La sequía lastra el empleo en Andalucía
Los datos del paro conocidos este lunes muestran una fotografía nítida: de las 17 comunidades autónomas de España, Andalucía es la única en la que aumentó el desempleo en junio. La otra lectura, que el Gobierno de la Junta de Andalucía se apresuró a destacar, es que el incremento (6.345 desempleados más) se debe exclusivamente al sector agrícola, que registra 9.295 parados más. En el resto de sectores el balance es positivo, pero no lo suficiente para compensar los malos números de la agricultura.
La comparativa del empleo agrícola de mayo a junio no deja lugar a dudas. Los datos son malos en casi todas las provincias, pero particularmente en tres: hay 1.263 parados más en Almería (+15,53%), 6.239 más en Huelva (+73,5%) y 1.433 más en Sevilla (+12,2%). Solo mejoran Málaga, Jaén y Granada.
¿Qué ha ocurrido para que los datos de empleo agrícola sean tan negativos? La Confederación de Empresarios Andaluces (CEA) destacó que junio es un mes “de transición”, entre otros motivos por el final de algunas campañas agrícolas. En el caso de Almería, ha jugado un papel fundamental el descenso de actividad de los invernaderos durante los meses de más calor (empezando en junio), mientras que el dato de Huelva se explicaría en gran parte por el fin de la campaña de los frutos rojos. También finaliza la temporada de cítricos.
Sin embargo, el fin de algunas campañas con alta empleabilidad podría estar ocultando otro problema cada vez más acuciante: la sequía es un factor limitante que ya afecta de manera decisiva al empleo del sector, según alertan las asociaciones agrarias más representativas de Andalucía, que también apuntan a la reforma laboral como factor relevante, pero secundario respecto a la falta de agua.
“El problema es la sequía”
“Hay una carencia de agua de punta a punta a Andalucía en todos los cultivos”, alerta Felipe Gayoso, asesor jurídico y responsable de negociación colectiva de ASAJA, que explica que la carestía que viene lastrando al sector desde hace cinco años y medio ha explotado en los últimos meses. En las últimas tres campañas las lluvias apenas se han sentido.
“La sequía se une a la subida bárbara del gasoil y todos los inputs, que arrastran a una situación que vamos a tener que pedir que nos lleven a la UCI”, lamenta. “Ninguna campaña se está haciendo con normalidad: la hortaliza, la fruta y veremos cuando llegue el verdeo. El arroz no genera mucho empleo, pero se va a sembrar la mitad”, anuncia.
“El problema es la sequía”, coincide Diego Bellido, que tiene una explotación familiar en Lebrija (Sevilla) y es responsable del sector de productos transformados en COAG. Pone un ejemplo que le toca de cerca: el tomate industrial, del que la provincia era el principal productor nacional, ha desaparecido del Bajo Guadalquivir y, en parte, se ha trasladado a Cádiz.
Sevilla: de 5.700 a 200 hectáreas de tomate industrial
Bellido calcula que la provincia tiene capacidad para 9.000 hectáreas de tomate industrial, que darían algo más de un millón de toneladas valoradas en 108 millones de euros. Sin embargo, de las 5.700 que se plantaron en la anterior campaña, se ha pasado a 200 hectáreas. Unas 2.000 se han trasladado a Cádiz.
“Toda la mano de obra en siembra (que empieza en marzo) y recolección no ha habido”, cuenta. Las tres conserveras de tomate industrial más importantes instaladas en España están en Sevilla: Sugal-Group (portuguesa, en Cabezas de San Juan), Conesa (extremeña, en El Trobal) y Cooperativa Las Marismas. Pero esta última ya está aplicando un ERTE a su personal fijo y no ha contratado ningún eventual para esta campaña. Bellido teme que, de continuar las restricciones de agua, estas empresas se replanteen su presencia en la provincia.
COAG calcula que la pérdida este año, solo en la provincia de Sevilla, será de unos 80 millones de euros por lo que no se ha sembrado de tomate industrial (6.770 hectáreas y 804.000 toneladas menos) y 30 millones en pimientos. Tampoco se recogerán calabazas o boniatos. “Y cuando termine la campaña de riego, el 30 de septiembre, si no llueve, aquí no se siembra ni la hierba”, advierte Bellido. Entonces sería el momento de sembrar coliflor, brócoli, cebolla o zanahoria, pero está por ver.
Algodón y girasol para sustituir a los tomates
Si no se siembra, es porque no llueve y porque falta agua. Los tomates y los pimientos necesitan 6.000 metros cúbicos por hectárea, con especial demanda de mayo a octubre. Una cantidad ahora mismo imposible. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ya limitó al 50% el agua para riego el año pasado, y de esa mitad volvió a reducir otro 50% para esta campaña. La cuenca está en situación excepcional de sequía desde noviembre de 2021, y los regantes disponen de un 25% del agua que podían utilizar hace dos años. “La Confederación no puede hacer otra cosa, porque la cuenca está como está”, admite Bellido.
Esto provoca que, quien pueda, cambie la producción por otras de tipo extensivo y menor consumo hídrico, como el algodón o el girasol, que solo requieren mano de obra para la recolección. Sin embargo, Bellido advierte que el problema con el algodón llegará al recolectarlo, porque la carencia de agua obligará a acortar la campaña.
Otros productos se han visto afectados por el bajo precio ofrecido al agricultor, lo que apunta a la cadena de suministro. Es el caso de la zanahoria, machacada y destruida porque no hay forma de sacarle rentabilidad. Esto afecta a la recolección en Cádiz, Córdoba y Huelva, pero también a la cadena posterior. “Hay doce lavaderos de zanahoria, que no han producido empleo”, cuenta Bellido.
Otro ejemplo es la sandía. A David Beato, agricultor de Sevilla, le pagaban 30 céntimos por kilo, que es lo que le cuesta recogerla. Por eso ha decidido acogerse a su derecho a venderla directamente, una posibilidad introducida por decreto en 2016. De esta forma, mantiene el empleo de 15 personas, a los que ahora dedica a cortar sandía. “Todos los días me llama gente para trabajar”, dice. “Si quisiera podría tener cien personas mañana. Si tuviera tomates, sacaría la máquina de tomates. Pero sin agua, no hay vida. Los políticos tienen que hacer pantanos para que no falta agua. Pero como no nos ayude el cielo…”.
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