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Informar del Sahel en un momento trascendental

Imagen de los participantes en las Jornadas de seguridad #ÁfricaEsNoticia organizadas el pasado jueves en Casa África.

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La región del Sahel vive desde hace muchos años en permanente inestabilidad. Lo que ahora conocemos como Sahel occidental, y que principalmente enfocamos en Mauritania, Mali, Níger, Burkina Faso y Chad, vive lo que podríamos considerar como un momento de alta volatilidad. Digo volatilidad porque estamos ante un escenario de gran incertidumbre: es clara la percepción de que la situación securitaria en el Sahel, que ya era complicada y sobre la que no parecían encontrarse las respuestas adecuadas desde la colaboración europea, ha empeorado con los golpes de Estado y la implantación de juntas militares en Mali (ese doble golpe en septiembre de 2020 y abril de 2021), Burkina Faso (doble golpe, también, en enero y septiembre de 2022) y Níger (julio de 2023).   

La llegada de esas juntas y consecuente instauración de dictaduras militares han provocado la paulatina salida de las fuerzas francesas (en Mali), estadounidenses (Níger) y europeas.  

En septiembre de 2023, recordemos, las Juntas Militares de estos tres países firmaron la Alianza de los Estados del Sahel (AES), esta nueva asociación regional que se presentó como un pacto de defensa mutua, y que tanto ha complicado la capacidad de actuación tanto de la Comunidad de Estados de África Occidental (CEDEAO) como del G-5 Sahel. Lo que han hecho estos tres países es sustituir los aliados franceses, europeos y estadounidenses por apoyo militar de Rusia. Y el cambio de socios no ha visto mejorar, sino que ha empeorado, la situación de seguridad. Tres incidentes en los últimos meses han puesto en evidencia que el yihadismo crece y se expande, especialmente en estos tres países del Sahel (Mali, Níger y Burkina Faso): 

1) Un atentado del pasado 17 de septiembre en un cuartel militar y a su lado el aeropuerto Internacional de Bamako, Mali, que mostró la capacidad de JNIM (Al Qaeda) de golpear estructuras de interés prioritario en la capital maliense, un ataque que dejó más

de 80 muertos y 200 heridos.   

 2) Otro atentado en Barsalogo, en Burkina Faso, el pasado 24 de agosto, una matanza también atribuida a Al Qaeda, que se cebó en todos los habitantes de un pueblo que trabajaban juntos cavando una zanja para protegerse de los yihadistas. Las primeras valoraciones

hablaban de 200 personas fallecidas, pero una información de la cadena CNN la semana pasada elevaba ese balance a 600 muertos, sin duda el atentado más voluminoso de la reciente historia en la región.   

 Y 3) en el pasado mes de julio, casi en territorio fronterizo entre Mali y Argelia, una emboscada de grupos tuareg golpeó duramente a un convoy en el que se calcula fallecieron cerca de medio centenar de miembros del antiguo Grupo Wagner, vinculados ahora directamente al Ejército ruso. Mucho se ha escrito en estos últimos meses si pudo haber hasta colaboración ucraniana en esta maniobra, lo que como pueden imaginar supondría dar una vuelta de tuerca a todo este revuelo geopolítico que la entrada de Rusia en el Sahel está provocando. Un revuelo que, a veces, amenaza con hacernos perder de vista que el principal problema de la región y toda esa mortandad son imputables a los grupos extremistas que menciono y que siguen campando a sus anchas y asesinando a población civil todos los días. 

Para poder entender el momento que vive el Sahel y cómo se está informando del mismo, reunimos este pasado jueves, 10 de octubre en Casa África a un grupo de jóvenes periodistas y expertos españoles especializados en la información sobre el Sahel. Lo enmarcamos en una nueva edición de nuestras Jornadas de Seguridad #ÁfricaEsNoticia, una actividad que lleva ya desde el año 2015 celebrándose y en la que, además, volvimos a contar con el apoyo del Ministerio de Defensa, al habernos concedido una subvención desde la Secretaría General de Política de Defensa. 

Seamos claros: en comparación a otros focos de conflictividad en el mundo (Gaza en el último año, Líbano en estas últimas semanas, Ucrania desde octubre de 2022...) el del Sahel es un conflicto que pasa prácticamente desapercibido.  

