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El malabarismo electoral llega a su fin

Elías Bendodo, consejero de Presidencia.

Isabel Pedrote

Quedan solo unos días para cerrar de una vez el tupido lapso electoral que en Andalucía se abrió el 2 de diciembre pasado y concluye con la doble cita de municipales y europeas del 26 de este mes. Será entonces cuando empiecen a despejarse los enigmas mantenidos en suspenso durante esta interminable riada de propaganda que fluye desde todos los frentes, y que ha bloqueado cualquier certidumbre, entre vaguedades, medias verdades y engaños descarados. Como ocurre con “Juego de Tronos”, la serie de intrigas palaciegas y batallas espectaculares cuyo último capítulo tiene al mundo catódico en vilo, estamos deseando que se desvelen todos los misterios encapsulados en una irritante ambigüedad, y vislumbrar, al menos, a dónde vamos a ir a parar en esta etapa.

Saber, en primer lugar, qué será de los consensos dinamitados nada más comenzar la legislatura sobre violencia machista y memoria histórica, asuntos transversales de importancia capital que fueron mimosamente cimentados en el anterior mandato hasta lograr la meritoria marca de erigir dos leyes sin votos en contra. ¿Cómo encajará el presidente  Moreno Bonilla definitivamente el discurso incendiario de Vox, ese partido que ya únicamente él califica de serio, después de que Casado lo geolocalizara de una patada en la extrema derecha? ¿Cuánto tiempo aguantará sorteando las bravatas diarias de sus exaltados socios de investidura? ¿Y Marín? ¿Qué nuevo mandamiento del voluble Rivera defenderá ahora como la verdad revelada en el Monte Sinaí? 

Lamentablemente, en el ínterin los utraderechistas van ganando la carrera de fondo. El Gobierno de PP y Ciudadanos, parapetado en declaraciones rimbombantes que luego no se cumplen, ha ido capitulando mientras Vox inoculaba el virus lacerante de la sombra de la duda en el servicio público de asistencia a las maltratadas, que si de algo adolece es de medios, no de capacitación y competencia de sus trabajadores. Sostiene la Junta que sus convicciones en materia de género son tan sólidas como la madera, pero la madera, si no se la protege, termina siendo víctima de la comezón de algún insecto. Y en este caso la carcoma que le devora es una mezcla de dejación interesada para no perder el apoyo de los ultras y de los resabios legalistas del mañoso Francisco Serrano, a la sazón, líder de esta fuerza, distinguida por su obsesión antifeminista.

La memoria histórica camina por derroteros aún más tenebrosos. El acuerdo para derogar la ley entre “las tres patas” del Gobierno, en palabras de Elías Bendodo, no tiene visos de ser reversible, y aunque la verborrea que intenta camuflar su inclemente finiquito se extiende como la cola de un pavo real, la contorsión resulta imposible. ¿Para qué buscar un pacto dónde ya lo había? El recambio es una ley de concordia, argumentan. Qué quieren que les diga, a mí estos fatigosos malabarismos me parecen especialmente estomagantes. ¿Qué clase de concordia puede establecerse con un partido que llama en sede parlamentaria “buscahuesos” a quienes quieren dar digna sepultura a los cadáveres dispersos por zanjas y cunetas? ¿Qué tipo de avenencia se va a hallar con un dirigente febril que apostilla que al que le moleste el calificativo que se compre un chubasquero para que le resbale?

Hay empeños que, por muy buena voluntad receptora que se ponga, inevitablemente se perciben como una tomadura de pelo. Gana el hartazgo. Ahí tienen el Presupuesto de 2019, presentado oficialmente en diferido en el Consejo de Gobierno con solo unos pocos números, los positivos. ¡Ale hop! Miren que pirueta. Hasta ahí puedo leer, ha venido a decir el risueño consejero del ramo, Juan Bravo. El mismo que ha obrado el milagro de convertir unas cuentas que hace nada eran  “no bonitas pero realistas”-esto es: horrorosas, horrorosas, que diría el personaje de María Barranco en Mujeres al borde de un ataque de nervios- en un prodigio de belleza cegadora, justo unos días antes de las elecciones.

Me temo que hasta que no se trencen casi todas las alianzas y equilibrios que pululan por el tablero español no vamos a conocer el proyecto más allá de este spot publicitario, ni averiguar qué coste tendrá la repentina euforia presupuestaria, casualmente sobrevenida a pie de urnas, en los apartados de violencia machista y memoria historia.

Tampoco se despejarán al corto plazo las incógnitas de las relaciones entre los socios del Gobierno de las que hablaba al principio de este texto, con sus trepidantes giros de guión.

Y, ojo, es inevitable que un final de serie electoral tan atribulado como el que acometemos decepcione incluso a los actores principales. Desde su primera temporada, en Juego de Tronos quedó muy claro que ningún personaje del reparto contaba con un puesto asegurado. Ni siquiera los que ocupaban un sitio destacado dentro de los títulos de crédito se han librado de morir de sopetón. Un esquema que, por cierto, aunque ahora nos sobresalte, ya inauguró Hitchcock en Psicosis al liquidar a la protagonista a los 20 minutos del metraje. Nada está escrito pues. No digo más.

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