La preservación del urogallo en el Pirineo aragonés enfrenta al Gobierno de Azcón y a los ecologistas
La presencia del urogallo en el Pirineo aragonés se encuentra en declive y la amenaza de extinción pende sobre esta ave. Si el censo en 1990 era de 154 machos, en 2017 se había reducido a solo 40, la cuarta parte. El ejecutivo autonómico ha impulsado un plan que contempla la mejora de su hábitat y el control de especies depredadoras. Una serie de actuaciones que los ecologistas cuestionan. Aluden a la falta de evidencias científicas de que medidas como el control de sus depredadores surtan efecto, como apuntan de manera conjunta Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra y Ansar.
En este sentido, la pérdida en la calidad del hábitat y los depredadores son dos de los factores reconocidos de la paulatina desaparición del urogallo, así como la actividad humana. El Gobierno de Aragón ha constatado la desaparición de varios cantaderos y la retracción del área de distribución, que ahora queda limitada prácticamente a las comarcas de Ribagorza y Sobrarbe, en la provincia de Huesca.
La caza del urogallo se prohibió en 1979 en todo el estado español como una medida de conservación de la especie y ante la decadencia de sus poblaciones que por aquel entonces ya se detectaba. A pesar de ello, el abandono o cambio en los usos ganaderos y forestales, y la aceleración del cambio climático han propiciado en pocas décadas la densificación de los bosques existentes, un factor que dificulta los desplazamientos de estas aves en busca de alimento y favorece a las especies depredadoras: gatos, zorros, martas, garduñas, el azor o el águila real.
En Aragón la catalogación de la especie llevó a la promulgación de un plan de recuperación, vigente desde 2015, y a partir del que se han desarrollado actuaciones de conservación como la regulación de la caza y la actividad maderera en las áreas consideradas como críticas para la especie; la limitación estacional del uso de algunas pistas forestales coincidiendo con el periodo de celo o la regulación de algunas actividades invernales en zonas de invernada del urogallo.
El ejecutivo aragonés pretende “poner freno a un declive acelerado por los escenarios de cambio climático y por un proceso de modificación en los paisajes de alta montaña que resulta muy complejo revertir”, expone. Alude al ejemplo de planes similares que se han llevado a cabo en Escocia, Alemania, Italia o Francia, así como en la cordillera cantábrica. Aragón ha partido para el diseño de las actuaciones del proyecto transpirenaico Habios, que pretende proteger y mejorar la calidad de los ecosistemas pirenaicos y de su biodiversidad asociada a través de acciones de conservación y de gestión de las especies.
Las actuaciones comenzaron en 2021 y se desarrollarán hasta 2026 en cinco zonas del Pirineo: Benasque, Bielsa, Tella-Sin, Plan y Espés, que suman cerca de 400 hectáreas. El presupuesto del proyecto es de cerca de dos millones de euros con cargo a los fondos Next Generation EU y dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España del departamento de Medio Ambiente y Turismo, actuación denominada “Plan de restauración y mejora de hábitats del urogallo (Tetrao urogallus) en Aragón”.
Los trabajos han sido coordinados y consensuados con los propietarios, ayuntamientos y comunidades de propietarios y fueron expuestos en jornadas públicas de participación para recoger aportaciones, apuntan desde el Gobierno de Aragón. Se trata de “conseguir gradualmente estructuras forestales heterogéneas, que además de asegurar la persistencia y la estabilidad de la masa forestal, incrementen los niveles de madurez del bosque de acuerdo con los parámetros estudiados sobre el hábitat óptimo para la especie”.
La ejecución de las actuaciones se está realizando por empresas forestales “especializadas combinando la mejor tecnología disponible con herramientas tradicionales como los animales de tiro”. El control de las actuaciones corre a cargo de los agentes de protección de la naturaleza, técnicos del Servicio de Biodiversidad y Gestión Forestal apoyados por empresas consultoras especializadas.
Mientras, el plan para la eliminación de depredadores como la marta y la garduña se lleva a cabe a través de Agentes de Protección de la Naturaleza y lo asume el personal funcionario también que analizará el resultado de los informes que se debe presentar sobre los trabajos que se lleven a cabo, indican fuentes del ejecutivo regional. A este respecto, el diputado de Izquierda Unida en las Cortes, Álvaro Sanz, registró el pasado 13 de septiembre una pregunta para conocer más en profundidad el modo de proceder y la autoría de estas labores.
Los grupos ecologistas definen estas actuaciones como “discutibles”. El control “muy intenso” de sus principales depredadores, que abarque áreas extensas y se mantenga durante largos periodos o de forma indefinida, “muy probablemente modificaría la comunidad de vertebrados de la zona y sería muy difícil de realizar por razones económicas, logísticas, legales, sociales y éticas”, indican.
Se remiten a estudios realizados en las islas de Suecia o en Finlandia, que “no son consistentes para apoyar claramente el sustento a estas actuaciones en Aragón”, puesto que “el impacto sobre las poblaciones de adultos en el tiempo no fue evidente. Existen muchos más estudios donde se ha demostrado la poca eficacia y lo costoso de la medida, sin olvidar que éticamente estos controles son más que cuestionables”.
Tampoco ven con buenos ojos las “interferencias humanas” en el hábitat del urogallo, sino que “las favorece”. Como sucede, denuncian, con la pista que está abriendo en la cara norte de Maristás en el término de Tella-Sin para el paso del ganado. Se trata de una medida compensatoria ejecutada por el Departamento de Medio Ambiente y Turismo destinada a la Mancomunidad de Propietarios de Sin, Señes y Serveto, por la madera extraída de sus montes en los trabajos de mejora del hábitat del urogallo. “Las pistas incrementan la frecuentación humana y con ella las molestias y presencia de depredadores oportunistas como zorros y córvidos tras el rastro y los residuos de los visitantes”, lamentan los ecologistas.
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