Acumular deudas y sacrificar animales para sobrevivir: el coste de piensos y forrajes asfixian a la ganadería en Canarias
En la ganadería, cada céntimo cuenta. Producir un litro de leche caprina a 70 o a 75 céntimos puede marcar la diferencia entre la supervivencia o el cierre. Los mayores gastos de las explotaciones provienen de la alimentación de los animales. En Canarias, casi la totalidad de los piensos y los forrajes son de importación y, por ende, las islas están sujetas a los vaivenes de los mercados internacionales. La especulación y la guerra en Ucrania han incrementado el precio que los productores deben pagar para que cada día coman sus vacas o cabras, en algunas ocasiones, más del doble. A pesar de estar subvencionados por el Régimen Específico de Abastecimiento (REA), los alimentos de los animales absorben prácticamente la totalidad de los costes de producción y ni con las ventas ni las ayudas de instituciones como el Gobierno regional o los cabildos llega. Los ganaderos se ven obligados a endeudarse con las compañías que adquieren y venden el millo, la alfalfa o raigrás y a deshacerse a los animales que menos produzcan para poder mantener su actividad.
“Antes de la pandemia estábamos con 700 cabras y actualmente vamos por 300 cabezas y disminuyendo, porque no cubrimos costes y tenemos que estar matando todas las semanas 20 o 30 animales para poder comprar la alimentación y poder pagar el alquiler, la luz o el agua y todos los gastos”, explica David Chamo, ganadero que tiene una explotación en una finca en Arico (Tenerife) arrendada. De familia ganadera, recuerda que su padre “era de los cabreros que había en la zona de Santa Cruz de Tenerife en los años sesenta, que iban vendiendo la leche de casa en casa”. En 2012 empezó con su actividad, a través de la cual vende de forma directa sus propios quesos artesanales, pero a sus 44 años no sabe si después de diciembre podrá seguir.
Aunque el sacrificio de animales en las ganaderías destinadas a la producción de leche es una actividad habitual cuando dejan de producir, Chamo dice que se ha visto obligado a prescindir de cabras preñadas y que dan leche, “porque en el matadero, los carniceros pagan por kilo, cuanto más pesa más cobras, entonces tengo que ir matando de los más grandes, de los más gordos, para poder ir cubriendo los gastos”. Es a partir de junio cuando Chamo dice que empezó a ir con más frecuencia al matadero insular, cuando se quedó sin sus ahorros. “Sacrifiqué en 15 días a 95 animales ese mes”, indica. ¿El motivo? “El coste de los piensos”, responde.
Según su relato, está gastando una media de 500 euros diarios en dar de comer a sus animales y la venta de sus productos le reporta unos 400 euros. “Tenía una pérdida de 100 euros diarios cada día”, señala Chamo, que remarca la imposibilidad de subir los precios del queso a sus clientes porque no le comprarían. Desde hace cinco años se mantiene en 9 euros. Todo lo que gana lo destina a la alimentación de sus cabras y hace cuatro meses que no puede pagar al alquiler de la finca, que asciende a 2.000 euros mensuales. “O pago el alquiler o comen los animales”, añade.
Sin embargo, desde el Matadero Insular de Tenerife consideran que el número de animales sacrificados, que luego se destinan a consumo humano, entra dentro de los parámetros normales. El consejero de Agricultura, Ganadería y Pesca del Cabildo de Tenerife, Javier Parrilla, reconoce que hace tres años que se registra un “incremento constante y continuo”, pero considera que “no tiene relación con las sucesivas crisis que hemos sufrido, como la pandemia o ahora con la crisis internacional de los cereales”. Parrilla indica que, si bien es cierto que “hay entidades que han tenido que cerrar”, el aumento de sacrificios no tiene relación con el incremento en los costes de producción.
“Los datos muestran cierta normalidad, con cierto crecimiento en el número de cabezas, en los kilos de cabra, oveja y vaca”, señala Parrilla, para quien esto muestra que hay mayor confianza en el producto local de carne fresca. En este sentido, explica que la ganadería no se dedica exclusivamente en las Islas a la producción de leche o queso, también hay explotaciones destinadas a la carne. Y el hecho de que haya “un ligero incremento de un 5% en el número de kilos faenados” implica que hay más producto local en el mercado.
En Gran Canaria, la isla con más ganadería de todo el Archipiélago, “en general ha bajado el sacrificio, no ha subido”, indica el director general del Matadero Insular Agustín González. En bovino se ha registrado un incremento que achaca a un solo ganadero en concreto porque sus vacas dejan de ser productivas: “Si hay 240 más, tiene 200 este señor”, señala. Y en caprino, también se ha registrado “un pequeño aumento” y aquí “sí puede ser que haya ganaderos pequeños que no quieren mantener sus animales, pero eso no ocurre con los grandes productores”.
