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Barbijaputa es el seudónimo de la articulista que encontrarás bajo estas líneas. Si decides seguir leyendo darás con artículos y podcasts sobre el único feminismo sensato que existe: el radical.

¿Dónde estáis las mujeres?

Una mujer minera

Barbijaputa

La reacción machista al auge del feminismo está llegando a unos niveles tan ridículos que podríamos reírnos si no fuera porque se ha convertido en una masa de votos que da más miedo que risa.

El último hit del machito medio es ahora señalar y denunciar que en el rescate de Julen no hay mujeres. Apostillan, además, que las mujeres no pedimos paridad en campos como el de minería, sino que nos limitamos a pedir cuotas para estar en las directivas de empresas.

Incluso en los pocos acontecimientos en los que cualquiera podría creer que estamos todas y todos haciendo piña, sin fisuras, como es el rescate del pequeño Julen, se hace palpable que el machismo no tiene límites, ni pudor, ni decencia. Y se vuelve tangible que este tipo de personas, muchas, muchísimas, ni siquiera tienen la necesidad de disimular que tienen vergüenza, porque sus comentarios son acogidos con aplausos y vítores. 

Usan una desgracia de este calibre para desacreditar una lucha legítima, tan legítima que tiene que recurrir a las mentiras, no sólo a la tragedia. Es verdaderamente sintomático y digno de estudio que haya tantos activistas machistas obsesionados con el feminismo y que, a la vez, lo desconozcan de forma tan brutal. Ignoran su historia, sus consecuciones y las reclamaciones que se mantiene a día de hoy, y sin embargo lo odian tanto que incluso en los momentos más duros y de más unión social, gritan contra las mujeres que conforman la lucha.

A pesar de las respuestas con datos e información que obtienen estos activistas machistas (en ocasiones con decenas de miles de seguidores en redes, como este sujeto que inicia su particular campaña contra las mujeres), la verdad es que lo que se viraliza es el esperpento, la mentira, la ignorancia. Lo que vuela por redes hasta llegar a cualquier rincón del país es que las mujeres no estamos en el rescate de Julen porque somos muy listas y no queremos mancharnos las manos ni ponernos en peligro.

Atrás queda la historia de la lucha de la mitad del mundo, atrás quedan las que ya no están pero hicieron que nosotras estemos mejor. Atrás queda el trabajo y el esfuerzo de las mujeres que alrededor de todo el mundo consiguieron -y siguen consiguiendo- conquistar derechos y espacios para el resto de nosotras.

Y no es difícil informarse a este respecto, sólo hay que poner en Google, por ejemplo, “minería mujeres España” y descubrir oro. Por ejemplo, la historia de las mujeres y niñas mineras en los años 60 en Asturias.

O esta crónica, donde explican que este trabajo quedó prohibido a las mujeres años después. O esta otra noticia, donde el Tribunal Constitucional, ampara a una asturiana en su derecho “a no ser discriminada por su condición de mujer, y tras anular las resoluciones judiciales que le impidieron acceder en igualdad con los hombres a un puesto de trabajo en el interior de la mina, le reconoce su derecho a ocupar la plaza de ayudante minero en Hunosa en igualdad con los varones”.

Sólo eran necesarias tres palabras y un click para encontrar todo esta información; todo este material que hubiera impedido a todo estos machistas hacer gala de su ignorancia y de su misoginia. Pero ni ellos ni todos los que difunden esta serie de despropósitos quieren conocer realmente de qué va esta lucha. Quieren deslegitimarla sin más, arrinconarla para seguir vendiéndose como los héroes que les han vendido desde pequeños que son. 

Mientras ninguno de estos que se dan golpes en el pecho ha bajado a una mina en su vida ni está dispuesto a hacerlo, reclaman a las mujeres que no haya más de ellas rescatando a Julen. Y es que claro, se guían por las imágenes que ven en el telediario, y donde otras sólo vemos una tragedia, ellos ven falta de mujeres que se manchen las manos. Y se creen linces al concluir que si hay hombres y no mujeres es porque es un trabajo duro. Obvio. Y que luchamos por privilegios, y no por igualdad. Claramente.

Pues aquí tienen sólo un poco de Historia sin la necesidad de ser un experto en el tema, sin más necesidad que la de saber leer. Pero sobre todo, con la necesidad de querer saber. Eso es lo que escasea, el monstruo con el que se enfrenta el feminismo cada día.

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