Diego Díaz, historiador y periodista: “Creo que Pasionaria hoy habría sido youtuber”
El centenario del Partido Comunista Español en 2021 provocó un renovado interés por conocer su historia. Quizá eso explique la aparición de nuevos acercamientos a una de sus figuras esenciales, pero sobradamente conocidas: Dolores Ibárruri, Pasionaria, secretaria general del PCE en el exilio desde 1942 a 1960, presidenta desde ese año hasta que falleció, en 1989, y mucho más que eso.
Desde la Guerra Civil, Pasionaria tiene una potencia simbólica para el comunismo español inalcanzable para cualquier otro. Tiene que ver su imagen adusta y sobria, pero también una excepcional capacidad oratoria, materializada en el discurso ¡No pasarán! y en proclamas que interpelan al pueblo y su sufrimiento: “Soy como vosotros, una mujer española del pueblo. En mí habla el dolor milenario de las multitudes explotadas, escarnecidas, privadas de toda alegría, de todo regocijo”. Tras la Guerra Civil, sus discursos a través de La Pirenaica mantienen vivo el mito. Finalmente, la imagen de ella descendiendo las escaleras del Congreso de la mano de Alberti, tomada por Marisa Flórez para El País, se convierte de inmediato en uno de los símbolos de la Transición.
El periodista e historiador Diego Díaz (Oviedo, 1981) ha escrito Pasionaria. La vida inesperada de Dolores Ibárruri (Hoja de Lata, 2021), una biografía que acaba de presentar en Málaga. En ella, se aleja de la hagiografía para indagar en los pliegues del personaje desde una óptica necesariamente contemporánea. Este es un libro “inseparable de la ola feminista”, que huye del trazo grueso en boga para adentrarse en los matices de un personaje que vivió tanto que, dice Díaz, ya pide ficción.
¿Cuál era la vida esperada de Dolores Ibárruri?
La que le dice su madre siendo una adolescente: “Hilar, parir y llorar”. Planteo que su vida es un fallo del sistema, una rebelión contra el mandato de género y de clase. Lo normal era una vida de estrechas miras, claustrofóbica, encerrada en su casa con la familia. La política le permitió canalizar unas inquietudes culturales y de trascendencia y ser una mujer independiente de su marido. Y reinventarse como persona. El activismo político cambia el mundo, pero sobre todo a las personas que participan.
Pero el contexto obrero siempre estuvo…
Era de una familia minera, pero no todos los mineros participaban en el movimiento obrero. Su infancia y adolescencia transcurren en paralelo al movimiento obrero en Vizcaya, pero su familia estaba completamente alejada: era católica, carlista y ve con malos ojos su matrimonio con Julián Ruiz, un minero socialista muy comprometido. Ese matrimonio le abre la puerta al movimiento, pero la enfrenta con su familia.
¿Qué matices puede aportar una biografía sobre Pasionaria en 2021?
Creo que esta biografía está más atenta a las cuestiones de género. Es imposible hacer una biografía en 2021 sin atender a esa cuestión. Una biografía sobre Santa Dolores Ibárruri, una heroína desde su nacimiento a su muerte, no es interesante. Lo interesante son las contradicciones y sus pliegues, y me interesa el contraste entre la mujer que viste de negro, como una mujer tradicional española trabajadora, sin adornos, el pelo blanco, un moño, pero que de puertas hacia dentro es mucho más moderna de lo que sugiere su imagen.
¿En qué sentido?
Es una mujer que en 1931 se separa de su marido, porque quiere marcharse a Madrid para ser dirigente del partido. Sus compañeros hombres podían tener reuniones hasta altas horas o llevar vidas semiclandestinas, y tenían a sus mujeres para cuidar de los hijos. Ella tiene que llevarlos a reuniones, a manifestaciones en las que carga la policía o apañárselas cuando está en la cárcel. En un momento eso se hace insostenible y escoge la militancia, enviándolos a la URSS para ser una revolucionaria 24 horas al día. También me interesa la contradicción entre una mujer con imagen asexualizada que tiene una historia de amor muy avanzada para la época, con Francisco Antón, al que sacaba 14 años.
Esa batalla acaba por perderla.
Inicialmente la lleva de forma muy discreta, pero la relación se convierte en un secreto a voces. Llega un momento en que se hace insostenible, porque Antón cae mal dentro de la organización, cala la idea de que mueve los hilos, y tiene que romper la relación, al menos oficialmente. Es una historia de amor de la que casi solo podemos especular, porque ella nunca quiso hablar. La conocemos más por las memorias de sus enemigos, que a veces son poco fiables.
