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AISU: cemento y tierra quemada para Santa Úrsula
Nací en un barrio de clase obrera de la periferia de Santa Úrsula donde muchos obreros votan a la derecha, algunos deseando siempre convertirse en empresarios para oprimir a otros obreros y, por eso, nunca tuvieron conciencia de su clase social. Un barrio donde las amas de casa asumieron el papel de cuidar y garantizar que cada hogar debía convertirse en el espacio más idóneo posible para el desarrollo de la familia, y aunque prácticamente no tenían estudios, algunas fueron conscientes de que el delantal les daba más poder que a muchos de esos obreros.
He utilizado el término periferia porque, aunque se emplea en los análisis de geografía urbana y aplicado a los cinturones de población marginales que rodean las ciudades, refleja la realidad de este espacio en concreto, olvidado por todas y cada una de las Corporaciones que han estado al frente del Ayuntamiento de esa localidad.
En los últimos años, el mayor avance que conseguimos fue que el Consistorio nos pusiera por primera vez una estrella como decoración en la Navidad, una forma simbólica de decirnos que teníamos derecho a comer las migajas. Si dejamos a un lado los contenedores de reciclaje y unas bandas reductoras de velocidad, que están tan destrozadas como la credibilidad de los políticos, al final seguimos igual: somos los olvidados intencionadamente porque nunca se ha tenido en cuenta nuestra realidad vecinal. Nunca, salvo cuando hay que pagar impuestos y, sobre todo, cuando llegan las elecciones municipales.
Hace unas semanas, cuando todavía no había comenzado oficialmente esta campaña electoral para los comicios locales, me llevé una grata sorpresa cuando el todavía alcalde, don Juan Manuel Acosta Méndez, visitó mi barrio. El motivo era evidente: aprovechar el intervalo previo al inicio de esa campaña para ir allanando un poco la conciencia del voto, repartiendo un programa informativo donde se recogía la reciente gestión de su partido: Agrupación Independiente Santa Úrsula (AISU). En medio de esa relación cortés entre ambas partes, me dijo una frase que, a día de hoy, la tengo grabada en la memoria: “Te vamos a asfaltar la calle”. En ese momento, me parecido totalmente retrógrada, oportunista y condicionada al momento electoral, donde el partido gobernante siempre busca una proyección pública a través de obras con el fin de atraerse al potencial votante.
Esa actitud reproducía exactamente la concepción de los partidos del sistema político español de la Restauración, cuando el cacique del partido Liberal o Conservador, según el turno de gobierno establecido oficialmente en cada momento entre ambas formaciones, dominaba e influía en los ámbitos rurales sobre aquellos que tenían derecho a votar, mientras los vecinos analfabetos, asumiendo su papel de mano de obra campesina, quedaban excluidos de ese proceso y bajaban la cabeza para obedecer si querían seguir comiendo. Sin él, no había desarrollo, que siempre estaba condicionado a sus intereses personales, evidentemente, pero demostrando que quien tenía el poder, dominaba sobre el resto.
Al despedirme del referido alcalde, tuve la impresión de que estaba viviendo en ese período. No obstante, tenía claro que ese cargo público no es quien asfalta mi calle ni la de cualquier otro ciudadano del municipio. Para nada tengo que darle las gracias, en caso de que se realice, porque es obligación del propio Ayuntamiento, como institución pública que recauda parte de mis impuestos, velar y mantener el decoro y la conservación de esa infraestructura municipal. No es cuestión de pleitesía, sino de inversión pública sin corte partidista. Me pareció mezquino, con todo lo que esa palabra implica, que él y su partido se acordasen de unos vecinos en concreto para lanzar ese mensaje, cuyo único propósito era conseguir votos para continuar al frente del Consistorio.