En su granja de 400 cabras ubicada en Agüimes (Gran Canaria), Juan (nombre ficticio) explica que aquellos animales que produzcan menos de 1,5 litros de leche al día, van a sacrificio siempre y cuando tenga un acuerdo con un carnicero para obtener una compensación económica. “La media en mi explotación es de 2 litros diarios, los que daban menos de 1,5, antes los aguantaba un poco más, cuando el precio de la alimentación estaba un poco más económica, pero tal y como están ahora, no puedo mantenerlos y los llevo al matadero”, relata.
Juan señala que el precio de la alimentación animal “ha subido una barbaridad”, aunque se ha mantenido, y el de los forrajes “está disparatado” con una tendencia a seguir creciendo. El millo, el año pasado lo compraba a 18 céntimos el kilo, ahora está a 0,40 euros; hace un par de años, conseguía contenedores de alfalfa de 24 toneladas a 5.000 euros y el último que compró en julio le costó 10.200 euros. Puede comprar los productos gracias a los préstamos y porque las compañías le permiten endeudarse.
Gracias a que los industriales que le compran la leche han subido el pago, consigue mantenerse, pero sin ganar ningún beneficio. En marzo le abonaban 0,68 euros y ahora, 75 céntimos. Con las ventas y con las ayudas del Gobierno de Canarias y el Cabildo puede cubrir sus costes, que ascienden a 1 euro por leche producida. “Las ayudas vienen del cielo y estoy muy agradecido, pero son parches, entran por un lado y sale por el otro”, indica Juan.
Durante este año, las demandas del subsector, alertando de su desaparición si no se tomaban medidas, confluyeron en mayo en un encuentro entre el Gobierno de Canarias y la cadena alimentaria, desde todos representantes de los productores a los industriales y las superficies de venta al consumidor. Se acordó subir el precio que recibían los ganaderos dedicados a la producción de leche: pasar de 50 a 60 céntimos por el litro de leche de vaca y de los 70 a entre los 90 céntimos y un euro el de cabra y oveja. Sin embargo, un mes después volvieron a reunirse, pero no acudieron los industriales. El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, valoró que se subiera “ligeramente el precio”, pero al mismo tiempo reconoció que aún estaba lejos de las demandas de los ganaderos.
Roberto Castro, ganadero con una explotación de 1.600 cabezas de cabras en Arona (Tenerife) destinada a la producción de leche, dice que le cuesta 1,10 euros producir un litro de leche, pero le pagan 75 céntimos. Sin embargo, entiende que los industriales no pueden subir el precio que le pagan a los productores porque si no, no le compran las grandes superficies. Pero sí critica que los quesos y la leche local tengan que competir con la leche en polvo, “que es muy barata y está subvencionada” con el REA. Es decir, la misma ayuda que abarata la importación de piensos y forrajes, facilita la adquisición de la leche en polvo.
“Las ayudas no van a resolver nada. Yo cobro mucho en ayudas, pero gasto mucho. El Gobierno debería priorizar que se consuma el producto local antes que lo de fuera y no dejar hacer quesos con leche en polvo. Si entran productos de fuera más baratos de lo que cuesta producir aquí y los compran las grandes superficies, nunca vamos a salir adelante”, explica Castro.
Su situación no difiere de la del resto del subsector. Sigue acumulando deudas con las compañías de pienso y también ha tenido que prescindir de animales que antes mantenía a pesar de que le dieran poca producción. “El matadero no me compra nada, hace un servicio, que es matar al animal. Yo tengo que buscar el comprador. Pero los compradores se aprovechan, porque saben que te las tienes que quitar de encima y los animales valen menos. Si yo no tengo a nadie a quien vender esa cabra, no la sacrifico, porque encima el matadero me va a cobrar por sacrificarla”, explica Castro.
Por ello, todos los meses trabaja “a pérdidas”. “No sabemos cuánto podemos durar. Los piensos y los forrajes no bajan, están demasiado caros. La leche no sube”, añade. Hasta ahora, puede cubrir todos los gastos, excepto el de la alimentación para los animales. “Gracias a que me dan crédito, pero siempre voy arrastrando. Me llega una subvención y sí, pago lo que debo, pero dentro de dos meses estoy igual”, lamenta Castro. Además, tampoco ve viable vender animales a otras explotaciones porque “todos estamos igual”. Recuerda que le ofrecieron más cabras, pero las rechazó porque no podría mantenerlos. “Ni regalados, ni siquiera estoy criando”.
Para el consejero de Agricultura, Ganadería y Pesca del Cabildo de Tenerife, tanto el subsector como las instituciones están “a la expectativa de ver cómo evoluciona la situación internacional”. Parrilla cree que “cuanto el miedo entra por la puerta, la esperanza salta por la ventana” y “hay mucha gente que expresa su angustia o su falta de confianza en su propia gestión”. Pero recuerda que hay muchas líneas de ayudas para la ganadería, tanto europeas, como regionales e insulares. “La administración está poniendo casi toda la carne en el asador, estamos poniendo todo lo que se puede para dar confianza”, concluye Parrilla.
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