Espacio de opinión de Canarias Ahora
Morir en el cayuco
La entrega en Casa África del VI Premio Saliou Traoré de periodismo a un excepcional reportaje de investigación nos permitió reflexionar sobre las muertes en la llamada Ruta Canaria de la migración marítima y el daño que las familias sufren ante la incertidumbre y falta de información.
José Segura Clavell, director general de Casa África.
Viernes, 18 de octubre de 2024
Cada año, miles de familias se preguntan por el destino de seres queridos que dejaron sus hogares para irse a Europa. Pocos encuentran respuesta alguna vez.
Esta es una de las frases contenidas en el reportaje A la deriva: una travesía de muerte y sueños perdidos, firmado por Renata Brito y Felipe Dana, de la Agencia Associated Press. Este pasado lunes, en la sede de Casa África, en Las Palmas de Gran Canaria, los dos reporteros recibían el VI Premio Saliou Traoré de periodismo, que nuestra institución de diplomacia pública organiza en colaboración con la Agencia EFE, con el objetivo de estimular el periodismo sobre África en nuestro país y perseguir, además, informaciones que muestren el continente africano sin prejucios.
El premio Saliou Traoré lleva el nombre de un periodista senegalés que durante casi 40 años fue el corresponsal de la Agencia EFE en este país de África occidental, un hombre que, además de bondadoso, era un excelente periodista, empeñado siempre en mostrar otra cara de su país a través de sus teletipos.
No dudo de que a Saliou Traoré le hubiera fascinado el gigantesco trabajo de investigación que los autores llevaron a cabo durante dos años para entender quiénes eran, de dónde salieron, cómo eran y qué pretendían los 43 ocupantes de un cayuco que partió de Mauritania con destino a las Islas Canarias y que una avería en el motor provocó que quedase a la deriva. 135 días más tarde un pescador lo avistó en las costas de la isla caribeña de Trinidad y Tobago con 14 cadáveres en su interior.
A la deriva, cuya lectura les recomiendo encarecidamente, es un ejercicio de investigación periodística mayúsculo y exhaustivo, que logra conseguir detalles de una tragedia, pero a la vez alcanza uno de los fines ideales del periodismo: ser útil, contribuir a que cambien las cosas.
Y pese a la dureza de la historia del cayuco perdido en el mar y el horror que tuvo que suponer la muerte a bordo, la investigación en sí misma logra alcanzar un final reconfortante: ayudar a algunas familias a confirmarle con evidencias que su hijo viajaba a bordo de la embarcación. En definitiva, poner fin a la horrible incertidumbre de saber si tu hijo, nieto, hermano o sobrino, que partió del pueblo en búsqueda de una vida mejor, está vivo o muerto.
Porque es precisamente eso, la incertidumbre, lo que hay detrás, a uno y otro lado de nuestras orillas, de cada migrante que fallece en el intento. En los últimos 30 años de pateras y cayucos perdidos en la peligrosa Ruta marítima canaria, se cuentan por decenas de miles las personas desaparecidas. Solo en el año pasado las cifras oficiales superan los 1.000 y las cifras estimadas por ONG especializadas en ello, como Caminando fronteras, las elevan por encima de las 4.000 personas.
Y en la ceremonia de entrega de este premio afirmé que el trabajo de estos informadores brasileños es imprescindible, un hito en el periodismo sobre las migraciones, y sobre todo un llamamiento internacional a la necesidad de dignificar la muerte de los migrantes que desde África persiguen alcanzar una vida mejor, en este caso a través de nuestras Islas Canarias.
A mi modo de ver, premiamos un poderoso manifiesto sobre la dignidad del migrante, y la entrega además ha coincidido en un momento que considero fundamental para que el periodismo ejerza esta llamada de atención a los que tienen el poder de tomar las decisiones que cambien las cosas.
Es a través del buen periodismo, el que llega a todas partes del mundo, el que hace que las tragedias que se producen casi a diario en la Ruta Canaria reciban la atención, y los recursos adecuados. Pienso en Frontex, por ejemplo, a nivel europeo, pero también en una mayor dotación de medios a Salvamento Marítimo por parte del Estado o al Servicio Marítimo de la Guardia Civil.
Un premio joven y basado en España como el Saliou Traoré ha conseguido ya hacerse un hueco en España, pero este excepcional trabajo de Associated Press también ha recogido dos galardones de reconocimiento mundial: el World Press Photo, por un lado, y el premio Emmy de periodismo en Estados Unidos por otro. Y eso es un logro inconmensurable.
A la ceremonia de entrega asistieron, además de la pareja de ganadores (que son pareja también en lo personal y acaban de ser padres hace tan solo un mes, de ahí el bebé que duerme plácidamente con el calor de su padre), asistieron el presidente de EFE, Miguel Ángel Oliver, la alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, Carolina Darias, y el viceconsejero de Comunicación del Gobierno de Canarias, Jonathan Dominguez.
Estoy orgulloso de que hayamos premiado una investigación que le recuerda al mundo que la Ruta migratoria de África occidental por las Islas Canarias sigue siendo la más peligrosa y mortal del mundo. En Canarias, lo vimos hace pocas semanas con el naufragio de un cayuco a pocas millas de la isla de El Hierro. El buen periodismo, sin duda, es uno de los caminos para poner fin a este dolor continuado, a esta angustia permanente que se instala de por vida en la mente de los familiares de los desaparecidos. En Canarias ya conocíamos trabajos en esta misma línea: el teldense José Naranjo lo hizo en 2013 con un reportaje y posterior libro, ‘Los invisibles de Kolda’ y el tinerfeño Juan Manuel Pardellas hace ahora un año con la publicación de En este gran mar.
Felipe Dana, un fotógrafo galardonado en múltiples ocasiones, no pudo evitar emocionarse tras recoger el premio cuando contó que recordará toda su vida que en la isla de Tobago, un funcionario había decidido guardar las evidencias de la ropa que llevaban los migrantes fallecidos en el cayuco a la deriva. Por si, algún día, aparecía alguien dispuesto a utilizarlas, a indagar sobre sus seres queridos. Una de esas fotografías a la ropa empleada, que puede verse en el reportaje, sirvió para que una señora que vive en Francia llamada May confirmase que una camisa a rayas podría ser de la de su sobrino Alassane. La confirmación de la tía acabó conllevando un test de ADN que confirmó que sí, que era Alassane.
Termino, pues, como empecé, con una frase del reportaje premiado. Periodismo de servicio. Esta son las frases que lo culminan:
Algunos misterios nunca se esclarecerán. Probablemente, el mundo nunca sabrá qué sucedió durante los 135 días y noches que un grupo de jóvenes que soñaban con una nueva vida en Europa pasaron a la deriva en el Atlántico. Pero la tía de Alassane ya tiene una certeza. “Al menos, para mi sobrino, tenemos pruebas de que es él”, dijo May. “Podemos rezar por él y creer que está en un buen lugar”.
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