No deja de ser curioso que, en ese momento, el alcalde, que debería comportarse de una manera más cercana a los ciudadanos y sin falsas apariencias, sobre todo en un barrio que apenas ha visitado en todos los años que lleva al frente de la alcaldía, no me preguntase en qué estado se encontraba el mismo, cuáles eran mis inquietudes culturales o qué necesidades perentorias había que cubrir. Un alcalde es un vecino más y tiene que conocer y comprender la realidad de su municipio para saber gestionarla a la altura de lo que se espera de él. Cuando no existe cercanía y diálogo abierto, o no lo hay con todos los vecinos al mismo nivel, entonces entra en liza el juego político, que es lo que se practica en momentos así cuando alguien llama a la puerta de tu casa.
Para quien no lo sepa, les daré unas pinceladas de qué es AISU. Esta formación política nació en 1983 fruto de la desaparición de Unión de Centro Democrático, una coalición de centroderecha fundada por Adolfo Suárez en la Transición. Desde entonces, ha gobernado en Santa Úrsula, salvo en el interregno comprendido entre 2011 y 2015.
Aunque a nivel ideológico se define como independiente, siempre ha sido un apéndice de la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI) y de las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), que posteriormente se integraron dentro de Coalición Canaria (CC). Con eso, ya está todo dicho. Teniendo en cuenta el grado de corrupción histórica en el que se ha visto inmersa esta última formación nacionalista y lo que representa políticamente, lo que ha hecho AISU es dar su conformidad a esta práctica carente de ética, que tanto daño ha provocado al sistema político y a la democracia, en vez de alejarse de ella.
Pero no señalemos a otros porque AISU también ha abonado el campo de la corrupción y ha recogido extensamente sus frutos. No olvidemos que la historia política reciente de este municipio estará siempre marcada por dos grandes casos de este tipo de actuación inmoral, vinculados a dicha formación y a su exalcalde, Ricardo García: en 2009, este último cometió prevaricación urbanística, junto a las exconcejalas María Eugenia Medina, Inmaculada Arbelo y Magdalena Luis, ya que concedieron la licencia de primera ocupación de 49 viviendas ubicadas en La Quinta, condenándoseles a un año de cárcel; y entre 2005 y 2022 “colocó” a 22 trabajadores en el Consistorio de manera ilegal, hasta el punto que el propio Ricardo García confesó el delito para alcanzar un acuerdo con la Fiscalía.
El poder es eso y parte de la ciudadanía no los olvidamos. No metemos la basura debajo de la alfombra, sino que barremos la calle para que esté limpia. La de mi barrio tendrá socavones y no está asfaltada, pero está limpia.
Al mismo tiempo, AISU ha sido símbolo del cemento y las construcciones, cuando aún quedaba muy lejos la crisis del 2008, destruyendo parte de nuestro entorno natural. En 2004, según declaraciones del referido Ricardo García, la demanda de viviendas sociales de promoción pública superaba la cifra de 300. En 2010, después de 50 años de las últimas viviendas de esas características (volvemos a la etapa franquista), se entregó una promoción de 26 viviendas sociales de protección oficial en régimen de alquiler.
Mientras eso ocurría y desde muchos años antes, en el municipio próximo de La Matanza de Acentejo se desarrolló un amplio plan de vivienda en distintas modalidades, que garantizó que los jóvenes de esa localidad cumpliesen con uno de los derechos básicos y universales de esta sociedad: el acceso a su primera vivienda. Por el contrario, en Santa Úrsula lo que se gestó fue un programa orquestado de especulación urbanística y dominio de los bancos con sus insultantes hipotecas, que condicionó la vida de muchas personas. Ellos, los habitantes de La Matanza de Acentejo, se quedaron en su municipio, en sus raíces; en cambio, en el nuestro muchos emigraron porque no podían pagar los precios de libre mercado o se hipotecaron de una manera cruel.
