Todoque se conjura contra el olvido

La lava a su llegada a el casco urbano de Todoque.

Jorge Morales/EFE

Todoque/Los Llanos de Aridane —
5 de octubre de 2021 13:20 h

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La lava sepultó Todoque, un pueblo con vida que se apagó poco a poco, mientras resistió los embates de un volcán que no da tregua, hasta que no aguantó más.

Fue el símbolo de la resistencia durante cinco agónicos días, antes de que el magma retomara su camino hacia el mar.

Quien no perdió su casa, perdió su medio de vida, ya sean las viñas, una pequeña explotación agrícola, una vivienda vacacional, un comercio o un negocio de restauración. En muchos casos fueron ambas cosas.

Y los pocos que aún conservan lo que tenían temen que las coladas se lo acaben tragando todo.

Sus habitantes, más de 1.200, han quedado desperdigados por toda la isla, acogidos en casas de amigos y familiares. Algunos se han marchado más lejos y no piensan regresar jamás.

Pero otros, la mayoría, resisten y esperan a que escampe para algún día volver a reagruparse, mantener un vínculo más allá del emocional, de los recuerdos, vividos o retratados en fotos, que fue lo que antes rescataron, incluso antes que el dinero, en el poco tiempo que tuvieron para desalojar sus viviendas.

Hay quienes albergan la esperanza de poder construir algún día, en algún lugar, un nuevo Todoque. Otros incluso reconstruirlo, aunque solo sea parcial o simbólicamente, sobre la propia lava.

Sea lo que sea lo que depare el futuro y permita la naturaleza, quienes hasta hace poco más de dos semanas vivían en el pueblo se han conjurado para que la historia, su historia, la de toda una vida, no caiga en el olvido.

Un punto de partida

Ya han dado el primer paso creando grupos de whatsapp por calles y zonas: Camino El Pastelero, La Vinagrera, La Gata, Pampillo... para compartir información sobre la última hora de la erupción y también con la idea de que “esa unidad no se pierda”, apunta la alcaldesa de Los Llanos de Aridane, Noelia García.

Cuenta la alcaldesa que estos días gente de Todoque le confesaba que “nunca habían hablado tanto como ahora”, en la diáspora, con vecinos que vivían en la misma calle.

Apenas ha habido tiempo para asimilar el golpe, pero ciertas rutinas ayudan, como la misa de los domingos a las diez que ahora se celebra en la parroquia del pueblo vecino de La Laguna.

Un ritual que, más allá de la liturgia, está sirviendo de terapia emocional, para saber que “otra gente siente tus mismos miedos, angustias, insomnio”, y que también propicia el reencuentro, explica García, que es psicóloga de profesión.

En este templo se conservan las imágenes que fueron rescatadas de la iglesia de Todoque días antes del fatídico 26 de septiembre, cuando se produjo la icónica imagen de la caída de la torre que recorrió las teles de medio mundo.

Alberto Hernández, sacerdote de La Laguna y Todoque, y también de Las Manchas y Puerto Naos, admite que ese instante “impactó a todos”, no tanto por la caída de un edificio, algo a lo que “estamos acostumbrados desgraciadamente” en esta erupción volcánica, sino por su ubicación, porque estaba “en el corazón” del pueblo.

También formaban parte de ese centro neurálgico la plaza, la asociación de vecinos, el centro médico, el colegio o un restaurante, el Altamira, que años antes albergó una escuela en la que estudiaron varias generaciones.

Espacios todos en los que la gente, recalca Hernández, “se encontraba, celebraba y vivía momentos importantes en sus vidas”, y que han quedado sepultados bajo la lava.

“Nunca será lo mismo”

Roberto Leal, presidente de la asociación de vecinos y nieto del propietario del suelo cedido para la construcción de la iglesia de San Pío, hecha a la manera del pueblo, con el sudor y el esfuerzo de sus gentes, se muestra tajante: “El volcán se llevó la historia. Si Todoque vuelve a existir nunca será lo mismo”.

Fue testigo de cómo la lava fue devorando casas, una tras otra, entre ellas las de sus padres y hermanos, y también de amigos. La suya se ha salvado por poco. De momento.

“A veces me acuesto por la noche y veo en mi imaginación que el volcán se está comiendo cosas. Me cuesta conciliar el sueño”, confiesa Roberto Leal, para quien “lo peor” fue “la agonía” de los cinco días en los que la lava apenas avanzaba. Cuando la gente empezaba a tener esperanzas, “en diez minutos se lo llevó todo”.

A la alcaldesa de Los Llanos hubo quien le llegó a decir: “ojalá se lleve ya mi casa”. No soportaban tanta incertidumbre durante tanto tiempo.

El presidente de la asociación de vecinos de Todoque teme que, psicológicamente, “lo más duro está aún por llegar”, aunque ya los mayores están acusando el golpe. Gente que no paraba quieta y que ahora apenas tiene fuerza y ánimos para levantarse de la cama.

Él tuvo la ocasión de hablar con los reyes cuando visitaron La Palma hace doce días. Lo que les dijo, y lo que le dice a todo el que le quiera escuchar, fue: “ahora la lava está caliente, pero desde que se enfríe no se van a acordar de nosotros”.

Roberto, Rober, como lo conocen muchos, no para de recibir mensajes y llamadas en el móvil.

Cuenta que “mucha gente” le dice que se quiere ir de La Palma. Su consejo es que esperen, que ahora están “bloqueados”, y aguarden por las ayudas y las soluciones que puedan arbitrar las administraciones.

Vivir sobre la lava

En su caso lo tiene claro: “Me gustaría vivir encima del volcán, para machacarlo todos los días -golpea la mesa mientras dice estas palabras-, como él nos está machacando con tanta desgracia. Vulgarmente, para cagarle encima”.

Más sosegado, argumenta que quizá sea lo más seguro, porque “un volcán sobre un volcán no suele haber”.

Puede parecer una locura, pero recuerda que en Cabo Verde, en la isla de Fogo, se reconstruyó sobre la lava un pueblo, Cha das Caldeiras, arrasado por una erupción volcánica en 2014.

En ese pueblo, de poco más de un millar de habitantes, igual que Todoque, la lava se llevó por delante unas 230 edificaciones.

El director de ese proyecto reconstructivo, Rafael Daranas, de la sociedad pública canaria Gestión y Planeamiento Territorial y Medioambiental (Gesplan), anticipa que una intervención de este tipo implica “una enorme complicación” técnica y geotécnica, “pero en Cabo Verde se ha hecho”.

“Sobre La Palma no me atrevería a dar una respuesta. Depende. Habrá que valorar muy bien la situación que nos encontremos” cuando las coladas dejen de avanzar y se enfríen y ver qué grosores adquiere a lo largo de su recorrido hasta el mar, así como medir coste y esfuerzo.

“Pero no hay que estar cerrado a ninguna opción”, desliza Daranas, quien subraya que en Cabo Verde han trabajado en zonas donde el río de lava petrificada tiene alturas de entre seis y ocho metros, y allí se ha podido construir una escuela infantil sobre “una cimentación seria” y se está erigiendo ahora un centro de salud.

El arquitecto Henry Garritano, que en 1993 dejó Italia y se instaló en Todoque, hasta que hace dos semanas la lava le obligó a buscarse otro acomodo, es partidario de replicar en lo que se pueda este proyecto.

Avisa que antes de que “la bestia deje de vomitar lava” todo son planteamientos abstractos, pero su idea de partida es verter tierra sobre las coladas, como se hizo con el volcán de San Juan, para promover nuevas superficies agrícolas, y construir viviendas, si no en la lava, en los espacios que no hayan sido invadidos.

Garritano sugiere que se organice un concurso internacional de ideas y que haya una flexibilización en la aplicación de las normativas, al tratarse de una situación excepcional.

La alcaldesa de Los Llanos se muestra abierta a analizar esta opción con los técnicos de Gesplan, aun desconociendo la morfología de las coladas, su grosor y altura, y la complicación de trabajar en este tipo de terreno. Y apunta otro factor: “¿cuáles son las ganas de la gente de vivir sobre la lava?”

Eso sí, opina que a las familias que lo han perdido todo “no se les puede decir que ese espacio va a ser protegido, porque el sentimiento de pérdida sería mayor”.

Recuerda que en la erupción del volcán de San Juan, en 1949, la lava se llevó la casa de sus abuelos pero el terreno sigue siendo de su familia. Y si no han construido es porque no han querido, pero lo podrían haber hecho.

