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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Empatía hacia los animales en la prevención del acoso escolar

Dibujo de Jimena, 4º de Primaria, 'C.E.I.P. Melquiades Hidalgo', Cabezón de Pisuerga (Valladolid)

Concha López

“Hay que ayudar a quien lo necesita, sea un compañero o un gato”. Son palabras del maestro Chema Lera para sintetizar lo que significa educar a los niños en la empatía hacia los demás seres sintientes, una enseñanza de la que nos beneficiamos todos y por eso cree, creemos, que debería formar parte del curriculum escolar.

Chema Lera participó la pasada semana en un acto en el Congreso de los Diputados organizado por la Asociación de Parlamentarios en Defensa de los Animales (APDDA) en el que se presentó el documento ‘Educación para la empatía hacia los animales como estrategia de prevención del bullying escolar’, coordinado por Profesionales para la Defensa Animal (Proda).

Ese extenso y detallado documento es el fruto del trabajo que varios profesionales de diferentes disciplinas han desarrollado desde septiembre de 2014, cuando la APDDA debatió sobre ‘Violencia de especie: estrategias educativas para una cultura de paz sin discriminación’. De aquella cita nació la necesidad de detallar una propuesta para incluir la empatía hacia los animales en las estrategias educativas, y eso es lo que se plasmará en una iniciativa que los parlamentarios de la Asociación presentarán próximamente para su debate y votación en el Congreso de los Diputados.

La psicóloga Mariví Vaquer, presidenta de Proda, subrayó en el Congreso la estrecha relación que existe entre la violencia ejercida contra los animales y la violencia interpersonal, constatada ya en numerosos estudios que alertan del maltrato animal como “escuela” de otros tipos de violencia. Esos mismos estudios han demostrado que los niños que crecen en contacto con animales y aprenden a respetarlos como seres sintientes son más sociables y empáticos, y tienen mayor conciencia y autocontrol de sus propias emociones. Ese respeto, asegura Vaquer, refuerza la inteligencia emocional de los niños.

En España cada vez tenemos más información sobre el acoso escolar. Algunos casos nos han conmocionado y hemos tenido acceso a datos, estadísticas, estudios, reflexiones. Sin embargo, el problema sigue ahí, y creciendo. La vicepresidenta de Proda, Esperanza Otero, expuso en la jornada algunas cifras escalofriantes: una cuarta parte del alumnado sufre o ha sufrido acoso, la burla y la exclusión por parte de los compañeros es un claro contribuyente a la ansiedad de los niños, hasta el punto de que el 15% de ellos ha pensado alguna vez en el suicidio, y el 60% de los niños acosadores cometerá algún delito antes de cumplir los 24 años. Mientras todo eso sucede, cada tres minutos un animal de familia es abandonado en algún rincón de España y los niños que no desarrollan su empatía encauzan su ocio hacia diversiones que implican sufrimiento de alguien. Enseñar benevolencia y compasión es el gran reto del futuro, afirmó Otero.

A Mariví Vaquer le cuesta contener las lágrimas cuando explica que el maltrato animal es “norma” en el entorno de los menores acosadores y su “escuela de aprendizaje” en la violencia. “Me lo estoy encontrando todos los días”, asegura.

Los estudios son contundentes al mostrar esa vinculación y también al constatar cómo los niños aprenden la violencia en su entorno sin ser conscientes de ello. El documento de Proda menciona el experimento realizado por Albert Bandura –psicólogo y teórico del aprendizaje social– con ‘el muñeco bobo y el payaso real’: la profesora enseña a los niños un muñeco, les dice que es bobo y que por eso puede ser golpeado. Ella lo golpea y los niños la imitan sin que sea necesario siquiera sugerírselo. Después, con una persona disfrazada de payaso sucede lo mismo, los golpes llegan sin que sea necesario siquiera incitar expresamente a ello. El aprendizaje vicario les ha llevado a la violencia.

Vaquer llama a los educadores a utilizar de forma pedagógica la biofilia, el vínculo emocional innato en los humanos hacia los demás seres vivos. Dado que la transmisión de emociones en la relación empática se realiza mayoritariamente con un lenguaje no verbal, a los niños les resulta mucho más fácil y accesible el ejercicio de la empatía en la interacción con un animal no humano. En esa fase del desarrollo el aprendizaje es eficaz y eficiente, y posteriormente se generaliza hacia su propia especie.

