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La Unión Deportiva y Joel Domínguez

Rafael Álvarez Gil

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Hay situaciones que se ven venir. Hace unos días comenzó una avalancha de críticas a la decisión de la Unión Deportiva Las Palmas de incorporar al jugador Joel Domínguez a los entrenamientos con el primer equipo. Por cada hora que pasaba, iba a más; la tensión era creciente. El comunicado oficial emitido por el club amarillo este lunes 12 de junio tan solo es la constatación de que el rebumbio en las redes sociales era mayúsculo. Dicho comunicado, que por otra parte, dice poco, de nada vale, no arregla la situación sino que prosigue en el incendio mediático, tan innecesario como inoportuno.

La situación es desagradable. Sobre todo, para la víctima y su familia; faltaría más. Pero también debe serlo para el propio jugador. Esto es, visto con luces largas, con serenidad, tampoco a Joel Domínguez le interesa esto, no le merece la pena forzar nada, todo lo contrario. Cuanto más se fuerce una situación que, cuando menos, genera contestación social natural, mayor será la hipoteca futura que acarreará el jugador, tanto a nivel personal como en su potencial trayectoria deportiva. Y esto es lo que Miguel Ángel Ramírez no ha medido.

Más allá de las acciones que el club tomó con el futbolista al calor de la sentencia condenatoria y firme en su contra, la política de comunicación de la Unión Deportiva Las Palmas debe calibrar el ánimo social. Y no lo ha hecho. Es tiempo para la discreción, para el enfriamiento y para aminorar, en lo posible, el legítimo dolor de la víctima y sus familiares.

Joel Domínguez no se saltó un semáforo. Tampoco se descontroló una noche de farra, ¿recordamos el episodio de Sergio Araujo y Nauzet Alemán en 2016 a cuenta de la pelea?, sino que atañe a la violencia de género. La reinserción social es, desde luego, un valor jurídico. Y también lo es la parte punitiva que acarrea el agresor en aras de rendir cuentas ante la víctima y la sociedad constituida en democracia. Joel Domínguez, para entendernos, no es un trabajador por cuenta ajena de una tienda de barrio que se reincorpora a la faena sino un futbolista que es llamado a entrenar justo en una plantilla de Primera División y que, por tanto, se presume que su proyección irá a más. Así las cosas, la ejemplaridad suya y de la Unión Deportiva Las Palmas al respecto crece considerablemente. El listón se eleva. La entidad amarilla atesora un poder de convocatoria y seguimiento social que pocos disponen.

Ramírez haría bien en sopesar una situación que se está enquistando y que no tiene pinta que se disipe sin más en las próximas semanas. Incluso, por el bien del propio Joel Domínguez. La violencia machista no es cualquier cosa. Es un atentado contra la vida en su última estación y de degradación de la mujer en las fases previas, una peligrosa espiral. Corrompe las relaciones sociales, denigra a la mujer y empodera al machismo. Y el machismo tiene una vertiente sociológica que debe ser combatida y es donde la Unión Deportiva Las Palmas está fallando. Que no empañe la alegría del ascenso.

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