la capital, al final de su vida recuperó sus raíces artísticas andaluzas y talló en madera una espectacular imagen de vestir de Cristo portando la cruz, destinada en principio como regalo para el Papa. Fue nombrada escultora de cámara con Carlos II y Felipe V; pero el colofón de su reconocimiento fue el título de Académica de mérito que le otorgó la prestigiosa Academia de san Lucas de Roma. A pesar de practicar un arte liberal y ser honrada en Roma por su significativa contribución a la escultura, hizo una declaración de pobreza en su testamento. Si esto es triste, más lo es lo que nos recuerda Catherine hall-van den Elsen, que muchas interpretaciones se han centrado más en sus cualidades supuestamente “femeninas” y en cotilleos personales infundados, que en investigar y valorar sus aportaciones. En los últimos años se está volviendo a reconocer su obra con rigor, incluso está teniendo lugar una exposición temporal en el Museo Nacional de Escultura titulada Luisa Roldán. Escultora real. Esperamos impacientes esa placa en memoria de su bautismo.

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