“El travestismo político y moral se da en los partidos de siempre y en los nuevos”
Un club de transformistas, el Garbo, y una inoportuna fiesta de lujo que conquistar, sea por consenso o a las bravas, en “el sitio con más paro de España”. Eduardo Mendicutti (Sanlucar de Barrameda, 1948) recrea de alguna forma el enrevesado panorama político español en su última novela, Furias divinas (Tusquets, 2016). Un variado grupo de emprendedores del espectáculo “del arte y la fantasía” lleva su irritación social a querer invadir y aguar la juerga de ricos ¿Cómo lo harán? ¿Una incursión transversal? ¿Un “asalto al cielo”? Las discrepancias entre los de izquierda se cruzan con la opinión de la “minoritaria, minoritaria” de UPyD o el de derechas, pero moderno, de Ciudadanos.
Salvando las distancias pero repite usted el enfoque de Una mala noche la tiene cualquiera, analizando la situación social y política desde el punto de vista del colectivo LGTBI.Una mala noche la tiene cualquiera
En aquel caso era un personaje y ahora son seis que comparten una cosa que le pasa a mucha gente y que es una situación de paro, con mucha precariedad y con la necesidad de sobrevivir como puedas; y también un cierto deseo de hacer algo que sea reivindicativo. Estamos en un momento político y social muy especial, estimulante incluso a pesar de todas las frustraciones que podamos ir encontrando por el camino. Está bien reflejarlo pero no frontalmente, sino desde la orilla, desde las voces que nunca tienen la oportunidad de contar oficialmente lo que nos pasa a todos. El colectivo LGTBI cuenta muy bien cómo ha tenido que vivir en las orillas y en los márgenes, y con el derecho de contar las cosas desde su punto de vista.
¿Actúan más los transformistas que bailan en el Garbo o los políticos desde el atril del Congreso?
En la novela se repite algo que se está dando ahora mismo en la política española, que es la teatralización. Las ideas, aunque no tienen por qué serlo, parecen más débiles, y es más fuerte la representación, la manera de presentarlas. El transformista, como representación, me interesa mucho, así como su manera de hablar, ese estilo coloquial al que hay que dar una cierta dignidad literaria, y su creatividad para contar las cosas a su manera. Ahora todo el mundo habla de política, y eso está muy bien. Muchas veces lo que oyes parece que acaban de oírlo en la radio o en la tele y reproducen lo que escuchan de una manera muy curiosa. En este caso, se trataba de que lo contaran a su aire.
Entre sus personajes hay partidarios de asaltar el 'Baile de las Diademas' por consenso o por asalto, ¿hay posibilidad de acuerdo (en el sentido más amplio)?
Es el contagio por hacer algo, pero cada uno es de su padre y de su madre. Hay algo que los aglutina y que les hace ir incorporándose a ese proyecto de asalto a la fiesta. En realidad son sus propias penalidades las que les hacen abandonar un poco sus posiciones políticas. Entre los personajes hay algunos muy de derechas que sienten adoración por los señoritos pero cuando se ven en la calle se suman a un proyecto al que nunca se hubieran sumado si no sintieran ese desamparo. Otros tienen una tradición combativa fuerte por familia, de comunista nata. El más joven tiene esa cosa de lo nuevo, representado en Podemos, con una nueva manera de criticar lo que está pasando, de intentar cambiar eso. Otros lo hacen simplemente por una razón sentimental y otros lo hacen sólo por divertirse. Quiero decir, hay gente para todo.
¿Le pasa algo parecido a las izquierdas en España?
La verdad es que no he tenido la intención de representar todas las posibilidades de comportamiento en los personajes sino dejar que cada uno se mueva a su aire y hable y lo cuente a su modo. La idea de asalto frontal tiene mucho que ver con una parte de la izquierda de este país que lo ha planteado así. Luego está el consenso, la transversalidad. A mí eso me preocupa, porque en principio está muy bien que se sume todo el mundo a un proyecto de saneamiento político, de cambiar las cosas, pero cada uno es diferente. Todo lo transversal no es homogéneo.
Si decimos, por ejemplo, que la sanidad pública está mal, alguien progresista buscará el máximo de recursos posibles para conseguir una sanidad para todos, uno conservador preferirá que sea para los españoles pero no para los inmigrantes, etc. Las soluciones que se reclaman son distintas aunque el motivo sea el mismo. Las ideas de transversalidad me inquietan mucho, porque consisten en decir algo que le pueda gustar a todo el mundo sin tener en cuenta que lo que busca cada uno de ellos son cosas diferentes. Yo, como soy antiguo, creo en las antiguas ideologías, con una idea troncal clara a la que responder. Las ganas de cambiar las cosas están muy bien pero la gente no quiere cambiar las cosas de la misma manera.
¿A eso se refiere unos de los personajes cuando dice que “hay izquierda de garrafón e izquierda verdadera”?
(Risas) Ese es uno de los puntos claves del libro que todo el mundo quiere saber y que yo he decidido no aclarar. Hay gente que considera que la izquierda verdadera es IU, el Partido Comunista, o que la de garrafón es el PSOE o las nuevas izquierdas como Podemos, por ejemplo. Está confuso. Yo mismo, hasta hace muy poco tenía las ideas clarísimas, y ahora mismo no las tengo tan claras. Pero creo que eso es bueno, aunque no sé si porque ya me estoy haciendo mayor y desconfío de mis propias seguridades o dogmas.
¿Cree que PSOE y Podemos lograrán finalmente acercar posturas?
