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Galdós, hijo predilecto de Gran Canaria

Escultura de Galdós.

Teo Mesa

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¡A buenas horas…! Hubo de cumplirse el centenario de la muerte del genial escritor en este presente año de 2020, para que todos los organismos oficiales, y ahora, después de más de 150 años de sus valiosas escrituras literarias. La gran virtud de su persona y personalidad, sin falsos postureos ni frivolidades admitidas en su ego, fue la de no doblegarse a la intransigencia de los sectarismos acérrimos quienes maniquean y hurtan la conciencia y el libre pensamiento a la sociedad, con sus moralinas y presuntos principios de ética y moralidad, tan rancios como adocenados de mohos y con un fuerte embate a naftalina; además de sus despojados privilegios a toda la colectividad de la que siempre se sirvieron sus mezquindades fácticas y personales.

Pero a pesar de haber sido uno de los más grandes creadores literarios –cuasi a la par que el propio Cervantes– en la novela de habla castellana, teatro y cuentos, no disfrutó nunca de la pleitesía de los organismos oficiales en sus justos reconocimientos literarios, de aquellos tiempos ni de los actuales, y hasta ahora, con este centenario luctuoso. Toda un vergonzante agasajo muy a destiempo y anacrónico en los faustos.

Es una incongruencia más de quienes nos administran bajo la tutela de los poderes fácticos que les atenazan. Tanto en su tierra natal como en la propia ciudad capitalina del Estado, quienes también se sumaron a este anacronismo, y donde su gran labor literaria fue inspirada en aquella ciudad matritense.

Nunca le quisieron reconocer en sus méritos artísticos en la España insular ni peninsular y allende sus fronteras académicas oficiales (Vaticano, Academia sueca del Premio Nobel, etc.), por el reafirmado contenido en la descripción de la realidad de la sociedad circundante descrita y llevada por la magia de su realidad-fantasía de la tinta impresa a sus novelas. Sí fue muy admirado y agradecido por muchos intelectuales nacionales que disfrutaron con sus literaturas, eminente cultura y en la devoción de su excelso talento para la elucubración de las novelas y el teatro. Fue maestro para muchos escritores en sus lecturas. Y profuso lo fue además, para quienes se recrearon con su amistad, de una muy noble, honesta, humana y humanista como siempre lo fue Pérez Galdós. También fue muy querido y fascinado por su adepto y muy numeroso público que devoraba la lectura de sus creaciones literarias en aquel entonces. Y durante el nacionalcatolicismo del franquismo fue prohibido despóticamente.

Pero sin embargo, a la sólida y convencida personalidad del escritor grancanario, en sus principios y en la persistencia en el ese elegido quehacer de sus obras, con el que estaba persuadido en su ánimo y sensaciones anímicas para su creación literaria, siendo esta su docta trayectoria literaria. Esta forma de hacer literaria era la naturalista, o la realista (1850 – 1890) del momento predominante en las realizaciones novelísticas al uso, que había aprendido de su admirado Balzac, y en paralelo, se le equipara con Gustave Flaubert, Dickens, Dostoievski, Tolstói, Emile Zola, Leopoldo Alas Clarín, Emilia Pardo Bazán, etc.

En uno de los análisis realizados por el lingüista e historiador galdosiano Germán Gullón, comenta: “La riqueza literaria de Galdós sobrepasa eso que denominamos su valor estético, porque sus novelas poseen una enorme riqueza histórica, ética, moral, e incluso emocional, por ser mundanas”. Y añade doctamente: “Sus obras representan la vida en el ochocientos, los cambios sociales, políticos, psicológicos y de costumbres cotidianas, como las de ningún otro. La dignidad galdosiana se extiende más allá del dominio de la literatura propiamente dicha”. Señala Pérez de Ayala, las similitudes y correspondencias existentes entre Cervantes y Galdós, que son tantas y tan notorias. “Cervantes creó las cualidades de la novela en el estilo literario de la Edad Moderna; Galdós lo ha llevado al culmen con enjundia y exquisitez literaria”.

No todo fueron descortesías e irreverencias hacia la obra del genial escritor y a su intelectualidad en particular. El rey Alfonso XIII reconoció oficialmente a Galdós como “gloria nacional” de la literatura en 1902, por los méritos históricos-literarios de su gran obra, los Episodios Nacionales, al concedérsele la Gran Cruz de la Orden de Alfonso XII.

