Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Mi envidia viaja a Lampedusa

0

Qué envidia. Hace unos pocos días en Lampedusa, una isla menor que El Hierro y también más aislada, el director de orquesta más solicitado del orden internacional inauguró un auditorio labrado en una vieja cantera, a cielo abierto, el Teatro naturalle della Cava, programando para el concierto de inauguración un Stabat Mater y la Samia Suite. En el libreto explicativo del concierto se relata que esos mares donde tantos mueren es el escenario de un viaje de la amistad y que voces e instrumentos iban a resonar sobre el sonido de las olas con la esperanza que un día esas olas unirán y no separarán.

El nuevo espacio cultural ha sido pensado como un memorial a los migrantes y rinde especial homenaje a los 395 migrantes fallecidos en el horrible naufragio del año 2013. El maestro Muti en el concierto inaugural subrayó la fuerza simbólica de todo lo que ese día allí acontecía, explicando que en ese concierto se iba a transformar la madera de la muerte en belleza, armonía y esperanza. Los naufragios como suma de tragedia y esperanza.

Pero de qué madera hablan. ¿Conocemos a Samia, a quién se dedica la suite?

La madera son violines, violas y violoncellos con los que sonó la orquesta y que fueron fabricados con la madera de los cayucos naufragados, incluso con esa misma madera pusieron a disposición de Ricardo Muti una batuta. ¿Pero quién es Samia? Muchos recordarán a una atleta olímpica en Pekín 2008 que, formando parte del equipo de Somalia, se retrasó en la prueba clasificatoria diez interminables segundos que dieron la vuelta al mundo. En 2012, en las Olimpiadas de Londres algunos preguntaron por Samia y nadie sabía que cuatro meses antes había muerto en Lampedusa. Ante el abordaje de un barco guardacostas, Samia que era la más rápida en Somalia, se tiró al mar sin saber nadar. Y murió.

En Lampedusa la música y la cultura aportan luz y esperanza a una tragedia total. Aquí, en nuestro país se aplica el Plan General de Contabilidad para deducir a cuantos niños migrantes acogen unos u otros. Una contabilidad para la muerte y para la infamia. Y Samia en 2012 era una mujercita. Ahora hablamos de niñas y niños. En el catálogo de la antología de la buena literatura alguien escribió que sabe que la tierra se mueve y espera a cuando pase por su casa para aprovechar y meterse dentro. Hay muchos que pensamos que no queremos que esa tierra con ese mundo pase por nuestra casa.

El Papa Francisco dijo de forma simultánea a la música que dirigía Muti que todos nosotros somos migrantes en esta vida y que donde están las niñas y los niños vulnerables se encuentra el Señor que camina junto a ellos. Yo no soy seguidor de Francisco. Acaso soy un admirador que lo “golisnea”, que dice un canario. Pero no confío en que los miserables que no quieren dar acogida a niños desamparados presten atención al Papa. Si dice esas cosas que no quieren oír le llamaran boludo. Porque en realidad, y hemos de aclararnos, son solo unos pocos que no cambiarán nunca. Son Millán-Astray en 1936 diciendo “muera la inteligencia”. Son el Papa Pietro Carafa en 1555 condenando a los judíos a ser vendidos como esclavos. Son los mismos, igual número e igual formulación. Son pocos, pero empujan a otros y son los únicos que no van a cambiar nunca. Todos los demás vamos cambiando.

En Lampedusa se entendió que la música y la cultura son algunos de los pocos salvoconductos que nos quedan para abrir corazones. La música transmitía un mensaje, del tipo de no venceréis tampoco convenceréis. Termino con verso de Santa Teresa, nada te turbe, nada te espante. Pero me permito coger para mí un poco de envidia porque aquellos que dirigen la cultura en Canarias no han hecho nada igual. Me pregunto si se les habrá pasado por la cabeza.

Como de nada vale copiar a Lampedusa, imaginen desde algún sitio de alguna isla programar el Holandés Errante. Una performance con barco a la vista. La historia del barco o del capitán condenado por Dios a vagar eternamente por haberse atrevido a pactar con el Diablo poder navegar por todo el globo. En la ópera de Wagner sólo cada siete años puede bajar a tierra para compartir su maldición con una mujer. Pues eso, levanten la condena a ser maltratados a todos esos niños que se atreven a buscar una vida mejor. Samia se ahogó porque huía de una guerra civil.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats