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La oportunidad y los retos de contar con menores migrantes en las escuelas de Canarias: “Mejoró la convivencia de la clase”

Un joven practica redacción y vocabulario en su aula. (IMAGEN DE ARCHIVO)

Natalia G. Vargas / Jennifer Jiménez

Arrecife/Las Palmas de Gran Canaria —

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Dembo (nombre ficticio) nació en Gambia y vive en un centro de Gran Canaria cercano al mar. Tiene 16 años y acaba de terminar tercero de la ESO en un instituto de Telde. El próximo curso irá a cuarto en el mismo centro, donde asegura que está muy contento. “Me encanta Canarias y su gente”, insiste con un español perfecto pese a que lleva en la isla solo siete meses. A Dembo le gusta mucho ir a clase, donde coincide con otros tres chicos llegados de diferentes países de África y donde asegura que aprende mucho. “Me gustan mucho las charlas y quiero mucho a mi profesora”, afirma. Ha aprendido a tocar el timple y en el futuro le gustaría hacer un FP y trabajar en la isla. Dembo es uno de los 2.188 menores extranjeros escolarizados este año en las Islas, según datos facilitados por la Consejería de Educación. Estos menores suponen una oportunidad para las escuelas canarias, donde se produce un enriquecimiento cultural, aunque su inclusión presenta varios retos, como el apoyo idiomático y emocional.  

Elda Cruces es profesora de Matemáticas en un instituto del norte de Tenerife y este curso ha contado con alumnado migrante de Senegal y Marruecos, que suponía un tercio de esta clase compuesta por 13 estudiantes. Lejos de los prejuicios y del ruido mediático, la docente cuenta cómo la presencia de este alumnado ha servido para que mejore el comportamiento del resto del aula, compuesta por estudiantes canarios. Es docente en FP Básica, que suele acoger a estudiantes que han atravesado dificultades a lo largo de su vida académica. “A mí lo que más me impresionó fue cómo mejoró la convivencia en la clase porque algunos de estos alumnos yo los conocí del año anterior y cambiaron radicalmente, el factor madurez fue importante, pero sobre todo cambiaron con ellos (con el alumnado migrante)”, explica. 

La profesora insiste en que el alumnado migrante quería aprovechar el curso, pues algunos de ellos cumplían los 18 este año y con esta formación obtienen una titulación de informática. “Salen capaces de arreglar un ordenador”, destaca. La profesora explica que en este curso quienes promocionaron fueron precisamente los alumnos migrantes. La docente señala que una de las iniciativas de su centro fue la de retransmitir en los recreos la Copa África y “disfrutaron un montón porque coincidía con la llegada importante de alumnado migrante”, destaca. 

“Para estos niños que acababan de llegar ”la Copa África les salvó“ y ”ha generado unidad“ al igual que las actividades que se han realizado sobre todo a final de curso. ”Para mí todo ha sido positivo, no ha habido nada que haya restado a la evolución académica y mucho menos personal“, insiste Elda, que aclara que sus compañeros han visto cómo contar con alumnado migrante no solo ”no resta sino que suma“. Lo único que sí que añadiría es que por las barreras idiomáticas muchas veces no se haya podido evolucionar con ellos todo lo que les habría gustado. 

Roldán, profesor: “Apuesto por otro modelo con aulas de inmersión lingüística”

Precisamente, Roldán es profesor de Francés en el IES San Benito, de La Laguna. Nació en el extranjero y llegó a Canarias con diez años, razón por la que cree que tiene especial sensibilidad con las personas migrantes. Lleva varios años dedicándose al apoyo idiomático al alumnado no hispanohablante, por donde han pasado estudiantes ucranianos, brasileños, rumanos… aunque en estos últimos años se ha producido un incremento de migrantes de diferentes países africanos. “Es cierto que son unas horas de apoyo idiomático, pero desde mi punto de vista y mi experiencia, esa medida está bien para atender a un número pequeño de alumnos”, indica. El profesor apuesta por “modelos de otras comunidades autónomas, como las aulas de inmersión lingüística o aulas temporales de acogida”. Recalca que esto no quiere decir que haya que excluir al alumnado y tenerlo al margen, pero sí añade que el modelo no debería ser el de sacarlos unas horas de su aula y que el resto de horas estén con el grupo sin poder seguir la clase, como ocurre ahora, porque “no hay un plan preparado en cuanto a orientar al profesorado o a los centros educativos para poder atender a estos chicos en condiciones”. 

Esas aulas de inmersión lingüística cree que pueden ofrecer una mejor atención en función del nivel del alumno, “de su estado anímico incluso, que también influye muchísimo cuando llegan, de manera que puedan ir incorporándose progresivamente”. Recalca que de entrada a estos menores los podría atender un profesional de educación y un psicólogo. Roldán incide en que los jóvenes migrantes no suelen contar muchas cosas al principio, pero cuando terminan teniendo confianza con el profesor relatan que han “vivido cosas durísimas”, sin embargo, al llegar al centro el sistema “los suelta solos sin más”. 

