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“Atentados selectivos” y otros eufemismos de Israel

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A más de 500 ascendía en la tarde del martes la cifra de muertos causados por lo que Israel ha dado en llamar “ataques selectivos”; bombardeos que han matado, al producirse en zonas altamente pobladas como Beirut, a cientos de personas de una población civil indefensa. “Bombardeos selectivos” fueron también los de este lunes y el del 27 de julio. Durante estas semanas, el Líbano ha sido objeto, también, de “ataques preventivos”, una peculiar interpretación del Artículo 51 de la Carta de la ONU: “Presumo que nos van a atacar, así que, me adelanto haciendo uso del derecho a la legítima defensa”. 

El lenguaje de los eufemismos, como afirmaba Víctor Moreno el pasado mes de enero – nuevatribuna.es-, no sólo pervierte el objeto que denomina, la guerra, sino a quienes lo usan porque, además de evitar susceptibilidades, “su función es manipular, edulcorar y, en última instancia, falsificar y ocultar, en este caso, un genocidio, el de Gaza”, al que se suman con posterioridad los ataques indiscriminados a un país soberano como está ocurriendo con Líbano o como ha sucedido en Siria o Irán.

Según ese relato, las miles de víctimas de los bombardeos o de los atentados terroristas, que sustituyen la anticuada carta-bomba por los dispositivos móviles explosivos, son “daños colaterales”. Además de los fallecidos, hablamos de esos millares de heridos que, si sobreviven, quedarán discapacitados de por vida.

Se repiten estos días en el Líbano los esquemas del pogromo de Gaza, el primero el aviso a la población civil para que abandone sus lugares de residencia: “emigración voluntaria” lo llaman. A quienes huyen de los intensos bombardeos en el sur del país se les suman los 100.000 desplazados que, desde octubre de 2023, ha causado la táctica de “Tierra quemada” de Israel al sur del Litani. 

La de la “tierra quemada” es una de las prácticas bélicas más antiguas. En su origen consistía en quemar los campos de cultivo durante las guerras. Heródoto la documenta en la época de Dario I y ha sido puesta en práctica a lo largo de la historia. En la España del s. XV, los Reyes Católicos la utilizaron para desplazar a los musulmanes de Al-Andalus, originando desiertos que perviven en la actualidad.

Esta práctica quedó prohibida en los Convenios de Ginebra. El artículo 54 prohíbe “atacar, destruir, sustraer o inutilizar bienes indispensables para la supervivencia de la población civil”. Pese a ello, Israel la sigue utilizando impunemente en su sitio a Gaza y en el sur del Líbano, bombardeando con fósforo blanco, otra forma de quemar, los campos de cultivo, arrasando tierras y contaminando acuíferos. Con estas acciones comete una doble violación de las resoluciones, realizar esta práctica prohibida por una convención internacional y hacerlo valiéndose de armas químicas no autorizadas. 

Con la huida de la población asediada a lugares que consideran más seguros, Israel vuelve a encontrar una disculpa para extender sus ataques: la afirmación de que entre la población civil desplazada se encuentran objetivos militares. Triste paradoja la de aquellos que han viajado en interminables caravanas, desde las asediadas zonas del sur para refugiarse en las casas de sus familiares de los barrios chiíes de Beirut, y han sido masacrados en la capital libanesa horas después.

Se produce ahora un nuevo éxodo de esos barrios capitalinos hacia el norte del país, convirtiendo, a ojos de los agresores, cualquier lugar del Líbano en objetivo; y ya sabemos, por las dramáticas experiencias de este último año, que lo mismo les da atacar escuelas que hospitales o bombardear con armas químicas ilegales.

El uso de los eufemismos a los israelíes ya les viene de lejos: empezaron sustituyendo las vocales de algunas palabras Bíblicas, continuaron hablando de “asentamientos legales” en territorio ajeno y terminarán acuñando, si no lo han hecho ya, algún término similar a la “solución final” para enmascarar el genocidio que siguen cometiendo en Gaza.

El uso de los eufemismos, volviendo a la afirmación de Moreno, no sólo pervierte el objeto que denomina y a quienes lo acuñan, también a aquellos periodistas y medios de comunicación que los difunden con machacona insistencia.

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