El abrazo entre las nietas de un represaliado y un represor franquista: una conversación para reparar las heridas
“¿Echáis de menos a vuestros abuelos?”. La pregunta se quedó colgando en el aire de una mañana lluviosa en Cádiz. La realizó Ignacio, de 11 años. La alerta naranja llevó a cerrar su colegio y su madre se lo llevó a él y su hermano al primer encuentro sobre Memoria Histórica organizado por la Diputación de Cádiz. Tres mujeres habían estado hablando durante una hora de sus abuelos y, cuando empezó el turno de preguntas del público, él se atrevió a levantar la mano. “¿Echáis de menos a vuestros abuelos?”, repreguntó ante la cara de sorpresa de sus interlocutoras. Dos de ellas, Lola y Gloria, nunca conocieron a su abuelo. Fue ejecutado tras la Guerra Civil. La otra, Loreto, sí pudo conocerlo. No lo echa de menos. Su abuelo fue quien ayudó a detener y matar al abuelo de Lola y Gloria.
El periodista David Doña, organizador de este encuentro, consiguió reunir a las nietas de un represaliado, Manuel Muñoz Martínez, y su represor, Pedro Urraca. “Fue casi una casualidad. Estábamos presentando un documental que la Diputación había hecho sobre Muñoz Martínez, y justo después se proyectaba otro sobre Pedro Urraca. Nos dimos cuenta de que ambas historias estaban unidas, y nos pareció interesante propiciar un encuentro entre sus nietas”. Y el escenario de este encuentro ha sido Cádiz.
“Se habría sentido reparada”
Un día de 2008, Loreto Urraca leía el periódico y se sorprendió al ver su apellido en un reportaje. Hablaban de un policía franquista que se dedicó a perseguir, acosar y detener en Francia a los exiliados de la España republicana. Se llamaba Pedro Urraca. Era su abuelo. Conoció entonces que, en coordinación con la Gestapo nazi, participó en el arresto del que fuera presidente de la Generalitat catalana Luis Companys, del exministro Julián Zugazagoitia, o un diputado chiclanero llamado Manuel Muñoz Martínez. El abuelo de Gloria y Lola Esteban Muñoz.
A diferencia de Loreto, las dos hermanas sí supieron desde niñas de la historia de su abuelo, gracias al testimonio desgarrado y doliente de su madre. “Mi abuelo era un militar de carrera intachable, condecorado, un hombre inteligente, con inquietudes sociales y republicano”, ha recordado su nieta Lola. Muñoz Martínez llegó a ser diputado electo por la provincia de Cádiz durante la Segunda República y se convirtió en uno de los hombres de confianza de Manuel Azaña. Tras el golpe de estado, consiguió huir a Francia, pero el trabajo instigador de Urraca pudo ser fundamental para su localización, extradición, encarcelación en España y, finalmente, su ejecución. “Mi madre llegó a estar en la celda en la víspera del fusilamiento”, ha rememorado Gloria.
La madre de ambas, la hija de Manuel, fue otra víctima de aquella represión. Niña de reformatorio, señalada, y con la tragedia de perder a un padre de esa manera. Nunca olvidó todo aquello. Y así lo transmitió a sus hijas. “Mi madre no tenía rencor. Tenía mucho dolor, eso sí. Pero nunca rencor. Nunca deseó que a los del otro bando les pasara lo mismo que a ella”, ha contado emocionada Lola. A las dos durante este encuentro solo se les ha quebrado la voz dos veces. Las dos veces que se han acordado de su madre y lo importante que este encuentro habría sido para ella. “Se habría sentido reparada. Seguro”.
“Este encuentro debería repetirse en institutos”
También poder hablar con las familias de las víctimas de su abuelo ha sido reparador para Loreto Urraca. Después de descubrir todo lo que había hecho Pedro Urraca, se sintió parte implicada en sus crímenes. “Se me revolvían las tripas, sentí vergüenza”. Por eso en 2013 abrió una web, www.pedrourraca.info, para transmitir informes y listas de republicanos perseguidos. También ha escrito una novela, ‘Entre hienas’; ha participado en un documental sobre familiares de genocidas, y forma parte del colectivo ‘Historias desobedientes’, un movimiento nacido en Argentina.
“Estar aquí con ellas, con Gloria y Lola, es sanador y reparador”, ha contado Loreto Urraca en este encuentro organizado por la Diputación gaditana, que también ha reflexionado sobre las dificultades de excavar fosas o el papel de la educación de memoria democrática. “Este encuentro debería repetirse en institutos”, ha sugerido al término de la jornada el historiador Santiago Moreno.
Y este relato sobre abuelos es lo que ha movido a un niño, a Ignacio, de 11 años, a levantar la mano y lanzar esa pregunta. “¿Echáis de menos a vuestros abuelos?”. La pregunta ha dejado descolocada a Lola. “Yo no lo pude conocer”, ha resuelto decir. Pero su hermana Gloria le ha recogido el testigo. “Claro que lo echamos de menos. Porque, de haberlo tenido, le habría hecho mil preguntas. Me encantaría poder hablar con él”.
Ignacio ha mirado entonces a Loreto, quien, emocionada, ha tenido que volver a acordarse de un doloroso momento. “Mi abuelo era ciego y un día me dijo que me iba a dictar sus memorias. Yo entonces no sabía lo que había hecho, pero le dije que no, porque no me interesaba qué había hecho un funcionario de su época. Ahora que sé todo lo que hizo, me alegro de haber dicho que no”, ha explicado. No se arrepiente ni echa de menos a su abuelo. Diciéndole que no se ahorró un relato que hoy le habría hecho más daño.
Tras la pregunta de Ignacio, ha tomado la palabra entre el público Ana Julia Muñoz, hija de Gloria, sobrina de Lola, bisnieta de Manuel. “Me siento orgullosa de vosotras tres. Sé lo que habéis pasado y sé lo importante que este día es para vosotras”. Esas palabras han cerrado un acto que se ha sellado con un abrazo. Un abrazo de tres nietas.
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