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ENTREVISTA Secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores en Andalucía

Cristóbal Cano (UPA Andalucía): “Hay que reorientar los fondos europeos, ahora la mayoría son para grandes latifundios”

Cristóbal Cano, secretario general de UPA en Andalucía.

Antonio Morente

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Secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Andalucía desde 2021, tras ser el máximo responsable en Jaén desde 2016, Cristóbal Cano explica la explosión del campo con el hecho de que se están haciendo políticas “de espaldas al sector”. Considera que el problema clave es la falta de precios y de rentabilidad de las explotaciones, una situación de la que se beneficia la distribución. Y reivindica el compromiso medioambiental de los agricultores, aunque subrayando que las medidas necesitan su tiempo y no se pueden imponer.

¿Qué le pasa al campo que explique esta explosión de malestar?

Llevamos mucho tiempo sufriendo decisiones políticas alejadas de la realidad del sector, y eso se une a una desigual fortaleza en las posiciones en los mercados a la hora de comercializar. En eso que se llama cadena alimentaria está claro que el mayor beneficio está en el último eslabón, en la distribución, hay una gran desigualdad de fuerzas en la conformación de precios.

¿Y qué es lo que reclama el campo en esta situación?

Ante todo hay que subrayar que el campo no es homogéneo, no hay un único campo, se suele generalizar y en el campo convivimos muchas realidades distintas a veces con intereses contrapuestos. Por eso las medidas que se adopten no pueden ser lineales. El gran problema es la falta de precios y de rentabilidad de las explotaciones, el resto más que problemas son retos, como la transición digital y ambiental, para lo que hacen falta tiempo, recursos y pedagogía. Los agricultores nos hemos enfrentado a muchísimos cambios y los hemos solventado, pero no puede ser por la vía de la imposición y con medidas de espaldas al sector.

¿Esta situación está generando un sentimiento antieuropeo en los agricultores?

A nivel europeo hemos pasado de estar en los cimientos de la creación de la Unión Europea, con el Tratado de Roma de 1967, a estar ahora en el otro extremo. Hemos sido moneda de cambio de otros intereses, como cuando se pusieron aranceles al aceite oliva, al queso y al vino por el problema que hubo con EEUU con Airbus. Esto crea un hartazgo que hay que solucionar, porque la UE no es el problema sino la solución. Fuera de la UE hace mucho frío, y al final necesitamos un gran mercado porque somos una potencia exportadora.

¿Y cómo se soluciona este hartazgo con Europa?

Hay que fijar cláusulas espejo para que haya uniformidad y reciprocidad en las fronteras ante productos que vienen de otros países con menos requisitos, pero de nada sirven estas cláusulas si no se aumentan los controles. El puerto de Algeciras por ejemplo está muy vigilado, pero el de Rotterdam en Holanda es un coladero y luego por carretera te inundan todo el continente con esos productos.

Vamos a un modelo de agricultura sin agricultores, por eso hay que focalizar la PAC en explotaciones familiares y profesionales que generan una economía que redunda en fijar población

Los agricultores tampoco están satisfechos con el actual reparto de la PAC (Política Agrícola Común), ¿no?

Hay que reorientar los fondos europeos porque ahora la mayoría son para grandes latifundios y fondos de inversión, son modelos que expolian los recursos y no repercuten en el entorno, en muchos casos ni tributan en España. Así vamos a un modelo de agricultura sin agricultores. Por eso hay que focalizar la PAC en explotaciones familiares y profesionales, que generan una economía que redunda en fijar población y en la economía del entorno.

¿Hay cada vez más latifundios y fondos de inversión en el campo?

Se está produciendo un aumento de las dimensiones de las explotaciones, resultado de expulsar a pequeños y medianos agricultores. Al campo está entrando gente que no tiene nada que ver con la agricultura, por eso insistimos en decir que queremos una agricultura con agricultores. Lo que se está imponiendo es una agricultura sin agricultores que sólo está pendiente de la cuenta de resultados y de sobreexplotar los recursos. 

¿No están resultando confusas las protestas de las últimas semanas? A veces da la impresión de que se protesta contra todo y que no se sabe quién organiza la reivindicación.