Un nuevo Todoque en otra parte

Otra hipótesis que los vecinos han puesto sobre la mesa es replicar Todoque en un nuevo emplazamiento, respetando la distribución y los nombres de las calles.

En este caso el problema es de suelo, apunta la alcaldesa de Los Llanos. “El territorio es el que es, es limitado”.

De todos modos, el área de Urbanismo tiene identificadas cuatro o cinco zonas donde poder construir, si no la misma cantidad de viviendas destruidas, al menos parte de ellas.

Ahora bien, antes de tomar cualquier decisión al respecto se consultará con los vecinos, a través de los trabajadores sociales que los atienden en estos momentos, para sondear sus expectativas.

“Partimos de la base de que no las vamos a poder cumplir porque las expectativas de las familias son volver al 19 de septiembre a las nueve la mañana -antes de que estallara el volcán-, volver a sus casitas, con sus animales, viviendo junto a sus familiares”, indica la alcaldesa.

“Hay que analizar muy al detalle el sentimiento de cada familia, porque habrá quien un terreno y la ayuda que reciba le valdrá para el inicio” de su nueva vida, mientras que otros a lo mejor lo que quieren es un piso en otro lugar y pasar página.

De toda la vida y una nueva vida

Cada caso es un drama, ya sea para el que nació, se crió y pensaba retirarse en Todoque como para el que eligió este lugar para iniciar un nuevo proyecto de vida.

Entre los primeros hay gente como Neri, como Baudilio, como Roberto, que levantaron sus casas trabajando a destajo en las plataneras o como transportistas.

Entre los segundos está Emanuela Arduini, que se instaló en Todoque junto a su marido Andrea y su hija Valentina para “vivir una vida más tranquila... y de pronto pasó esto”.

Los tres trabajaban en la cafetería de la asociación de vecinos, en la que habían invertido parte de sus ahorros.

Antes de venirse a La Palma, donde vivían de alquiler en la zona del Pampillo, habían vendido una pastelería que regentaban en Parma.

La explosión del volcán les cogió a ella y a su marido en Italia. Habían viajado a su país para vender la casa que tenían en propiedad.

Desde Tijarafe, donde ella y su marido han alquilado por un mes una vivienda vacacional, porque tienen un perro y ni se les pasa por la cabeza dejarlo abandonado, Emanuela dice no saber qué hacer, porque abrir otro negocio “no es tan fácil” y porque “no sabemos cuánto ni cuándo nos van a ayudar”.

Subraya que a diferencia de la mayoría de quienes hasta hace poco eran sus vecinos, ellos no tienen parientes que les puedan facilitar alojamiento. “Aquí no tenemos a nadie”.

Así y todo, tiene claro que “nuestra vida está en La Palma. No queremos volver a Italia”.

El sentimiento pervive

Aunque ahora todo pinta de color negro, la alcaldesa de Los Llanos incide en que más allá de la “terapia específica” que los afectados precisan en este momento, queda por delante un ingente “trabajo comunitario de reconstrucción emocional del barrio”.

Y añade: “tenemos lo más importante, el sentimiento y las ganas de la gente de que ese sentimiento perviva”.

“No será sencillo. Llevará años. Pero una cosa tengo clara: el sentimiento de Todoque no se va a perder. Ni ahora ni en generaciones futuras”, pronostica.

El párroco Alberto Hernández coincide en que los todoqueros son “un barrio muy de piña” y harán “lo posible” para que no se pierda la memoria y para “volver a vivir en un espacio común” en “algún enclave, sea el que sea”.

Ya lo dejó escrito Beatriz Leal, que se apellida como muchos en Todoque, además de Cruz, Ramos, Rodríguez, González, Acosta, Pérez, Álvarez, Pais, Páez y Suárez, y a quien la destrucción de la casa de sus padres, donde se crió, la sorprendió volviendo a Tenerife, donde trabaja como profesora.

“Todos estamos conectados. Todos lo estamos sufriendo. Algún día, en algún lugar, sus descendientes construiremos un nuevo Todoque. Cuando esto pare, cuando esto pase. Que pare pronto para empezar a pensar cómo volver a empezar”.  

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