Entre los despechos al reconocimiento a Galdós figuran en España, la negativa por parte de la prensa, el conservadurismo político y los monárquicos, una pléyade de la facción de católicos y la misma curia, negándose todos a que el escritor, desde las propuestas a que recibiera el Nobel por la Academia Sueca, en la que fuera designado desde el año 1905 a 1917 en distintos años.

En 1889 es designado a ocupar el sillón N de la Real Academia de la Lengua Española. Esa noble institución de las letras presentó la candidatura de Marcelino Menéndez y Pelayo de forma oficial en el año 1905, siendo contrincante de don Benito a tal galardón al Nobel de Literatura. Hubo una discusión pública entre ambos, unos a favor y otros mostraron sus crudas fobias al escritor canario. En contra de la designación de Galdós se manifestó el diabólico informativo católico L’Osservatore Romano que participó activamente en la cainita contienda en contra del literato español. Este exhortó a los católicos a seguir los dictados del Vaticano, incitando a votar a todos los católicos y conservadores por la candidatura de Menéndez y Pelayo. También el órgano católico La Atalaya recogió firmas en Santander a favor de don Marcelino.

Entre los varios rotativos conservadores y fundamentalmente católicos, se adhirieron a la cruzada contra Galdós: El Correo Español, El Debate y El Siglo Futuro. Este último, tuvo la infamia de proponer a sus seguidores el envío a la Academia sueca de cartas y tarjetas postales, diseñadas por el rotativo a favor de Menéndez y Pelayo. La prensa derechista La Época en noviembre de 1911 refuta la candidatura de Galdós. A favor del literato canario se movilizaron los periódicos El Cantábrico y El Diario Montañés.

La negativa en su tierra de nacimiento por parte de tantas instituciones, tuvo su germen en determinada prensa canaria, como El Defensor de Canarias (prensa ultracatólica), la curia –especialmente el obispo Píldain Zapiain de la diócesis de la provincia de Las Palmas–, los conservadores, etc.

Pero la animadversión del oficialismo no lo fue del todo. En el año 1902, el Ayuntamiento capitalino denominará al teatro con el del ilustre Pérez Galdós (antes llamado Tirso de Molina), por mor de sus éxitos literarios, y en especial por el triunfo de su obra Electra, estrenada en Madrid en 1901. El consistorio por mayoría, le otorga a don Benito, por sus estrecheces económicas en sus últimos años de existencia, la cantidad de 10.000 ptas. –suma que nunca se sufragó–.

A raíz de su muerte el 4 de enero de 1920, a propuesta de la entidad cultural Fomento y Turismo de Las Palmas, deciden que se le haga un monumento al más universal hijo de la tierra. Esta fue concebida y tallada por su entrañable amigo el escultor Victorio Macho. Debido al flagrante deterioro de esta escultura en piedra, corroída por la marisma al ser instalada junto al océano, el propio ayuntamiento designó una nueva realización de la escultura, ahora en bronce, para ser ubicada en la céntrica plaza de La Feria, en el año 1970, inaugurado el mismo día de su óbito y al cumplirse los 50 años del mismo. En 1993, se realiza una réplica en bronce de la obra citada de Victorio Macho, por el escultor grancanario Manuel Bethencourt, situada ahora frente al coliseo Pérez Galdós, en Vegueta.

Otro busto escultórico fue concebido por el que suscribe en el año 2000, en bronce, para ser instalado en la plaza Loreto, del parque Doramas, en el cual la figura del ínclito escritor es representada en absorto pensamiento en sus obras, con su mano apoyada en la cara. Y una más fue realizada de cuerpo entero y sentado sobre un banco, leyendo un libro, por la escultora Ana Luisa Benítez para ser instalada en la plaza de Don Benito en el barrio capitalino de Schamann.

Bien es cierto, que el ayuntamiento ha dedicado al callejero de ‘La ciudad de Galdós’ los nombres de sus novelas y de varios personajes; y en concreto en el citado barrio, cuyas calles han sido en homenaje al eminente escritor. Y el Cabildo de Gran Canaria ha creado la Casa Museo Pérez Galdós, que es la misma –y ampliada en su anexo– donde vio las primeras luces de la vida. Museo que tiene un gran dinamismo en dar lustre a la imagen y la obra de Galdós.

Y el Ayuntamiento de la ciudad donde nació, para cuándo se digna a concederle el muy meritorio reconocimiento con el título honorífico de Hijo Predilecto de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, al afamado escritor de talla mundial y ser el canario más universal de todos los tiempos. Ya respiramos, afortunadamente, otros aires más puros en la sociedad actual, que en los precedentes citados por oscuras capas sociales.

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