Y son muchos los factores que lo explican: uno de ellos es la tradicional escasa presencia de África en los medios de comunicación, que también viene acompañada por la escasa presencia de corresponsales de medios españoles en el continente africano, y obviamente del sesgo y el prejuicio que acompaña a buena parte de las informaciones sobre África que pueden leerse en nuestro país, salvo algunas excepciones que sin duda todos conocemos. 

Lo que nos contaron nuestros invitados constató la sensación de que debemos prestar muchísima más atención a un punto al que todo el planeta está mirando: por la amenaza de expansión del yihadismo, por la rigidez autoritaria de las juntas militares, por este

nuevo papel de Rusia en la región, también por el interés geopolítico que suscita una región tan rica en minerales críticos para las nuevas tecnologías... todo el mundo mira hacia el Sahel. Y pese a eso, muy pocos escriben de ello. 

Tuvimos el privilegio de escuchar voces tan autorizadas como la de Èlia Borràs, ahora misma la única periodista europea que sigue informando desde Burkina Faso, un país que paulatinamente ha ido expulsando a cualquier medio por excusas tan simples como hacerse eco del comunicado de una ONG crítica con el respeto a los Derechos Humanos. La de Èlia es la historia de muchos jóvenes periodistas españoles que hacen un trabajo increíble en el terreno... y no encuentran quién se lo compre, o que acaban teniendo en medios internacionales (en su caso, The Guardian), a su principal cliente. El buen periodismo necesita terreno y algún medio que lo pague. Qué triste que jóvenes con iniciativa, valentía y ganas de explicar la realidad africana tengan que ver cómo reciben el ‘no’ constante de editores a sus propuestas de reportajes en temas imprescindibles ahora como el activismo de las mujeres o el impacto directo del cambio climático en la región.  

Viviane Ogou, una joven analista especializada en el Sahel, nos contó que las narrativas sobre el Sahel siempre han tendido mayoritariamente a negar la posibilidad de que los sujetos activos (los protagonistas) de las historias que se cuentan sean los africanos siempre son los europeos quienes explican lo que están haciendo. Solo cuando los protagonistas son los yihadistas, ahí sí que aparecen los africanos y siempre desde una perspectiva negativa, de violencia, o de víctimas. Faltan, pues, historias sobre sociedad civil, que nos permitan entender que hay toda una población resiliente, con proyectos vitales y con ganas de tirar adelante.  

Jesús Manuel Pérez Triana es un joven tinerfeño que ha hecho del estudio de la información en fuentes abiertas sobre el Sahel (de lo que simplemente puede encontrarse en Internet) una referencia internacional que nos abre pistas de qué está pasando. Su web se llama OSINT Sahel. Por ejemplo, entender el volumen de la penetración turca en la región a través de la venta de drones de combate, de la mayor presencia china o de que el conflicto del Sahel, siempre oculto por la escasa presencia de fotos y videos empezará ahora a ser tan visible como el de Ucrania: los yihadistas se han equipado con equipos Starlink, el Internet por satélite que vende Elon Musk, y suben a sus redes sociales material utilísimo para entender las dinámicas actuales.  

En la última mesa, finalmente, compartieron espacio otros tres jóvenes, el periodista David Soler, de África Mundi; y los analistas Álvaro de Argüelles (El Orden Mundial) y Alejandro López (Descifrando la Guerra). Esta última mesa tuvo un interesantísimo componente geopolítico, pero también, lo que es aún más valioso y necesario para nuestra reflexión, un componente ético, sobre aquello de lo que decidimos informar y cómo queremos y podemos hacerlo. Para resumir: estos tres jóvenes y el público, mayoritariamente compuesto por estudiantes de periodismo de la Universidad Fernando Pessoa, debatieron sobre las dificultades de informar a contracorriente, mantener la independencia y sobrevivir en entornos mediáticos que prefieren el titular impactante, la tragedia y la emoción al sosiego, el análisis y las opiniones divergentes. Una conversación muy interesante, que espero que fuera útil a los jóvenes futuros periodistas, y que me confirma en la idea de que nuestro trabajo como plataforma de encuentro, reflexión e intercambio es de utilidad pública y puede marcar nuevas sendas en la construcción de un entorno periodístico más favorable a hablar más y mejor de África. 

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