¿Es una muestra de su adhesión al partido por encima de todo?
Sí, es de una generación anterior a esa idea de que lo personal es político. Entendían que lo personal era ajeno a la política, y la historia tiene consecuencias para los dos. Luego ella es muy dura con él en los años 50, cuando es purgado y ella juega un papel importante. Ahí se mezclan diferencias políticas con cierto rencor personal.
Dolores Ibárruri trasciende los límites que supera las barreras de clase y de género para formarse intelectualmente y, desde ahí, dirigir el Partido Comunista de un gran país europeo.
Eso no tiene antecedentes. Es insólito, no solo en España, sino también a nivel mundial.
Sin embargo, ella rechaza la categoría “feminista”.
El término usado para esa época es anacrónico. Pocas mujeres se definían como feministas, y las mujeres del movimiento obrero todavía menos. Tenían miedo a que la lucha de sexos desviase a las mujeres de la lucha de clases. Pero con todas sus contradicciones, hay intuiciones feministas. Era consciente de que había una cuestión de género: estaban discriminadas de la vida pública, ganaban menos, tenían que asumir el cuidado de los hijos… Ella entiende que en la España de los años 30 necesitan referentes y espacios no mixtos: organizaciones solo de mujeres donde puedan hablar con libertad. Eso no era común. Había una gran resistencia a crear organizaciones solo de mujeres. Antes del Frente Popular desarrollan Mujeres Antifascistas, un espacio impulsado por mujeres comunistas, pero en el que también participan mujeres con otras ideologías. Es una experiencia con tanto éxito que en 1936 mujeres de la CNT organizan como respuesta Mujeres Libres.
Más allá de esas “intuiciones”, ¿existe una conciencia feminista en Dolores Ibárruri?
Sí, estaban al tanto de los avances en la URSS, de la incorporación de las mujeres al mundo del trabajo, la cuestión del aborto… Ella tiene una experiencia interesante en el 32, cuando es encarcelada por la República. Pasa un año presa, y entra en contacto con el lumpen proletariado femenino de Madrid. Conoce a putas, carteristas y mujeres que practican abortos. Entra en contacto con mujeres muy marginales, y luego en el 36 se preocupa por que la amnistía beneficie a esas mujeres. Mujeres Antifascistas defiende cuestiones como la igualdad salarial, el derecho de las mujeres a participar en los sindicatos... Pero también contribuye a que en el 36 se saque a las mujeres de las milicias para mandarlas a la retaguardia.
Creo que su desastalinización es bastante superficial, porque se había formateado en el estalinismo. Pero sí hay algo en que es muy sincera y se la juega: condena la invasión de Checoslovaquia
Hablas de una vida inesperada. Por seguir el juego contrafactual, ¿qué Dolores Ibárruri hubiéramos conocido de no haberse exiliado en Moscú?
Probablemente habría tenido un mayor peso en la dirección del partido. El hecho de estar exiliada la deja muy lejos del teatro de operaciones, que es Francia. Ella vuelve de Moscú a Francia después de la liberación, pero en el contexto de la Guerra Fría, el Partido Comunista español es ilegalizado en Francia, con lo cual los comunistas españoles tienen que trabajar en la clandestinidad, y ella era demasiado conocida. Seguramente habría jugado un papel más activo en el diseño de la política antifranquista del PC. A partir de su exilio el partido queda en manos de Carrillo y ella se convierte en una figura muy simbólica.
¿Cómo condicionó a la Pasionaria su adhesión al estalinismo?
Ella trata a Stalin, es muy bien tratada por Stalin y fue una estalinista total, hasta que llega la orden de desestalinizarse, que asume con la boca pequeña. Como todos los que habían admirado a Stalin, cuando se desvelan los crímenes del estalinismo en el famoso Informe Secreto al 20º Congreso del PCUS hubo una indicación de desestalinizarse, pero lo había conocido y admirado muchísimo. Creo que su desastalinización es bastante superficial, porque se había formateado en el estalinismo. Pero sí hay algo en que es muy sincera y se la juega: condena la invasión de Checoslovaquia. Había generado unas ilusiones muy grandes en la izquierda de que era posible el socialismo con rostro humano, y ella participaba. Veía que era necesario que los países del socialismo real se abriesen y renovasen. Y creo que siente una frustración muy grande cuando la URSS decide invadir Checoslovaquia. Es el único momento en que hace una crítica pública al sistema soviético. Tuvo presiones muy grandes para que cambiase de posición.
