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Los riesgos de quedarse en casa cuando tu hogar es la calle

Dos personas sin hogar en la calle Cervantes de Las Palmas de Gran Canaria, junto a la trasera de un supermercado, durante el Estado de Alarma.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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En una sola noche las calles quedaron vacías. Con el propósito de detener un virus que en Canarias se ha cobrado ya 24 vidas, los comercios cerraron, el tránsito de personas desapareció y, con él, el alimento o las pocas monedas que quienes viven al raso pueden recopilar al día gracias a los donativos de la gente. La falta de acceso a la información hace que para la población en situación de sin hogar sea difícil conocer con detalle el alcance de la pandemia. Una carencia que organizaciones no gubernamentales como Cáritas han intentado suplir informando sobre la crisis sanitaria que atraviesa España a un colectivo en alto riesgo, al estar totalmente expuesto al COVID-19 y presentar en muchas ocasiones enfermedades cardiorrespiratorias. También han tenido conocimiento de las medidas de protección implantadas, pero lavarse las manos con frecuencia o ducharse son lujos que no se pueden permitir.

Los ayuntamientos del Archipiélago en coordinación con el Gobierno canario han habilitado plazas extraordinarias para acoger a las personas sin hogar. Sin embargo, en ciudades como Las Palmas de Gran Canaria “no son suficientes”, tal y como ha señalado a esta redacción Cáritas. “No hay un censo oficial, pero en las Islas hay alrededor de 2.000 ciudadanos en esta situación”, apunta la ONG. Un estudio publicado por la Obra Social de Acogida y Desarrollo cifra en 204 la población que duerme en las calles de la capital grancanaria. La corporación municipal ha sumado a sus albergues municipales 50 plazas extraordinarias en el Centro de Día de la fábrica de hielo y 52 en El Polvorín. En este último establecimiento, las habitaciones son compartidas entre cuatro usuarios y, hasta el momento, solo hay 16 personas. Ambos espacios cuentan con personal sanitario.

“Se está dando prioridad, dentro del colectivo, a los más vulnerables en materia de salud y género, pero sigue habiendo mujeres viviendo en la calle”, apunta Caya Suárez, secretaria general de Cáritas en la provincia de Las Palmas y en Canarias. El Cabildo insular también ha querido colaborar con el Ayuntamiento aportando 80 colchones, 300 juegos de sábanas, muebles y enseres con el fin de “proteger a la población más vulnerable, por ser las más afectadas en esta situación de riesgo sanitario”, según las declaraciones de la consejera de Política Social, Isabel Mena.

En Santa Cruz de Tenerife se han activado 30 plazas alojativas en el pabellón Paco Álvarez y otras 25 cerca de la zona, en el Quico Cabrera. El Ayuntamiento explica que en diciembre ya se habilitaron otras 25 para proteger a las personas del invierno, y se suman al albergue municipal, las pensiones y cinco pisos, uno de ellos destinado a los jóvenes. En los últimos cuatro meses, los más mayores han sido trasladados a un asilo, donde han visto mejorada su situación al tener habitación propia. Aún así, hay complicaciones para controlar a todo el colectivo porque han aparecido nuevas personas en las calles de la capital tinerfeña durante el Estado de Alarma. “Algunos han venido de otros municipios y, en otros casos, han salido de sus casas por discusiones familiares o porque estaban siendo acogidos y los han echado”, explica la corporación. Los recursos alojativos son gestionados por Cruz Roja y ofrecen ropa, baño, tres comidas diarias y lavandería.

El aislamiento, las adicciones y la salud mental

El director general de Derechos Sociales e Inmigración, Jonás González, destaca que no todos han querido acceder a los recursos alojativos, habilitados también en otros puntos de Canarias como Tías, en Lanzarote, o Puerto de la Cruz, en Tenerife. La costumbre, la seguridad o la ausencia de normas son algunos de los motivos. La coordinadora provincial del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes del Colegio de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, Cristina García, explica que, en algunos casos, “ya están acostumbrados a estar en la calle, se sienten más seguros, es su zona de confort aunque nos pueda parecer impensable”. El confinamiento se vuelve más complicado aún para personas con adicciones o en mal estado de salud mental. Entrar en un dispositivo de 24 horas es “difícil y complicado” ante las diversas y complejas realidades que arrastra cada usuario.

La secretaria general de Cáritas señala que la comunidad terapéutica de la organización ha ofrecido un permiso domiciliario a las personas con adicción al alcohol o con politoxicomanías para que estén con sus familias “y vivan esta situación de la forma menos estresante posible”. En otros casos, usuarios de Cáritas han sido trasladados a los cuatro pisos tutelados de la entidad, de los cuales tres son para personas en situación de sin hogar y uno para víctimas de trata. El objetivo es cubrir sus necesidades básicas para que no salgan, haciéndoles además un seguimiento psicológico y social.

La psicóloga Cristina García recuerda además que el Colegio Oficial está prestando un servicio gratuito para toda la ciudadanía a través del teléfono 660-68-57-57 y subraya que las secuelas psicológicas de esta situación pueden aparecer meses después de que termine. “Podemos pensar que ahora estamos bien, pero cuando volvamos a nuestra rutina es posible que tiempo después aparezcan las consecuencias en forma de insomnio, nerviosismo, ansiedad, estrés o taquicardias”, sostiene. Por ello, recomienda retomar la normalidad de una forma “lógica y ordenada”.

Acceso a la comida

Cáritas alimenta a través de sus comedores a las personas que siguen pasando noches a la intemperie y les garantiza la medicación que necesitan. En los últimos días se ha registrado un aumento de las personas que van a los comedores. Antes “no recurrían a recursos públicos ni privados, pero ahora con el cierre de comercios y sin gente en la calle, no tienen acceso a las necesidades básicas”, explica la secretaria general de la ONG. También piden comunicarse, porque al estar cerrados todos los comercios de la ciudad no tienen dónde cargar sus móviles. Desde que entró en vigor el Estado de Alarma, los cuerpos de seguridad intervienen en la media hora de reparto de comida para controlar la distancia interpersonal. Además, cada persona se lleve la comida al lugar en el que se encuentre para evitar las aglomeraciones.

Lo que más preocupa a la ONG es la falta de acceso a las duchas y la ausencia de medidas de protección para el voluntariado que atiende al colectivo de personas en situación de sin hogar. “Estamos haciendo esta labor con fondos propios de Cáritas y sin medidas preventivas a excepción de los guantes. Nos hemos hecho mascarillas con tela, que no son muy protectoras”, revela Caya Suárez. “Es muy posible que este colectivo esté contagiado, pero al no hacerse pruebas no sabemos si lo están o no. Hay personas que tienen síntomas leves, y si vemos que se agravan los llevamos a urgencias de inmediato”, añade. Los usuarios tampoco tienen mascarillas, guantes o geles. “Tiene que haber más recursos de protección, empezando por los hospitales y siguiendo por el tercer sector”, concluye.

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