Los agravios del Estado

Señalaba Harold Nicolson “Solo Dios sabe lo complicada que es la política, y que a menudo los cerebros y los corazones de los hombres revolotean desvalidos como inocentes pájaros prendidos en la trampa. Pero si no somos capaces de indignarnos lo bastante ante una gran injusticia, nunca lograremos llevar a cabo acciones que sean integras”.

Los españoles de distintas Comunidades Autónomas vamos a ser tratados igual independientemente de si hemos administrado bien o mal nuestros recursos. ¿Quién va a propiciar esa injusticia? El Estado de la Nación.

¿Serán premiados los buenos administradores o los malos? El Estado premiará a los malos a costa de los buenos. No parece justo. Según el Ministerio de Hacienda, la deuda de las Comunidades Autónomas ronda los 232 mil millones de euros. Cataluña encabeza el ranquin de morosidad con unos 63 mil millones de euros y el Estado ha decidido perdonarle 1.844 millones de euros de intereses para el año 2015 (de los 5.811 millones de euros perdonados a todas las Comunidades Autónomas); pero no es lo mismo perdonar esa cantidad de dinero de intereses que perdonarle a los canarios 178 millones de euros.

Que le perdone el señor Montoro a Cataluña lo que quiera, pero a Canarias, con una tasa de paro desbordada, ¿nos deberían dar algún premio por tener unos buenos administradores? Aquí al que no hace los deberes lo premian y al que los hace, aunque sea muy pobre que se fastidie. No parece justo y debemos indignarnos ante una gran injusticia y parece como si Harold Nicolson estuviera recordándonos“ nunca nuestros gobernantes llevaran a cabo acciones que sean integras si no son capaces de indignarse ante una gran injusticia”.

En los años ochenta el Estado sacó una Ley en la que puso a cero la morosidad de los Ayuntamientos de España. Se premió igual a los alcaldes que no se endeudaron con aquellos que llevaron las corporaciones locales a la quiebra. Esas actitudes del Estado habría que calificarlas como mínimo de falta de seriedad.

Los canarios nos han apretado el cinturón y otros españoles tuvieron otro trato. Esas situaciones en momentos de crisis severa parecen totalmente improcedentes, injustas, insolidarias y que justifica el sentirse agraviado.