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OPINIÓN | Ana 'Roja' Quintana, por Antonio Maestre
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Situar Canarias en el mapa de los centros de datos sostenibles

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Comienza un nuevo curso económico y político. Todo parece oscurecerse ante las dimensiones de la crisis que vivimos, con múltiples causas que se entrelazan. La resaca de los confinamientos sobre las cadenas de producción y distribución, los efectos climáticos del calentamiento global, la invasión de Ucrania introduciendo tensión en el suministro de gas y el mercado de alimentos, … Un circo en el que crece cada día el número de pistas y en el que los espectadores contienen el aliento sin saber hacia dónde mirar. Pero la manida cita, “toda crisis trae oportunidades”, a veces es cierta, y los centros de datos se presentan como una de esas oportunidades digitales para Canarias a las que hacía alusión hace unos meses en otra columna.

El mercado de los servicios de centros de datos tomó impulso con los confinamientos y sigue en crecimiento. Nuestras aplicaciones de teletrabajo, los juegos en línea de nuestras hijas e hijos o las películas y series que cada noche nos sirven las plataformas digitales en nuestro salón de estar se almacenan y facilitan desde centros de datos. Unas cifras pueden dar idea de este crecimiento. El mercado global de servicios de centros de datos se valoró en 48,9 billones de dólares en 2020 y se especula que para 2026 esta cifra aumentará hasta los 105,6 billones. Y España está en el mapa de este crecimiento, aunque no aún Canarias. En junio, medios económicos publicaron una previsión de inversiones en Madrid y Barcelona de quintuplicar la capacidad de los centros de datos de estas ciudades, pasando de una capacidad de 120 MW a 735 MW (si, la capacidad de los centros de datos se evalúa en su energía instalada).

Como en tantas otras facetas de la actividad económica, el contexto actual está trastocando las previsiones del sector de los centros de datos. En particular, dos de los efectos de la multifacética crisis en que nos encontramos empiezan a enfriar las previsiones de inversión en nuevos centros de datos y cuestionar futuros emplazamientos: la sequía que atraviesa Europa y la incertidumbre del suministro de energía. El excesivo consumo de agua de un centro de datos en Holanda, cuatro veces superior a lo previsto, ha levantado preocupaciones entre los habitantes del lugar e incertidumbres sobre su futuro. La amenaza de las restricciones de uso de energía en Irlanda han paralizado proyectos de desarrollo o ampliación de centros de datos en el entorno de Dublín. El futuro son los centros de datos sostenibles.

Un futuro de disponibilidad de agua y suministro de energía garantizado que da certidumbre a las inversiones en centros de datos sostenibles es una realidad que explotar desde las instituciones Canarias. Más allá de prototipos, el uso de desaladoras para obtener el agua para la refrigeración y la alimentación energética por renovables en un centro de datos de casi un MW de potencia, es una realidad en Canarias, complementados con proyectos destinados a abaratar la desalación de agua marina. ¿Puede sonar a ciencia-ficción un centro de datos basado en energía renovable y agua de refrigeración proveniente de desaladoras? No tanto, ya hay quien planea en España centros datos con energía renovable y un lago artificial para refrigeración con 70 MW de capacidad.

Hay otros atractivos de la alternativa canaria para centros de datos sostenibles. El especial régimen económico y fiscal, su alta conectividad física por rutas aéreas, la accesibilidad digital de alta capacidad por una red de conectividad submarina en crecimiento, la disponibilidad de espacio por explotar en ciertas áreas y, contrariamente a lo que algunos piensan, un riesgo sísmico inferior a otras zonas en España (como la costa levantina y sur del Mediterráneo), de acuerdo con la información del IGN.

La apuesta por el sector de los centros de datos sostenible no sólo es posible en Canarias, sino conveniente para el archipiélago por la capacidad de actuar como elemento tractor de su digitalización. Son las grandes empresas tecnológicas americanas, desde Google a Amazon pasando por Microsoft y Facebook los principales animadores de las inversiones en centros de datos, algunas de ellas extendiendo también infraestructuras de conectividad submarina por la cercana costa africana. No es tan solo casualidad que los principales destinos de inversión de los centros de datos de estas grandes tecnológicas en la Unión Europea (estados nórdicos, Irlanda, Países Bajos) sean los Estados miembros que encabezan el índice de digitalización de sociedad y economía.

La crisis presenta oportunidades a Canarias para modificar su matriz productiva más allá del sol y playa. Los centros de datos sostenibles son una apuesta en la que el archipiélago puede ofrecer ejemplos prácticos reales, aunque haya de exprimirse aún la reducción de impacto global en medioambiente. Además del beneficio directo de esta apuesta, actuaría de elemento catalizador de la digitalización, con la consecuente capacidad de incidencia de modo transversal sobre toda actividad. Si Madrid y Barcelona están acogiendo inversiones de nuevos centros de datos quintuplicando capacidad y otras Comunidades Autónomas como Valencia están impulsando otros con ayudas públicas, quizás es el momento de situar a Canarias en el mapa de las inversiones del sector con centros de datos sostenibles.

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