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No se si lo saben, pero estamos en la semana internacional de la gastronomía. El pasado 15 de octubre fue su conmemoración, y por ello me propuse cerrar los ojos y pensar en qué lugar he disfrutado tanto como para agradecerle y en cierto modo, homenajearle con esta (humilde, se suele decir) crítica gastronómica.

Les prometo que a pesar de visitar y gozar de infinidad de mesas, solo una llegó a mis pensamientos. Porque al hacerme la pregunta: de “¿dónde?”, automáticamente me respondí: “en Sorimba”.

Y es que ese es el gancho que utilizan Yeray Abalde y Dolly Torres, en muchos de sus videos en redes sociales. (si no los sigues, te invito a que lo hagas)

El restaurante está situado en la calle Manuel de Ossuna 3, en San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, y allí es relativamente común una fina y menuda lluvia acompañada de un ligero viento que llaman sorimba.

Y es en esta sorimba lagunera en la que se inspiraron el chef Yeray Abalde y la jefa de sala Dolly Torres para dar nombre a su singular restaurante donde prima la calidad, el producto de cercanía, la amabilidad, la cocina a fuego lento, la maestría y el mimo en la elaboración de cada plato.

Llegar y entrar a Sorimba, es como sentir un abrazo sincero, de esos que te rebosan de amor y ternura. Para Yeray y Dolly no eres un comensal, eres su amigo que viene a comer y a disfrutar a casa. ¡Y a mi eso me gusta mucho!

Una vez te sientas en la mesa, comienza la fiesta.

Si me han leído anteriormente, sabrán que para mí un buen pan es la antesala a una mesa memorable, pues Dolly nos da la bienvenida con unas rebanadas de pan artesano con mantequilla casera de dátiles, sal de Garachico y chorizo ahumado de El Hierro.

Mientras yo aún olía esa mantequilla, Dolly nos recita los fuera de carta. En ese preciso instante es cuando me invade la duda más traicionera que puede existir en una mesa: ¿y ahora qué pedimos? Quiero pensar que esa sensación de duda les ha ocurrido, ¿verdad? Pues si me permiten una recomendación, la mejor opción que he encontrado y la que mayor éxito me ha dado, es la que propuse: “Dolly no se qué pedir, me encantaría ponerme en tus manos y en las de Yeray y que nos sorprendan con vuestras recomendaciones”. Imaginen la cara que pusieron ambos, se miraron de forma cómplice y dieron comienzo al festín.

El primer bocado se lo di a la burrata fresca con lechuga eco, papaya de Tegueste y aguacate. Sencillez, frescura y producto de mercado, plato ideal para comenzar y para tenerlo ahí cerquita en la mesa como acompañante de los siguientes pases. 

¡Para, para! Vamos a detenernos aquí, que seguro que te fijaste en la foto del pan y… ahí ya estaba presente mi elección para maridar la experiencia en Sorimba. El elegido fue un vino conejero elaborado por un canarión, venga, vamos a ponernos más técnicos: Paraje El Chupadero, de Bodegas Jable de Tao, vino listán blanco de Lanzarote, vinificado por Carmelo Peña Santana, de Gran Canaria. Un proyecto que busca elaborar vinos que hablen del territorio en el que nacen, algo que parece común en el mundo del vino, pero que realmente se ha ido perdiendo con el paso de los años, pese a quien le pese, es una cruda realidad. Ahora bien, ¡qué vinazos hace Carmelo!

Aún estaba aireando y moviendo mi copa, cuando llega Dolly con el siguiente plato en la mano, Pulpo asado y batata. ¿Piensan lo mismo que yo? este plato se podría comer solo mirándolo en la foto (les doy unos segundos para que vayan a la imagen y vuelvan). Este pase demuestra la calidad del producto en la cocina de Yeray, como él mismo dice: “Sencillo, el producto hace el resto”. 

Del sabor a mar y brasa del pulpo, nos fuimos a la montaña. Es el turno del plato más jugoso, Cochinillo asado de Segovia. Si pudiera describirlo con palabras el sonido que hizo la acción de meter el cuchillo y el tenedor para poder cortar el cochinillo, sería algo así como: “prepárate para lo que vas a probar ahora”. Y si, he tenido la suerte de estar en Segovia y degustar su cochinillo en casa, y aquí, ¿dónde?, en Sorimba, no te lo cortan con un plato, pero te trasladan directamente a la ciudad, al noroeste de Madrid. ¡Qué exquisitez! 

Lo estás pensando, sí, dejamos un hueco para el postre. Sorimba en la Habana-Mermelada de guayaba, dulce de leche cortada y queso crema. Un guiño dulce hacia Dolly, que su país de origen es Cuba. Una mezcla de sabores perfectamente armonizados, que deleitan suavidad y delicadeza en boca. Me gusta cuando los postres te dejan el recuerdo de todo lo que has comido antes, y éste es uno de ellos.

No puedo terminar sin hablarles de los seres humanos que están detrás de Sorimba, tienen un don y al descubrirlo, pues lo han explotado en su casa de comidas: son muy buena gente (como decimos en Canarias). Es maravilloso el trato que dan cada día, acorde con su cocina, Yeray es honesto, preciso y lleno de cariño para dar y repartir en cada plato. 

Dolly, acapara toda la sala con sus formas, y es que es ¡todo corazón!, y además, apasionada del vino canario, como muy pocas. Es una auténtica locura la carta de vinos que tiene Sorimba. Un ejemplo para todos los hosteleros, personal de sala o propietarios de restaurantes que piensan y dicen que “el vino canario no sale”. La pregunta es obvia: ¿apuestas por él? Porque eso es lo que hace con tanto y tanto amor Dolly, muchas gracias por todo lo que hacen.

En muchos lugares como y disfruto mucho, pero en Sorimba soy feliz. Porque sinceramente pienso que añaden felicidad como ingrediente secreto a cada creación culinaria. Es una sensación, que pocas veces se logra, estar allí disfrutando y pensar en cuándo vas a volver.

Volveré, y ojalá pronto.

Gracias por leerme, nos vemos en una buena sobremesa.

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