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El primer meteorito 'español' cayó en Huesca hace 250 años

Imagen del meteorito que está expuesto en el Museo Nacional de Ciencias Naturales

Miguel Barluenga

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Es el primer meteorito que cayó en suelo español del que hay constancia científica y en unos meses cumple 250 años. El 17 de noviembre de 1773, un fogonazo y un ruido estruendoso alertó a los habitantes de las localidades oscenses de Sena y Villanueva de Sijena al impactar en unas huertas próximas al monasterio de Sijena. Ahora, la Agrupación Astronómica de Huesca está en conversaciones con el Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid, donde se conserva y exhibe la mitad de la roca, para celebrar la efeméride con una exposición pública.

Se trata del meteorito más antiguo catalogado en España y uno de los primeros del mundo. Pocos años antes se había inaugurado el estudio moderno de estos fenómenos con tres ejemplos rescatados de manera casi consecutiva en Francia: en Coutances en 1750, en Lucé en 1768 y en Aire-sur-la-Lys en 1769. Según relata en un estudio la investigadora Carmen Martínez, es el único de los tres meteoritos recolectados en la península ibérica en el siglo XVIII que se conserva. Ingresó en el Real Gabinete de Historia Natural en 1774 y fue el primer meteorito de la colección de geología. Hoy puede verse en la Sala de Meteoritos del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).

Al meteorito también se le conoce por los nombres de Sena, Sena de Aragón y Villanueva de Sigena. Cayó en la huerta de Sena, en las inmediaciones del monasterio de Sijena, entre las 12:00 y las 13:00 del 17 de noviembre de 1773. Era un día tranquilo, en el que no se atisbaban signos de tormenta. De repente, se oyó un ruido extraordinario e inmediatamente después cayó una piedra de 'nueve libras y una onza' (3.186 gramos) cerca de dos paisanos que se encontraban en sus tierras de labor. La piedra produjo un pequeño hoyo en la tierra y después rebotó, depositándose a pequeña distancia.

Olor fétido

Uno de los hombres se acercó al lugar de la caída, aunque retrocedió por el olor fétido que emanaba de aquel punto. Algo después, recogió el meteorito y se lo llevó al cura de Sena, que se quedó con él. Cuando se corrió la voz, muchos vecinos fueron a ver la piedra y arrancaron pequeñas porciones para enseñárselas a sus familiares y amigos.

La caída del meteorito llamó poderosamente la atención de Antonio Aguirre, médico del cabildo de la catedral de Tarazona, que escribió una carta sobre el suceso que tituló: ‘Carta Filosófica sobre un Fenómeno de los más peregrinos de estos tiempos...’, y que se publicó en Zaragoza en 1774. Aguirre describió así el meteorito: “Muy semejante a la escoria del hierro, sacada de la Fragua, o al Antimonio muy atezado”. Según este médico, la piedra fue arrojada por unas nubes débiles y sueltas; cabe recordar que en España no se aceptó el origen extraterrestre de los meteoritos hasta mediados del siglo XIX.

La caída del meteorito también atrajo la atención del capitán general de Aragón, Antonio Manso,  quien después entrevistarse con diversos eruditos encargó una investigación a la justicia de Sena y reclamó la piedra. Por su parte, el alcalde de Villanueva de Sijena también hizo sus propias averiguaciones y elaboró un expediente sobre el caso. El capitán Manso entregó el meteorito junto con el expediente a la Casa Real el 5 de febrero de 1774, lo que se incorporaría a la colección del Real Gabinete de Historia Natural. Fue el primer meteorito de la colección de geología, ya que la colección de su fundador, Pedro Franco Dávila, germen del Real Gabinete, no disponía de ninguno.

El meteorito suponía una oportunidad fantástica para ilustrar un acontecimiento tan relevante de la historia natural. Así lo entendió el secretario de Estado del rey Carlos IV, Pedro Cevallos, quien dio permiso al farmacéutico y químico francés Luis Proust para analizar el meteorito. En 1804, Proust publicó los resultados del análisis junto con los pormenores de la caída, dando así a conocer al mundo la caída del meteorito. Resulta curioso que Proust estuviese convencido que se trataba de materia terrestre proyectada al espacio, puesto que en su opinión los elementos que componían los aerolitos no podían crearse ni conservarse disueltos en la atmósfera; por ello supuso que debían proceder de la tierra que rodeaba a los polos, de la que habrían sido arrancados por alguna causa violenta.

Además del ejemplar principal, que tras algunas extracciones pesaría 3.051 gramos, se recuperaron cinco pequeños fragmentos cuyo peso se desconoce; se presume que el peso total del meteorito estaría en torno a los 3,5 kilos. Del peso inicial ingresado en el Museo, un 53,6% se conserva en el MNCN, un 16,6% se encuentra en otros museos, y el resto, un 29,8%, se ha extraviado. De acuerdo con la nomenclatura moderna el meteorito de Sigena es una condrita H4, el tipo más común de meteorito. Unos cien caen a la Tierra al año, de los que apenas cinco o seis se rescatan para su estudio científico.

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