Espacio de opinión de Canarias Ahora
Los rostros perdidos de la guerra
Hace poco nos despertábamos con una noticia desgarradora, Alemania confirmaba que casi 5.000 menores refugiados han desaparecido de su país. Mi desazón desde entonces no ha encontrado mucho eco y esto me ha llevado a una reflexión que quiero compartir con ustedes. Porque, ¿cómo es posible que no haya habido reacción al respecto? Sinceramente, a veces creo que no nos importa mucho porque “no son nuestros niños y niñas”. Y explico:
Siria vive una situación que se recrudece por segundos, allí los menores sufren barbaridades que muchas veces les conducen a la muerte y, aunque se nos llena la boca dando soluciones al caos que viven en su país, la torpe Europa reconoce que hay sospechas acerca de que muchos de los menores refugiados hayan podido ser utilizados como esclavos sexuales o, incluso, hayan podido acabar en redes de mendicidad en otros países. Abiertamente, sin descaro y sin aparente solución, se reconoce que estamos ante “víctimas fáciles” que también pueden caer en redes de trabajo infantil para pagar a los traficantes que les han traído a Europa. Mientras la situación sigue siendo penosa y la gestión lamentable, Europol estima que son más de 10.000 los niños y niñas desaparecidos en todo el continente.
Da pavor ver como hemos pasado de ser la Europa de la solución para los refugiados a la Europa de los niños y niñas perdidos. Sólo en Italia, ha desaparecido el rastro de 5.000 menores.
Esta situación genera en la ciudadanía apenas un atisbo de preocupación, porque las noticias sobre la dramática situación de los niños y niñas refugiados consecuencia de los constantes bombardeos en Siria no tienen la más mínima transcendencia. Y es que, sencillamente, no son niños europeos; no son “nuestros menores”. Cada vez que me encuentro con noticias de este tipo me pregunto qué hubiera pasado si hablásemos de niños y niñas alemanes perdidos, o niños y niñas españoles. Hay datos estremecedores; según Save the Children 26.000 niños entraron solos en Europa el pasado año y podríamos hablar de un total de 270.000 niños, de los cuales los efectivos de Europol han perdido la pista a 10.000 procedentes de Siria, tal y como he indicado anteriormente.
Me produce tantos escalofríos la noticia como la absoluta desidia y pasividad que percibo al respecto en Europa, donde reaccionamos casi como si fuera algo natural y propio de la guerra; absoluta normalidad ante una situación caótica. No hay duda de que estamos ante una de las peores gestiones de un conflicto jamás vista; una guerra que se solventa con más bombas y refugiados sin destino, menores desaparecidos a los que no se les da el cuidado merecido, dando lugar a flagrantes vulneraciones de derechos humanos.
No es la primera vez que nos encontramos con barbaridades de este tipo, por desgracia, ni tampoco la primera vez que nos llevamos las manos a la cabeza unos segundos para luego olvidar las vidas de éstos menores. Así, probablemente muchos y muchas hayan olvidado ya el secuestro en abril de 2014 de 276 estudiantes de una escuela secundaria de Chibok, una pequeña ciudad en el noroeste de Nigeria, que suscitó una ola de indignación en todo el mundo. No sabemos nada de ellas y probablemente sea muy difícil saber algún día su paradero.
En el caso de los refugiados, es sorprendente la ausencia también de reacciones a nivel político; la noticia está en los medios pero ni la ciudadanía ni nuestros gobernantes se han pronunciado al respecto. Por eso me pregunto qué hubiera pasado si los 10.000 niños y niñas perdidos hubieran sido alemanes, españoles o franceses. Probablemente, sólo un menor europeo pasando por el calvario de los menores sirios hubiese sido suficiente para el despertar de la conciencia cívica y política; seguro se habrían diseñado miles de campañas en redes sociales, y los líderes del mundo habrían lanzado primero mensajes contundentes y después, un operativo militar que a la postre acabaría con más vidas y empeoraría la situación en los países a los que se hubiese señalado como posibles culpables.
Reaccionamos destruyendo o ignorando según el bando. Pero los menores deberían estar al margen de conflictos, su nacionalidad, color o religión no deberían ser relevantes, y la Europa de los derechos debiera dar cobijo y atender por igual a todos. Sin embargo, creo que nos hemos olvidado demasiado pronto de Aylan, nos hemos olvidado pronto de nuestros valores. Que no reaccionemos ante la pérdida de 10.000 niños y niñas, sabiendo el calvario que pueden estar viviendo mientras escribo estas líneas, o mientras ustedes las leen, en mi opinión, es alarmante. Algo pasa en esta sociedad, desde luego la crisis no es sólo económica.
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora