El presidente del PP canario cede ante las presiones de Génova y se marcha al Senado
Asier Antona ha preferido ser junco antes que ciprés, ceder a las presiones de la dirección nacional del Partido Popular antes que resistir en su feudo de Canarias a la espera de acontecimientos que pudieran ser más perniciosos para su carrera política. Este martes será designado con toda probabilidad senador en representación de la Comunidad Autónoma de Canarias en el lote de tres que elegirá el Parlamento regional. Paradojas de la vida: en la misma sesión será elegido con igual destino uno de sus más crueles verdugos y a su vez su principal víctima, Fernando Clavijo, que huye a Madrid para acogerse al aforamiento que le proporciona la Cámara Alta frente a sus dos imputaciones en los juzgados ordinarios de La Laguna. El trío de senadores lo completará el socialista Pedro Ramos, considerado el hombre que manejó el PSOE de La Laguna en nombre de Coalición Canaria, con lo que el Parlamento también cerrará este martes otro capítulo de la contaminación de tres décadas del partido que ve marcharse a su líder indiscutible en buena compañía.
Fernando Clavijo es, efectivamente, víctima y verdugo de Asier Antona. Víctima, porque su nueva posición en la oposición en Canarias es resultado directo de la doble negativa del todavía líder de los populares canarios de aceptar un pacto humillante que pretendía colocarlo, primero como presidente florero de un Gobierno en el que Clavijo quiso ser vicepresidente plenipotenciario, y luego, expulsado del paraíso del poder para sustituirlo por su número 2 en un Ejecutivo sin él y sin Clavijo. Un doble intento que en realidad no acabó frustrando Antona pese a su negativa, sino el rechazo de Ciudadanos a votar cualquier Gobierno en el que estuviera un imputado como Clavijo. Ni de presidente ni de vicepresidente.
Todo le venía impuesto desde Madrid porque, como es sabido, “Coalición Canaria no negocia con medianeros”, según su propio decálogo. Desde el primer momento, Fernando Clavijo y su secretario general, José Miguel Barragán, se plantaron en los despachos del PP en la calle Génova y en la central de Ciudadanos para tratar de componer un pacto por la derecha que fuera completado por Casimiro Curbelo.
El 13 de junio, el presidente de los populares se encontraba en Madrid, donde se enteró por la prensa de Canarias que iba a ser presidente gracias a una generosa oferta que le hacía Coalición Canaria. Sobre la marcha telefoneó a Barragán para pedirle los detalles, a ser posible en un documento escrito que recibió cuando ya había llegado a Tenerife esa misma noche.
Era una oferta envenenada porque, efectivamente, CC entregaba la presidencia de Canarias al PP pero la dejaba absolutamente vacía de competencias, que pasaban íntegras a la Vicepresidencia. “Bueno, ¿tendré Hacienda al menos?”, le preguntó Antona al día siguiente a Fernando Clavijo en la primera reunión que ambos líderes sostenían desde el 26 de mayo. “No, tampoco”, le respondió el expresidente. Antona se levantó de inmediato de la mesa pero accedió a acudir a mediodía a la famosa comida en la residencia presidencial de Las Palmas de Gran Canaria, el famoso palacete de la calle Camille Saint-Saens. Fue allí donde realmente se evidenció lo imposible del acuerdo por la derecha cuando la diputada Vidina Espino dejó claro que Ciudadanos no accedería a prestar sus dos votos si Clavijo estaba en el consejo de gobierno bajo la forma que fuera.
La pinza Soria-Clavijo
Pero a aquellas alturas Coalición Canaria ya había conseguido colocar a Antona en la lista de barones amortizables del PP gracias a una combinación letal en la que ha intervenido la mano oscura de José Manuel Soria, el ministro que tuvo que dimitir por los papeles de Panamá y que no perdonará a su sucesor que su partido en las islas apoyara a Soraya Sáenz de Santamaría como presidenta nacional de la formación en el congreso que eligió finalmente a Pablo Casado. Se lo dijo claramente en la boda de la hija de un conocido empresario de la distribución alimentaria, donde compartieron mesa y en lo que constituyó la última conversación que compartieron.