Pues de verdad que no lo sé. Tengo que decir, como mucha gente de izquierdas, que esperaba un fácil pacto entre el PSOE, Podemos... Eso que la gente progresista pensaba, pero las dificultades son inverosímiles. ¿De verdad no piensan estos señores que esta es una oportunidad única, que si no resuelven esto va a ser la derecha la que va a seguir gobernando este país? La gente con ideas progresistas está reclamando lo que no le están dando. Es muy irritante, muy chocante, muy alarmante y muy preocupante.
Otro personaje apunta que “a este ritmo, del PSOE no va a quedar nadie”.
(Risas) En el libro hay bromas para todo el mundo. También se le dice a uno de Ciudadanos que va a seguir siendo de derechas pero parecerá moderno, o a otro de UPyD como “minoritario, minoritario, minoritario”. O en la propia izquierda, donde se empiezan a dar dentelladas unos a otros. Es todo una locura. Hay momentos de desconcierto, insisto, en relación a los propios principios de uno mismo y a quién se los confiamos.
Y, ¿en quién se inspiró para el personaje de Marlon-Marlén? ¿en el político que dice una cosa en campaña y luego hace otra?
El transformismo en ese personaje tiene una significación más allá de la pura materialidad de alguien que se traviste. Es ese travestismo político, ético, moral, que se da en los partidos, en los de siempre y en los nuevos. Hay cosas de Podemos que apoyo y otras que no puedo. Por ejemplo, ese aire de superioridad moral, por encima del bien y del mal, denigrando a los partidos de siempre, que están como están pero a los que debemos dónde estamos, con las cosas buenas y las cosas malas.
¿Cree que los partidos pasan demasiado rápido de La vie en rose al Novio de la muerte como hace el transformista exlegionario?La vie en roseNovio de la muerte
La política es la política y tienes que salir adelante con la mayor dignidad posible sin pensar que estás por encima de los otros. Esa transversalidad de la que hablaba, decirle todo lo que puedas para que la mayoría de la gente esté de acuerdo. Tuve un cuidado especial al escribir ese capítulo, porque habla de distinta manera cuando lo hace desde un perfil o del otro. Literariamente siempre me han interesado mucho los personajes de travestis o transformistas, por lo que tiene de representación, de ser lo que no se es.
¿Hay “demasiada gente con cara de empleada de McDonalds, con dos carreras y tres máster” como se dice en otro pasaje?
Por desgracia son caras que responden a una realidad: “Yo estoy en un sitio donde realmente no debería estar, no he estudiado para esto, mis aspiraciones no son estas, me he esforzado todo lo posible y no tengo oportunidades”. Todo eso te crea mal cuerpo, mala cara, y así hay muchísima gente.
¿Considera que hay más o menos irritación social respecto a hace unos años?
Parece que se ha calmado porque se están encajando piezas en el sistema. Recuerdo participar y apoyar en su momento el 15M y tal, pero hubo un momento en que vi que aquello tenía un futuro complicado. Una vez, en una asamblea, había que sacar adelante una cuestión por unanimidad y hubo gente que dijo que no a algo que era realmente buenísimo y que impidió que se aprobara. ¿Cómo podía haber gente en contra de eso y que aquello no saliera adelante? Algo estaba fallando. A Podemos le está pasando eso.
¿Y qué me dice del alcalde gay de La Algaida que se suma a esa fiesta de lujo? ¿Refleja de alguna manera la cara oculta de la política?
Estamos como estamos porque la política tiene unos escenarios donde es muy fácil mentir, equivocarse, disfrazarse, meter la mano, travestirse. Hay que sanear eso. No sé si es fácil y no sé si aquellos que se lo proponen luego, cuando llega el momento, entran en la rueda y ya no son capaces de llevarlo a cabo.
A pesar de todo, ¿seguirán tocando Los Brillantes en la fiesta, como la orquesta del Titanic?
Fíjese que en la fiesta había mucho falso: las joyas no son de verdad, los que van de ricos no son tan ricos, etc. Lamentablemente, siempre habrá alguien dispuesto a entretenerlos en plan “¡esto se hunde pero nosotros estamos aún aquí!”. Lo del Titanic siempre lo hemos entendido como una actitud muy noble pero también se puede mirar como “venga, dejad de tocar y echad una mano...”.
Al final del libro recuerda usted en una 'nota del autor' que travestis, transexuales y drag queens originaron el movimiento del colectivo LGTBI y siguen siendo “los más marginados” por ser lo que son.
Sí, porque, por una parte, se ha avanzado mucho en la cuestión legal, aunque los transexuales siguen reclamando unas leyes que no se les dan y se han quedado descolgados. Pero la hostilidad y la marginación vienen de fuera. Y luego está el aspecto interno dentro del colectivo, que ese afán que puede tener mucha parte de hacer respetable según lo que los heterosexuales han considerado respetable. Mutilar, esconder, marginar aquello que les parece que afea o daña la respetabilidad gay que se supone que son las parejas que se casan y tienen familia etc. ¿Eso es lo respetable y no lo es todo lo que salga de ahí? Pues no. Eso no debe ser así, porque durante mucho tiempo se ha peleado por que desde fuera no se imponga un tipo de masculinidad como lo único respetable. Tú no puedes desde dentro tratar de imponer un tipo. Es un error de dimensión cultural porque niega toda tu historia, de dónde vienes, etc.
Una especie de lucha fratricida.... ¿como en la política? (¿y cerramos el círculo?)
Claro, como aquellos que rechazan su propia tradición porque les parece que se les ha quedado absoleta, que parece que les perjudica porque les parece un lastre... La verdad es que ahora ya no sé qué hacer con mi cabeza.