Martín Chirino y Pepe Dámaso, reencuentro de viejos amigos en el Castillo de La Luz
El escultor Martín Chirino (1925) y el pintor Pepe Dámaso (1933) se han reencontrado este viernes en el castillo de La Luz para reivindicar la raíz indígena que atraviesa la obra de la gran generación de artistas canarios a la que pertenecen, convencidos de que aún tienen mucho que aportar.
Los muros de la fortaleza más antigua del archipiélago (s. XV) han sido testigos de una reunión poco frecuente: el reencuentro de dos viejos amigos de uno de los barrios más populares de Las Palmas de Gran Canaria, La Isleta, que conservan viva la memoria de la fecunda generación artística que formaron personalidades de la talla de Manolo Millares, Óscar Domínguez, César Manrique o Néstor Martín Fernández de la Torre, entre otros.
El encuentro, además, no podía ser más peculiar: el del escultor ya casi universal que toda su vida fue un trotamundos, pero sigue sin desprenderse de un carácter tímido que se exagera ahora en la vejez por su leve hilo de voz, y la personalidad expansiva y de discurso torrencial del pintor que decidió no alejarse de su isla.
Chirino recibe a Dámaso en la sede de la fundación que lleva su nombre con motivo de la exposición que desde esta semana recorre algunas de sus esculturas más representativas, expuestas junto a grandes piezas de los ya desaparecidos Millares y Domínguez.
Y Pepe Dámaso le felicita por la repercusión que la muestra está teniendo en toda España apenas unos días después de haber sido inaugurada en la capital grancanaria. “Porque se olvidan de nosotros, Martín, se olvidan mucho”, se queja el pintor de Agaete.
Dámaso no se refiere a ellos dos en particular, sino al olvido de Canarias que percibe en la península “en general” y que le duele especialmente cuando afecta a artistas de la talla de los amigos con los que compartieron correrías hace décadas, muchos de ellos grandes nombres del arte español del siglo XX. “Que se olviden de nosotros en la economía... pero no entiendo que se olviden de la cultura”.
El pintor de Agaete llega al encuentro indignado por algunas de las cosas que ha escuchado últimamente en debates políticos sobre las concesiones que el Gobierno ha hecho a Canarias para lograr sacar adelante sus presupuestos. “Y no soy nacionalista”, matiza.
Y Martín Chirino le da la razón: “Esas cosas nos alejan, Pepe. Nosotros somos españoles y nos sentimos españoles. Pero tenemos nuestra propio carácter, somos otra manera y esas cosas nos alejan”.
Ese primer intercambio de opiniones encauza ya la conversación, pero no hacia la política, sino hacia sus recuerdos artísticos. Y Dámaso felicita al gran escultor por reivindicar tanto el legado guanche que atraviesa, a su juicio, o lo mejor del arte canario, como el carácter que imprime a las obras la isla, el aislamiento.
Los dos viejos amigos hablan de arte, de conocidos mutuos, de anécdotas de juventud (“Martín venía a mi casa de Agaete a echarse unos rones en las fiestas de la Rama”, revela Pepe), de las cosas de Canarias... Y, de repente, emerge la admiración mutua.
“Siempre pensé que este hombre es un héroe”, dice Chirino. “Lo que tuvo que sufrir en aquellos tiempos quedándose en Canarias”.
Y Dámaso se lo agradece, emocionado. “Yo les tenía a ustedes como la referencia, a ustedes lucharon mucho más que yo. Es la primera vez que lo digo, pero son ustedes los que me abrieron los ojos”.
Chirino retoma el hilo de la conversación, hace autocrítica (“no tenemos aún una historia de Canarias”, se lamenta) y reconoce que otros artistas de su generación, y él mismo, se sentían hace décadas solos. “Aquí se sentía muchísimo la soledad, la ausencia”, resume.
A lo que Dámaso añade su experiencia como homosexual en tiempos de franquismo. El pintor reconoce que la canaria siempre fue una sociedad “más cosmopolita” en esas cuestiones, pero no olvida que en Fuerteventura “hubo campos de concentración” para homosexuales.
Sigue la charla y Pepe Dámaso reconoce que siempre ha admirado a Chirino “por su tolerancia”, y por su espíritu abierto.
“Ese siempre fue un principio para mí. Es importante mirar hacia atrás y resolver todo lo que tengas que resolver. Sigo creyendo que tenemos aún mucho que hacer por nuestra tierra”, replica este.
La tarde avanza y siguen aflorando nombres, incluso el de Pablo Picasso. O dicho al estilo de Dámaso: “Ese cabrón que lo hizo todo”.
Casi han acabado y los dos artistas se dirigen al pequeño grupo de periodistas que les escuchan. “No se quejen, nos hemos desnudado. ¡Transcriban, transcriban!”, bromea el pintor. A lo que el escultor apostilla, a sus 93 años: “Transcriban sobre todo sonrisas”.