Soria y Clavijo fueron los autores intelectuales de la ocurrencia final con la que ambos intentaron salvar el veto que Ciudadanos imponía al expresidente imputado: que a la renuncia de Clavijo se sumara también la de Antona y que la presidenta de la Comunidad Autónoma fuera la secretaria general del PP canario, Australia Navarro. Una pirueta inédita en el trapecio de la política canaria: entregar la presidencia del Gobierno a la tercera fuerza política y ni siquiera a su candidato, que ni estaba imputado ni pesaba sobre él ningún estigma impuesto por los demás socios.
Australia Navarro, secretaria general regional y presidenta del PP de Gran Canaria, una mujer estrechamente vinculada siempre a José Manuel Soria, aceptó el ofrecimiento sin comunicárselo inmediatamente a su jefe, sencillamente porque la propuesta venía bendecida desde Madrid, concretamente por el secretario general, Teodoro García Egea, que negociaba directamente con Fernando Clavijo y con José Miguel Barragán, secretario general de Coalición Canaria, sin discutir nada con la dirección regional del partido.
Asier Antona se rebeló también contra ese atropello, lo que por segunda vez lo colocaba contra las decisiones de la dirección nacional de su partido.
La tormenta arreció semanas más tarde, cuando se conoció la intención del PP de aliarse al PSOE en La Palma para arrebatar a Coalición Canaria uno de sus feudos más codiciados. Y no porque se fuera a consumar una indisciplina sino porque Fernando Clavijo volvió a recurrir a sus encantos personales, los que han cautivado tanto al líder de la Agrupación Socialista Gomera (ASG), Casimiro Curbelo, como a Teodoro García Egea, para exigir en la calle Génova que se depurara a los populares palmeros por semejante afrenta, por entonces sin consumar.
Fue en ese momento cuando el secretario general del PP volvió a apretar las clavijas a los populares canarios: que se pare la moción de censura de La Palma so pena de expulsiones sumarísimas. En aquella isla no daban crédito a semejantes indicaciones: Egea no solo no había prohibido nunca tal acción sino que incluso la llegó a alentar.
La mano derecha de Casado había pasado el fin de semana anterior a las elecciones autonómicas y locales del 26 de mayo en La Palma. Pidió ver el observatorio del Roque de los Muchachos y que se le abriera la cúpula; pidió visitar una bodega, visitar con tratamiento especial el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente… Fue tratado a cuerpo de rey y allí conoció de boca de todo su partido lo importante que era para toda la organización remover a Coalición Canaria de las instituciones del archipiélago.
Por eso todos los presidentes insulares -excepto Australia Navarro- cerraron filas en torno a Asier Antona cuando, tras el 26-M, planificó con el PSOE sacar a CC del Cabildo de Lanzarote, del Cabildo de La Palma y hasta del de Tenerife. Cuando llegó a proponer un pacto con los socialistas en la Comunidad Autónoma si a Ángel Víctor Torres le fallaban los apoyos por la izquierda. La consigna era darle un vuelco al tablero político canario y recluir a CC a la oposición para sanear la vida política canaria y para debilitar al principal rival electoral de los populares.
Antona lo ha conseguido porque no solo CC ha perdido la inmensa mayoría de sus plazas institucionales, sino que el PP le ha superado por primera vez en poder local: dos cabildos, dos capitales de isla, el 25% de los ayuntamientos… Aún así, el PP lo aparta para agradar a Coalición Canaria y a José Manuel Soria, en un ajuste cuyos pormenores se conocerán pronto.
Al frente del PP canario quedará su secretaria general, María Australia Navarro, con lo que Soria y Clavijo verán satisfechos sus deseos de venganza. La mujer que no pudo ser presidenta a costa de la cabeza de Antona se la cobra ahora. A su alrededor, el PP canario pasará página asumiendo una vez más las órdenes de Madrid sin derecho al pataleo. Pero no se van a revertir los pactos que desalojaron a CC de Lanzarote o de La Palma. Eso es inapelable porque los actores locales del PP acudirán a los tribunales contra las expulsiones de su propio partido si fuera necesario.
A Asier Antona se le presenta a partir de ahora una etapa inesperada, la de la política nacional: formará parte del núcleo duro del Grupo Popular en el Senado y se podrá desenvolver en la Villa y Corte con más naturalidad. Solo tiene 42 años y ha preferido por esta vez ser junco antes que ciprés.