El docente indica que el pasado año había cinco horas de apoyo idiomático y que este curso se aumentó a once horas semanales, por lo que en su centro se nombró a otra profesora. “Requieren de una atención personalizada, por lo que entre esa profesora yo lo repartimos por niveles”, explica. “Cuando no hablan ni francés, ni inglés, ni español, es más complicado, pero bueno, todo funciona desde la empatía y las ganas de hacerlo”, remarca. 

El profesor subraya que la llegada de migrantes al centro debe verse “desde el punto de vista del enriquecimiento del aula y del centro, de la comunidad educativa en general y de la sociedad, porque un centro educativo no deja de ser más que un reflejo en pequeño de lo que es la sociedad”. Por ello, subraya que “son un futuro para nuestra sociedad, porque suponen diversidad cultural en un mundo cada vez más global y que, además, estamos demandando mano de obra que no tenemos”. Insiste en que “si nos preocupamos en formar mejor a estos chicos y estas chicas, pues serían buenos profesionales, seguro”. 

Roldán también remarca las actividades que realizó el instituto para avanzar hacia la inclusión del alumnado. Además de retransmitir la Copa África, enumera otras como la campaña de Navidad o los talleres con motivo del día de África. “En los recreos, a través del fútbol, hemos conseguido que se mezclen un poquito y jueguen. Pero es verdad que ellos, sobre todo de entrada, tienen tendencia a ponerse separados en una esquina”. Por ello, cobran tanta importancia esas actividades encaminadas a la inclusión. 

Izaila, profesora de Historia: “Reivindicamos más apoyo idiomático”

Izaila Hernández es profesora de Historia y jefa de estudios del IES La Vega de San José y explica que su centro recibe alumnado migrante que especialmente llega a final del primer trimestre y principios del segundo. Destaca que suelen ser “muy buenos respecto a comportamiento” y coincide con los demás profesores en que el centro requiere de más apoyo idiomático y que se nombre personal específico para ello. “No se trata de que se den las horas y ya, sino que se haga desdoble con el alumnado migrante que no conoce el idioma español”. Así mismo, reivindica contar con más ayuda en los centros donde se escolaricen y que puedan contar con un tutor propio para ellos. La docente señala que hace dos años tuvo en su tutoría a un alumno de El Aaiún y otro marroquí, que describe como “muy trabajadores”. Finalmente, se fueron a la FP Básica porque lo que quieren es trabajar. 

Los sindicatos mayoritarios en la Educación, ANPE y STEC, también inciden en que debe reforzarse el apoyo idiomático. Desde ANPE señalan que “es crucial que los centros cuenten con más recursos y personal especializado para facilitar la inclusión de estos estudiantes”. El sindicato ha solicitado a la Consejería que, de cara al próximo curso, se planifique con antelación la atención al alumnado no hispanohablante. “La Administración ha empleado recursos para este fin, pero entendemos que son insuficientes y que se debe plantear una estrategia que permita la inclusión real de este alumnado, dado que no se prevé una disminución de su matriculación”, exponen. 

El portavoz de ANPE, Pedro Crespo, subraya que el número de horas de apoyo idiomático que se destinan actualmente “es muy insuficiente”. Por ejemplo, en Primaria, cuando en un centro hay menos de cinco alumnos o alumnas no hispanohablantes, no se destinan horas de apoyo idiomático; cuando hay entre cinco y doce se destinan cinco horas y cuando hay más de doce se destinan diez. En la ESO tampoco se destina tiempo cuando hay menos de cinco alumnos o alumnas no hispanohablantes; cuando hay entre cinco y doce se destinan cinco horas; cuando hay entre trece y dieciocho se destinan diez horas y a partir de los dieciocho se destinan dos, más por cada cinco alumnos. Desde la Consejería de Educación informan de que, en total, el número de horas dedicadas a apoyo idiomático, han sido 1.886; 787 horas más que en el curso anterior 

Gerardo Rodríguez, portavoz de STEC-IC coincide en reclamar más apoyo idiomático, pero también transporte. “Muchas veces los lugares donde se alojan están lejos de los centros educativos”. Así mismo, incide en la importancia del “acompañamiento del profesorado desde el punto de vista anímico, emocional, afectivo y que tenemos que ir mejorando poco a poco”. Recalca que el alumnado canario ha sido receptivo y empático al igual que el profesorado. Además, la Consejería ha cedido horas para que haya profesorado específico que atienda a esos niños y les proporcione recursos idiomático y acompañamiento; un dato positivo es que a profesores que tenían horario parcial se les ha extendido. 

Nuevos “héroes” en las aulas  

Resaltar “los elementos que nos unen con las personas que transitan por las islas”. Esta es, para el investigador y trabajador social José Manuel Álamo, una de las grandes estrategias que favorecen la convivencia dentro de las aulas. “Lo primero es trabajar que la identidad canaria está construida por múltiples procesos de movilidad humana. Tanto de los canarios de ida y vuelta como las personas que han llegado y se han asentado aquí”, apunta. “La identidad tiene sus rasgos más importantes en la diversidad cultural, las costumbres y las diferentes formas de ver la vida y de expresarse”. 

