“¿Qué desgracia le ocurrió a El Fausto para que los marineros quisieran ocultarla?”

Luis Javier Velasco Quintana ha dedicado 14 años a la investigación de El Fausto. Foto: LA PALMA AHORA.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Muchas son las hipótesis sobre la causa que desencadenó este drama en aguas del atlántico, pero ninguna “convence al cien por cien”, ha reconocido en una entrevista a LA PALMA AHORA Luis Javier Velasco Quintana, autor del libro ‘El Fausto. Historia y misterio de una tragedia’, primera monografía que se edita sobre la desaparición, el 21 de julio de 1968, del motopesquero con base en el puerto de Tazacorte que realizaba una travesía entre El Hierro y La Palma.

‘El Fausto’ era un barco pesquero pero también se dedicaba al traslado de mercancías. “De hecho, se puede decir que fue el primero que llevó plantones de plataneras y aperos desde La Palma a El Hierro”, recuerda Velasco Quintana. El día de la desaparición las condiciones de navegabilidad eran buenas. La embarcación partió de la Isla del Meridiano a las 02:30 horas de la madrugada y estimaba su llegada a Tazacorte pasadas las nueve de la mañana. Viajaban a bordo los hermanos Ramón y Eliberto Concepción Hernández, de 47 y 42 años, Miguel Acosta Hernández, primo de estos (los tres marineros de El Fausto), y Julio García Pino, de 27 años, un mecánico de El Paso que residía en El Hierro y que “estaba desesperado por llegar a La Palma porque su hija de 15 días había enfermado”, relata el autor de la publicación. Viterbo Acosta, marinero habitual del pesquero, no se embarcó porque era el responsable de la organización de las fiestas del Carmen. “Cargaron pocas provisiones; el agua que necesitaban, unos diez kilitos de fruta y un saquito de durazno que llevaba Julio García Pino”. “Estas son las paradojas de la vida, Julio García Pino, un pasajero accidental, tuvo un repentino golpe de suerte al poder viajar en El Fausto para ver a su hija enferma, pero desapareció en un barco en el que no debía haber estado, y otros marineros que sí tendrían que haber hecho la travesía, como Viterbo, se quedaron en tierra”, subraya.

La espera de la familia en el puerto de Tazacorte

El Fausto realizaba “una navegación doméstica” en una situación geográfica “compleja” por la formación de remolinos atlánticos, pero el 21 de julio de 1968 las condiciones meteorológicas no eran adversas y nada hacía presagiar la tragedia. “Las familias esperaban el barco el domingo por la mañana, pero empezó a retrasarse, se sabe que había bancos de niebla, y el dueño de El Fausto, Rafael Acosta, envió otra de sus embarcaciones a la mar a ver si lo encontraba”. “Viendo que la búsqueda era estéril, al día siguiente, lunes 22 de julio, se presentaron en la Comandancia de Marina de Santa Cruz de La Palma y dieron parte a las autoridades, y a las 15.00 horas salió de la base aérea de Gando un avión militar que cubrió la zona lógica y prevista en la que el pesquero debía haber navegado”, detalla Velasco Quintana. “Lo cierto es que pasan los días, aumenta el número de horas de búsqueda y los aparatos implicados, pero El Fausto no aparece, y el corazón de todos estaba en un puño”.

Velasco Quintana, periodista grancanario especializado en la investigación de hechos anómalos, cree que El Fausto, al ser la costa este de La Palma, desde Puntagorda a Fuencaliente, “más o menos recta” pudo “haber caído un poco a babor, unos grados hacia la izquierda, y aunque navegara paralelo a la costa, la niebla le resultó traicionera en las horas del amanecer y continuó su marcha sin ver la Isla”. “Después de cuatro días de búsqueda, la desesperación era total”, asegura.

El Duquesa encuentra al motopesquero

En la madrugada del 25 de julio, un buque frigorífico trasatlántico inglés que venía de Sudamérica, El Duquesa, encuentra a El Fausto a unas 96 millas náuticas (más de 100 kilómetros) al oeste de Tazacorte. “Coincidió que era luna nueva y vieron un candil en el mar; el barco se localizó en un sitio raro, extraño, en un brazo de mar que no suelen reflejar los mapas de Canarias”, resalta. “La tripulación socorre a los marineros palmeros y está con ellos unas cuatro horas; se encontraban desesperados, les dieron tabaco, agua, combustible y les indicaron el rumbo”, dice. “El Duquesa envía un primer mensaje en el que asegura que los tripulantes están bien, pero es un mensaje un tanto enigmático en el que se facilitó muy poca información; la tripulación de este trasatlántico inglés fue la última que vio con vida a los marineros de El Fausto”. “Cuando a las cuatro y pico de la mañana se separa El Duquesa del motopesquero, le indicaron rumbo este y le dieron combustible para que fueran a toda máquina; el barco inglés incluso manda un mensaje a la Radio Costera de Tenerife estimando la hora de llegada, sobre las cinco de la tarde del 25 de julio, pero El Fausto nunca llegó a Tazacorte”.

La búsqueda del pesquero originó “el mayor dispositivo aeronaval de Canarias, con la intervención de muchas unidades, incluido barcos de guerra, que llegaron a zonas muy lejanas”, afirma Velasco. “Cuando ya se había superado el millón de pesetas de la época en los gastos de la operación -los aviones estaban en el aire hasta doce horas diarias- se dio de baja de oficio, porque se dedujo que los marineros ya estaban muertos”, añade.

