Espacio de opinión de Canarias Ahora
La censura cultural del PP y VOX
Cuando hablamos de censura, automáticamente pensamos en países donde imperan las dictaduras o donde los Gobiernos democráticos brillan por su ausencia. Siempre ponemos el punto de mira en el tercer mundo, como si fuese el único culpable de los males que azotan a la humanidad porque no queremos que sus imperfecciones salpiquen nuestro modelo de vida acomodado y puro. Naciones como Cuba, Venezuela, Rusia, Corea del Norte o cualquiera de los territorios que conforman los Emiratos Árabes están en nuestro punto de mira como ejemplos de la ausencia de libertad de expresión y de información, así como de la persecución y la desaparición de periodistas, el cierre de medios de comunicación que no son afectos al Estado y la prohibición de cualquier aspecto cultural que se considere ignominioso.
Por eso, hoy escribo con rabia y tristeza ante lo que está sucediendo en España porque el Partido Popular (PP) y Vox han llegado a un acuerdo para construir un muro para arrinconar, marginar y, sobre todo, destruir el desarrollo cultural de un país que no se merece esto. No es un simple acuerdo programático, sino un plan orquestado desde hace tiempo para secuestrar esa libertad de expresión y eliminar cualquier producto que lesione su intereses.
Esto no es una broma: es el camino directo hacia la imposición de unas ideas que anulan a las personas y reprimen tanto su libertad intelectual como su creatividad. Esas personas somos todos los que rechazamos esa práctica y que, por el contrario, abogamos por una sociedad libre, abierta y plural en el ámbito cultural, que bajo ningún pretexto debe estar condicionada ni coaccionada por el poder político. Como si no fuera bastante con la Ley Mordaza, aprobada en 2015 por el PP, ahora esta formación, catapultada por otra de corte fascista, también nos amordaza en ese otro espacio.
La censura en toda regla que se practica en España, manipulando para ello el engranaje de la democracia que, supuestamente, debía amparar a sus habitantes, desmitifica de una vez por todas la imagen paradigmática que se exporta con frecuencia al exterior, basada en una nación donde la opinión independiente, la comunicación libre y la protección de la difusión de las ideas se antepone a cualquier aspecto que impida su libre desarrollo.
Ese acuerdo entre la derecha y la extrema derecha, catapultado por el resultado de las recientes elecciones municipales, tiene como uno de sus objetivos la censura cultural, que no es más que un proceso de control ideológico, con carácter antidemocrático, para prohibir cualquier creación, manifestación y desarrollo libre del pensamiento, los conocimientos y las ideas que, a su juicio, vayan en contra de las suyas.
Esta forma de proceder demuestra que, en su hoja de ruta, no existe el respeto hacia las personas y que ya habían diseñado previamente un proceso de destrucción cultural, con un nuevo giro dentro del amordazamiento para imponer su verdad y evitar el análisis y la evaluación de la información, la reflexión, el debate, la diversidad, la multiculturalidad y la evolución social desde ópticas diferentes.
El PP y Vox han embarrado la democracia, que ya de por sí tenía unos pilares endebles. Prohibir la representación de obras de teatro y la proyección de películas, vetar la adquisición de documentos por las bibliotecas públicas, retirar las banderas del colectivo LGTBIQ+ de instituciones públicas y reprobar actos donde se utilicen las lenguas cooficiales son algunos de los ejemplos más significativos de la vulneración de los derechos de los ciudadanos. No les importa porque están acostumbrados a actuar así, de espaldas al pueblo, robando a plena luz del día nuestra esencia personal y de pertenencia a una comunidad.
El modelo de convivencia que promueven esos dos partidos es un camino directo hacia el fusilamiento en masa de la cultura, los artistas, sus obras y su contenido. Señalan objetivos concisos, redactan una lista negra y aprietan el gatillo, pero ahora, en vez de utilizar las tapias de los cementerios y las cunetas de las carreteras para verter su ira, recurren a la censura directa como medio de dominio. Al mismo tiempo, su actitud supone una violación en toda regla de las libertades que nos ampara la Constitución, documento que siempre defiende el PP cuando le interesa, demostrando así que no sirve para normalizar la vida de los españoles ni para mantener su integridad y su dignidad.
Hemos vuelto a la España en blanco y negro, un páramo triste y lúgubre donde no crece nada más que el odio, alimentado por quienes no toleran la diversidad como forma de construcción social. Saben muy bien que hay que poner limitaciones de todo tipo a la cultura con el fin de evitar el libre pensamiento.
Ya no solo se habla de política económica y de reproches mutuos entre los partidos dominantes, que conduce a un enquistamiento de una situación que, en sí misma, reproduce una guerra de trincheras, donde sobrevive el más fuerte, el más ágil, el más despiadado y el que mejor haga malabarismos verbales con el significado de la democracia. Ahora también se ha sembrado un campo de minas para que no se represente públicamente una obra de teatro donde dos mujeres se besan, se acarician o se desean sexualmente; los libros en euskera, que forman parte de las colecciones de las bibliotecas públicas, son en realidad bombas; los actores y las actrices son enemigos potenciales de la patria porque verbalizan y difunden contenidos subversivos, que en sí mismos pervierten a la sociedad; y los escritores y las escritoras escriben propaganda incendiaria, novelas, relatos, ensayos y otros géneros literarios que son basura, a través de la cual inyectan el miedo y la desafección.
En realidad, la lectura es la contraria y es la que debemos potenciar y proteger para quitarnos de encima la caspa del PP y Vox: que dos mujeres se besen en una obra de teatro implica el reconocimiento histórico a la diversidad sexual y el derecho de elegir libremente cómo y con quien queremos vivir; los libros en euskera, que forman parte de las bibliotecas públicas, contribuyen a difundir la lengua y la cultura de una región de España, garantizando su reconocimiento histórico como pueblo y la pluralidad de la información, así como el derecho a acceder a ella en un contexto no represivo; los actores y las actrices interiorizan personajes a través de los cuales manifiestan la situación por la que pasan los pueblos, sus anhelos y sus conquistas, y ponen de relieve los sentimientos que les acompañaban en sus éxitos y fracasos; y los escritores y las escritoras proyectan el entorno que nos rodea, sin filtros de ningún tipo, donde la miseria convive con la felicidad; el pobre, con el rico despiadado, y las conquistas sociales, con la pasividad de los obreros, siempre sin ponerle cortapisas a su imaginación y a su visión de su existencia particular.
No es posible la democracia sin una cultura libre. El camino que defienden el PP y Vox conllevará la quema de libros, la clausura de teatros, el cierre de medios de comunicación, la privación de la opinión pública, el veto a autores de la literatura universal, la retirada de cuadros de museos. Los escritores y las escritoras acabarán en las cárceles, cortándoles las manos para que no puedan escribir, como hicieron otros como ellos con Víctor Jara. Todo en favor de la verdad, su verdad. No estamos en Venezuela ni en Cuba ni en Irán: estamos España, donde la censura cultural nos condena a la tergiversación del propio relato de nuestras vidas.
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