Los mensajes que lanzamos y la tabla reivindicativa que reclamamos las tres organizaciones agrarias con representación [Asaja, COAG y UPA] son bastante claros. Nosotros arrancamos las protestas en 2020, por ejemplo el año pasado en septiembre reivindicamos en la cumbre europea de Córdoba lo mismo que estas semanas. Nuestras quejas no han surgido hace tres semanas. Y seguimos pidiendo lo mismo, como reforzar la cadena alimentaria, en ese sentido es una buena noticia que se haya elevado a rango de agencia estatal. También reclamamos que la labor inspectora se tiene que reforzar mucho más, en esto las competencias son de las comunidades autónomas y no pueden ponerse de perfil. Hay que establecer costes de producción regionales y un observatorio de márgenes comerciales, porque ahora la que se enriquece es la distribución. No puede ser que, por ejemplo, los productores de limón de Málaga reciban entre 12 y 15 céntimos por kilo por una producción que les cuesta 40 céntimos mientras la distribución se queda con dos euros.

¿La distribución se ha convertido en el principal enemigo de los agricultores?

Es que hay un desequilibrio de fuerzas enorme. Quien tiene la posición de dominio en el mercado tiene una situación de privilegio que le cuesta trabajo soltar, sólo hay que ver la cuenta de resultados de las empresas de distribución. Queremos un equilibrio, pero esto no es una guerra de los agricultores contra la distribución, porque después también hay producciones de terceros países a precios más bajos con menos requisitos. Lo que tienen que ser conscientes las administraciones es que no pueden dejar caer a sector un estratégico que no sólo producimos alimentos, sino que también gestionamos el paisaje y mantenemos vivo el medio rural.

¿Han conseguido que cale en la sociedad que los agricultores son la parte más débil de esta cadena?

Socialmente está muy reconocido que el campo cobra poco, a partir de ahí es más fácil que se tomen decisiones políticas. También tenemos que conseguir transmitir que esto es un problema de la sociedad en su conjunto, cuando se cierra una explotación agrícola eso no se abre de un día para otro, no es como echar la persiana en un local y mañana abres otro negocio. Y socialmente hay un drama detrás.

Otra imagen que se está transmitiendo es que el campo está en contra de muchas medidas ambientales.

Estamos dispuestos a abordar la transición medioambiental, somos los primeros interesados en mitigar la crisis climática porque la sequía y las temperaturas anormales están haciendo mucha mella en todo el sector. Claro que apostamos por medidas que mitiguen el cambio climático y sabemos que tenemos que adaptarnos, pero esta transición hacia una producción más sostenible se tiene que hacer con recursos, con incentivos, con tiempo, con pedagogía... En esto no valen las imposiciones.

El agua la necesitamos para producir alimentos, no es justo poner el foco sólo en la agricultura: a lo mejor tampoco puede haber campos de golf en Andalucía

¿Los agricultores están comprometidos con el medio ambiente?

Somos los primeros que velamos por el medio ambiente: nuestro centro de trabajo es el medio físico y nuestra forma de vida se asienta ahí. No podemos ser enemigos del medio ambiente porque somos los primeros interesados en que ese medio físico mejore y sea cada vez más rico y fértil para dejarlo mejor para futuras generaciones.

¿El campo tiene que aprender a vivir con menos agua? La sequía está coincidiendo con la explosión de cultivos que requieren muchos recursos...

Hay que coexistir y al campo no se le pueden poner puertas, es una actividad económica, aunque tenemos claro que el camino es la calidad y el valor. No podemos dar un paso atrás en nuevas infraestructuras hidráulicas, pero también es necesaria una redistribución del agua que tenga en cuenta criterios económicos y sociales, hay que valorar el retorno que tenga cada gota de agua. El Plan Hidrológico del Guadalquivir, por ejemplo, dice que no se puede poner una hectárea más de cultivo, pero sí lo permite si esto produce una reducción de agua. Esto está favoreciendo al olivar superintensivo, con el que tiene difícil competir el olivar tradicional. Y esto no es un criterio ni justo ni social.

Pero al final no hay agua para tanto regadío, ¿no?

El agua la necesitamos para producir alimentos, no es justo poner el foco sólo en la agricultura: a lo mejor tampoco puede haber campos de golf en Andalucía. No se puede hablar a la ligera de cultivos, sino también de la dimensión social.

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