Si un niño aprende desde pequeño a respetar a los más vulnerables, a los que ni siquiera pueden defenderse de sus ataques, a los que comprende pese a no hablar el mismo lenguaje, al ir creciendo extenderá con mayor facilidad ese respeto a sus congéneres.

El trabajo sobre la empatía de los niños a través de la biofilia se ha demostrado eficaz en la prevención de conductas violentas y de otros trastornos del comportamiento en niños con fuerte impulsividad, problemas de autocontrol y regulación emocional. Desde Proda insisten en que el aprendizaje de las capacidades, las habilidades y las competencias que conforman la inteligencia emocional son imprescindibles en una educación para la convivencia, la paz y el equilibrio entre personas. Uno de sus pilares el autoconocimiento y la autorregulación de las propias emociones, y otro es la capacidad de empatizar con los demás y experimentar compasión. Saber ponerse en el lugar del otro, considerarle un ser sintiente, es imprescindible para la construcción del propio equilibrio psicológico.

El material con el que los niños aprenden actualmente en las escuelas cosifica a los animales. Desde pequeños aprenden que las vacas “dan” leche o las gallinas “dan” huevos, incluso aprenden las partes en las que se puede despiezar un cerdo. Esos mismos libros, como recordó Chema Lera, les incitan a preguntarse por qué los burros o los gatos ya no son “útiles” en los núcleos urbanos. “Un gato no es útil. Está ahí porque tiene todo el derecho del mundo a estar ahí”, responde el maestro con vehemencia.

Chema Lera hace de la empatía la maestra de todas sus clases, sea cual sea la materia que toca en ese momento. Cuando una mosca entra en el aula él inmediatamente pide ayuda para intentar sacarla y sus alumnos no dudan. “No me he encontrado a ninguno que quiera coger un trapo para matarla”, asegura. En su colegio, los niños saben cómo rescatar arañas con unos conos de cartulina que ellos mismos hacen para capturarlas y devolverlas al exterior.

Cuando algún animal se ve en apuros, esos niños saben que tienen que pedir ayuda a Chema Lera y hay un panel donde todos ellos comparten sus reflexiones y sus puntos de vista sobre su relación con ellos. La empatía, dice este maestro, tiene cabida en todas las materias, también en matemáticas o en educación física. En esa asignatura, en vez de limitarse a hacer secuencias de ejercicios los niños han simulado ser aves atravesando un parque eólico o refugiados huyendo de una guerra. Esa empatía se acaba trasladando a las personas que tienen en su entorno y se hace realidad la máxima que Chema Lera repite y que es tan sencilla como irrefutable: “Cuando un gato necesita ayuda, ayudamos al gato. Cuando un compañero necesita ayuda, ayudamos al compañero”.

La experiencia de Chema Lera no es única. Otros centros, otros maestros y otros programas ya han introducido la empatía hacia los animales en la enseñanza cotidiana de los más pequeños, y todos han comprobado que esa experiencia mejora el clima general del aula y las relaciones entre compañeros, reduce la inestabilidad emocional de los niños, disminuye la agresividad física y verbal, y los alumnos adquieren más recursos para el autocontrol en sus relaciones con los demás. Los tests que han servido para evaluar esas experiencias se han hecho también en centros de menores privados de libertad y los resultados han sido igualmente prometedores, aseguran desde Proda.

Los profesionales integrados en Proda han detallado una propuesta para integrar esa empatía de forma transversal en el currículum educativo y que los niños aprendan que los animales sienten emociones como miedo, alegría o tristeza, sufren y disfrutan, y merecen respeto. Además, proponen incluir ejercicios prácticos para que los alumnos puedan identificar esas emociones en los animales, bien de forma real o virtual, y problemas éticos para que reflexionen sobre sus propios valores, los derechos de los animales y la mejor forma de resolver los conflictos que pueden surgir en la relación con ellos.

Hacerlo realidad requiere de una formación específica para los educadores y de la implicación de los padres, un largo camino por recorrer que puede empezar a materializarse con la iniciativa parlamentaria que la APDDA espera poder presentar próximamente. Vaquer anima a los grupos parlamentarios a llevarla adelante: “Si logramos despertar su empatía de pequeños, sembraremos la semilla para que sean adultos solidarios”.

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