Esto está relacionado con su apoyo directo a la instalación de las grandes superficies, rompiendo así con el tejido del pequeño y mediano comercio, frente al enriquecimiento de una mínima cantidad de empresas, que controlan el mercado y se llevan los beneficios. Era evidente que, tarde o temprano, el crecimiento demográfico desorbitado (y desordenado) del municipio garantizaría este hecho.
Tampoco quiso frenar el pelotazo urbanístico de la antigua finca platanera de Entrecanales, en La Quinta, un lugar que pudo convertirse en un pulmón verde y que hoy en día es el ejemplo de las consecuencias de esa especulación y de la falta de sensibilidad hacia el entorno natural.
No deja de ser paradójico que los políticos de esta formación presuman mucho en sus redes sociales de la importancia de los distintos parajes de la localidad, teniendo en cuenta ese tipo de comportamientos que contradicen totalmente ese parecer. Precisamente, le recuerdo al señor alcalde que no se pueden publicitar sobremanera los rasgos de la agricultura local cuando, hasta hace pocos años, se desarrollaba un improvisado mercadillo del agricultor con cuatro casetas por fuera del Ayuntamiento que daban pena, mientras de La Matanza de Acentejo y Tacoronte habían apostado hacía muchos años por unas infraestructuras donde el agricultor tenía un espacio funcional para vender su producción.
Además, como formación política, a AISU le viene muy grande el significado y la pretensión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas porque la ecología, el desarrollo sostenible y el respeto hacia la naturaleza no son parte de un juego de malabares, sino un compromiso social y generacional bajo una forma de vida, una educación y unos valores que ese partido nunca ha representado.
No me olvido de las asociaciones de vecinos, que no son independientes, sino que están totalmente dominadas, como se hace en otros municipios, porque ahí está parte del germen del voto hacia esta formación. Controlándolas, mantiene a su vez el control mayoritario de los barrios donde se hayan creado a través de quienes formen parte de ella. Esta estrategia, perfectamente diseñada desde la Transición en el marco sociopolítico español, continúa hasta hoy en día.
No obstante, considero que también hay que ser justos: si AISU lleva tantos años en el Consistorio de esa localidad es fruto del apoyo de gran parte de la ciudadanía, que le ha otorgado su confianza. No todos podemos opinar igual ni tenemos la misma ideología y hay que aceptar el mecanismo electoral y la democracia, que también presentan muchas imperfecciones.
Cuando fue elegido alcalde, Ricardo García dijo en el primer Pleno del Ayuntamiento que presidía que su intención era convertirse en el alcalde de todos. La frase, que ya barruntaba mucha mentira, demostró con hechos que perdió todo su valor y que no se puede sembrar confianza y honestidad en una tierra quemada. AISU es otro partido donde el cargo de concejal se concibe como una profesión, no como un cargo público temporal.
Comencé hablándoles de mi barrio y de la promesa del alcalde. Quizás él no lo sepa, pero recuerdo perfectamente la primera vez que asfaltaron mi calle, cuando apenas era un mocoso: pusimos banderas de España, alguna que otra era muy grande (el posfranquismo aún pesaba cultural y socialmente), y hojas de palmeras atadas como decoración (en ese tiempo, no teníamos estrella de Navidad y a veces no pasaba ni el camión de la basura). Vino el cura para bendecir el acto. Se cortó simbólicamente la cinta de la inauguración y, por primera vez, supimos como vecinos qué sentía cuando los políticos nos tenían en consideración. Ahora, veo las cosas con otra perspectiva y comprendo perfectamente, desde la trayectoria vital que me dan los años y mi aprendizaje político, que nada ha cambiado y que AISU está muy lejos de un trabajo vecinal abierto, plural, democrático y asambleario.
A estas alturas, quizás se pregunten cuál es el nombre de mi barrio. Eso es lo de menos. Lo importante es que siempre habrá alguien que llamará a su puerta para venderles una aspiradora o una intención de voto. Pero recuerden: hay que mantener limpia la calle y la conciencia.
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