En lo personal, su vida no puede ser más trágica. De seis hijos, cinco fallecen. ¿Qué influencia tiene en su proyección como personaje la muerte de su hijo en el campo de batalla?
Recuerda a la madre coraje de Brecht, que va perdiendo los hijos. Es un héroe trágico, por sus orígenes proletarios y su punto autodidacta. El hecho de que su único hijo varón muera en la batalla decisiva que cambia el curso de la Segunda Guerra Mundial [Stalingrado] es algo que ni al mejor guionista de Hollywood se le habría ocurrido. A ella la deja muy tocada. Tenía en su casa sus retratos, y si el nombre salía se derrumbaba. A ella la rompe, pero de cara a la creación del mito termina de redondearla: su nivel de compromiso es tal que uno de sus hijos muere en el altar de la lucha antifascista con las armas en la mano.
¿Cuándo empieza a ser consciente de que es un símbolo?
Muy pronto. Yo creo que los primeros 40 años de su vida es la construcción de su mito, y los 40 años siguientes son la gestión por ella y su gente de su propio mito. Cuando tiene 40 años ella es consciente de que va a pasar a la historia.
La radio era un medio relativamente reciente, y ella es de la generación de políticos que descubre sus posibilidades para llegar a las masas. Es una oradora excepcional, con mucha capacidad pedagógica
Se suele destacar su capacidad oratoria, pero también está su imagen adusta, imponente. ¿Dónde sitúas tú el secreto del magnetismo de Pasionaria?
Ambas son clave. Ella es una dirigente de la generación de la radio. Creo que Dolores habría sido youtuber. La radio era un medio relativamente reciente, y ella es de la generación de políticos que descubre sus posibilidades para llegar a las masas. Es una oradora excepcional, con mucha capacidad pedagógica. Es una maestra frustrada. Su familia, por razones machistas frustra el proyecto de ir a Bilbao a estudiar Magisterio. A través del mitin lo canaliza. No usa la retórica más ampulosa de parte de los republicanos. Tenía la capacidad de emocionar y también de llamar al pan pan, y al vino, vino.
¿Hasta qué punto la construcción consciente del personaje condiciona su personalidad?
No me puedo imaginar psicológicamente lo que tiene que ser saber que eres un mito, y que no puedes defraudar a la gente. La cuestión con Francisco Antón forma parte de eso, porque el romance de alguna forma ensuciaba el mito, y no está en su relato. Era una mancha en el mito. Por cierto, odiaba que le llamasen La Pasionaria, porque le sonaba a folclórica. Es Pasionaria, pero en los años más duros del estalinismo es Dolores Ibárruri. Se considera que Pasionaria es demasiado informal. También es secretario general, nunca secretaria. Empieza a publicar en la prensa socialista, y como su familia no quería que se relacionara en esos ambientes, se busca un seudónimo.
Vista hoy, ¿la figura de La Pasionaria está demasiado manoseada para apreciarse desde la serenidad?
Enric Juliana dice en el prólogo que es un libro que no se rinde al mito. Es un personaje que sigue despertando un odio muy fuerte en la derecha. Hace unos años un poco más matizado, pero ahora con el revisionismo de la Guerra Civil por la derecha, vuelve con fuerza el odio a ella. Creo que es un personaje que merece ficción. Los historiadores hemos dicho muchísimo de ella. Si fuese norteamericana habría una serie sobre ella.
En 1995, todos los partidos con representación parlamentaria la homenajearon en Gallarta. La distancia temporal ha extremado las posiciones en torno a ella, en lugar de serenarlas.
Sí, porque estaba relacionada con la Transición. Participa del pacto, de la reconciliación nacional. El franquismo había pintado una bruja, pero llega una señora mayor, con aspecto dulce y entrañable. Recupera su escaño, la única con Manuel Irujo. La foto de ella dando la mano a Adolfo Suárez, que había sido jefe del Movimiento, es un símbolo de la reconciliación. Durante un tiempo está protegida por ese punto de la Transición. Pero en la medida en que esos consensos se están agrietando, la derecha ha vuelto a ponerse dura con ella.
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