Según el experto, también es necesario que se haga una buena acogida por parte del alumnado hacia los estudiantes recién llegados, sean o no migrantes. “Que se les acoja e incluya dentro del aula, que se pongan en valor sus potencialidades y las hazañas en las que vienen. Las personas que llegan a las aulas son héroes, no personas peligrosas que vienen a quitar. Vienen a aportar”, asevera. Álamo lamenta que desde la política se esté fomentando una “desnaturalización” de las migraciones, a través de una ola europea que trata de “ganar poder planteando una identidad ficticia” que diferencia a quienes nacen en un país respecto a los que vienen de fuera. “Las islas siempre han sido un ejemplo de convivencia más allá de las costumbres, y esa es una historia que no se cuenta curricularmente en el ámbito educativo”. 

La escolarización es clave para el desarrollo de los menores no acompañados. “Para esos niños es fundamental tener una vida lo más normalizada posible. Sentirse un igual, sentir que comparten el día a día con niños y niñas del barrio, del pueblo y del municipio en el que viven”, apunta José Manuel Álamo. Sin embargo, no basta con garantizar su acceso a las aulas, sino también velar por su éxito escolar. En este sentido, el idioma se convierte en un hándicap, así como también las condiciones en las que son acogidos en los centros. En las últimas semanas han salido a la luz denuncias sobre las condiciones insalubres en las que los jóvenes conviven en los dispositivos de emergencia. “Los recursos de más de 25 menores tienen que ser absolutamente transitorios y utilizarse en situaciones clave, durante un período de tiempo corto, para después ser derivados a un centro más gestionable”, plantea Álamo. 

Para Hakim (nombre ficticio) ir al instituto ha sido determinante para querer quedarse en Canarias. Llegó en enero de 2023 a Gran Canaria desde Marruecos sin expectativas, con algunas ciudades de la Península rondando por su cabeza. Ahora, ha hecho amigos en Tenerife, donde vive en un pequeño centro de menores del norte de la isla. Los amigos, la formación y el fútbol han hecho que tenga claro que quiere construir su hogar en la isla. 

Formarse, un “acto de rebeldía” 

De los 2.188 menores escolarizados en Canarias, 1.657 son de escolarización obligatoria y 531 son mayores de 16 años. Muchos de los menores tutelados por la comunidad autónoma en la actualidad siguen pendientes de una prueba de determinación de la edad que desbloquee su futuro. “Mientras no estén identificados como menores y no exista una declaración de amparo ni de tutela, no se escolarizan, y es una forma de dilatar el proceso”, explican fuentes consultadas por esta redacción. 

“El propio sistema es un poco cínico. A veces los apura para que no se formen y sigan cogiendo los puestos que la gente canaria no quiere. Por eso te obligo a coger un trabajo, ya que para renovar la residencia me tienes que demostrar que llevas trabajando un año”, reflexiona la educadora social Abrah Suárez, responsable del proyecto de formación Meraki, de la Fundación Adsis. Este proyecto ofrece a jóvenes migrantes formaciones con el fin de favorecer su integración en el mundo laboral, así como también asesoramiento administrativo. Tal y como cuenta Suárez, el proyecto ha atendido a decenas de jóvenes desde 16 años hasta extutelados. “Desde que van cogiendo soltura se van empoderando y ellos mismos nos piden formaciones”, cuenta. 

A través de la Fundación Adsis, algunos jóvenes han conseguido trabajo en diferentes sectores. Además, imparten charlas antirracistas en los centros educativos y participan en encuentros interculturales con alumnado de Gran Canaria. “La primera parte es de sensibilización y después los chicos cuentan sus testimonios y hacemos dinámicas de trabajo en equipo para que interactúen”, explica Suárez. 

Los jóvenes también reciben formaciones de mediación cultural, con el fin de poder acceder a una de las principales salidas laborales que se les presentan: trabajar en los centros de menores. Sus perfiles son muy requeridos por el dominio de diferentes idiomas y dialectos y porque, además, han vivido experiencias similares a las de los usuarios. 

Por su parte, el Gobierno de Canarias está desarrollando un proyecto de inserción laboral entre las consejerías de Empleo y Bienestar Social. Se trata de un programa que comenzó siendo un proyecto piloto en El Hierro, pero que ya se desarrolla en el resto de las islas. El objetivo es favorecer la inserción laboral de los jóvenes migrantes y “ofrecer profesionales cualificados a las empresas”, sobre todo en aquellos sectores “con más escasez de mano de obra” como la hostelería, la agricultura o la construcción, explicó la consejera de Turismo y Empleo, Jessica de León. 

“Para mí, que los chicos se formen es un acto de rebeldía, de no pasar por el aro y no coger el primer trabajo que se les pase por delante por necesidad. Vienen con sus sueños y sus ilusiones, y no tienen por qué coger lo que nos sobra a nosotros”, concluye Abrah Suárez. 

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