El Anna Di Maio localiza a El Fausto

El 9 de octubre de 1968, a los dos meses y medio de la desaparición, un barco italiano, el Ana Di Maio, que iba de Génova a Sudamérica, pasando por Venezuela, “manda un mensaje absolutamente inesperado, que llega a España después de varios días, informando que había encontrado a El Fausto y que no había papeles a bordo, solo un marinero muerto, medio desnudo y momificado, en la sala de máquinas”. El pesquero fue localizado a unas 1.200 millas de Canarias y a unas 1.700 de Venezuela. El Anna Di Maio “estuvo varias horas abarloado a El Fausto, lo enganchó a la popa para llevarlo a las autoridades venezolanas, junto con el cadáver, que tenía una marca particular en el cuerpo, lo que confirmó que se trataba de Julio García Pino, pero el 11 de octubre envían un segundo mensaje en el que hablan de un supuesto echamiento a pique de El Fausto, aunque no se sabe exactamente qué ocurrió”, destaca. “El Fausto fue acuñado como ‘barco fantasma’ porque era una tumba flotante”.

La hipótesis del secuestro por un ex capitán alemán

La desaparición de El Fausto “sigue siendo un enigma, un misterio; es un caso raro y hay muy pocas pruebas”, sostiene. La causa que desencadenó esta tragedia en el mar se desconoce, pero hipótesis hay muchas, “aunque ninguna fiable al cien por cien”. “Las familias han tenido que soportar comentarios como que llevaban droga o armas, porque las especulaciones se disparan en estos casos”. “Hay también una especie de leyenda urbana, un rumor que viene a decir que un nazi, ex oficial alemán veterano de la Segunda Guerra Mundial, vivía escondido en El Hierro y deseaba marchar a algún país sudamericano, por lo que pudo haberse escondido en el interior de El Fausto y secuestrarlo a punta de pistola, obligándole a cambiar el rumbo hacia tierras americanas, lo que podría dar algo de sentido al errático derrotero seguido por el motopesquero”, apunta Velasco, quien agrega que “también se puede especular con algún tipo de incidente con submarinos soviéticos o norteamericanos, que pasaban por las aguas de Canarias de manera discreta durante la Guerra Fría ¿quién sabe si nuestros tripulantes palmeros fueron testigos de algo que no debieron ver? En todo caso prefiero quedarme con la opción más sencilla: que tuvieron un encadenamiento de pequeños infortunios, lo que originó la tragedia”.

Contar la historia para que no se olvide

Luis Javier Velasco Quintana, desde que conoció este dramático suceso en el año 2000, ha tenido un especial interés en contar la historia. “Me ha llevado 14 años de investigación y tres de escritura, pero he cumplido con mi objetivo: que Viterbo Acosta, que aún vive, y que me ha ayudado muchísimo, y otras personas pudieran leer el libro”. “Es un tema que está vivo, y sé que tiene cierto morbo insano para quien no ha perdido a sus allegados, pero para las familias es una llaga que está ahí, que no ha cicatrizado”. Este asunto, precisa, “duele y hay que tratarlo con mucho tacto”. Velasco considera al dueño de El Fausto “una quinta víctima, aunque menor, porque no se recuperó de la pérdida del pesquero y la familia lo sufrió, fue como un barco maldito”.

El Fausto, sostiene Velasco, “es un caso único en el mundo, porque nunca un barco ha desaparecido tres veces, y si este suceso hubiese ocurrido en un país anglosajón habría hasta series de televisión, porque la historia, desgraciadamente, es buena, no hay que adornarla, es lo suficientemente intrigante como para que todo lo que yo te estoy contando en esta entrevista, no reste interés a leer el libro”. “Han pasado 46 años y echo en falta una monografía desde hace 40 años”, comenta. “Cuarto Milenio se interesó por la historia y fructificó en un programa que tuvo mucho éxito; cuando conoces lo que ocurrió te das cuenta que le podría haber pasado a cualquiera y piensas que alguien tiene el deber de escribir un libro”.

Datos desconocidos hasta ahora sobre la tragedia de El Fausto

En el libro, Velasco saca a la luz numerosos datos –“algunos escabrosos”- sobre la tragedia de El Fausto que eran desconocidos. “Julio García Pino tenía una libretita, una especie de diario, donde hacía las cuentas, y en la última página se despedía de su mujer. Le decía: ‘Luz, tú sabes que Dios quiso para mí este destino, habla con […] para que te asesore y paga lo que debo”. “Otro de los grandes enigmas es el encargo que le hizo a su esposa: ‘Nunca le digas a Julín –su hijo de 4 años- lo que me pasó’; aquí está el misterio servido porque esa libreta la entregaron los italianos del barco Anna Di Maio en Venezuela, pero la nota llegó a la viuda y yo la tuve en mis manos”, afirma. “Me sorprende la pulcritud de la letra de Julio García Pino, que hasta la última página se mantuvo firme y fue contando todo, pero a esa libreta alguien le arrancó todas las páginas anteriores”. “Uno se pregunta qué desgracia le pudo haber ocurrido a El Fausto para que Julio García Pino le dijera a su mujer que no se lo contara a su hijo; algo malo tuvo que ser, y eso acentúa más la sensación de dolor; este tema está vivo y sigue siendo un misterio”. Un enigma.

 

 

 

 

 

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