La espiral canaria pierde a su progenitor artístico
Después de una longeva existencia nos dice adiós el artista canario Martín Chirino. Dice adiós al componente material de su vida-cuerpo, pero nos deja su espíritu de manera intrínseca en la totalidad de sus obras, concebidas a lo largo de toda esta existencia. Se ha ido con las alforjas repletas de sus propias creaciones, habiendo cumplido con casi todas las propuestas que en vida se planteó y quiso asumir, como un reto a su libertario trabajo intelectual y emocional. Su cuerpo cansado que ha perdido el Chi de la energía vital por los años, y por el ferviente trabajo del yunque, el mazo y la fragua, que, con los 94 años de fructífera vida lo fueron en proyectos de una prolífica y fecunda faena en continuada creación artística hasta su transir.
En él había anidado la paranoia del paroxismo que se enquista en el tálamo de todos los creadores del arte en general, de todos los que se sienten artistas por innata puridad mística. Mi apreciado y admirado escultor dejó en su haber un cuantioso legado de cualitativas obras escultóricas para que siguiéramos disfrutándolas en su ausencia.
Sus esculturas y sus obras gráficas tuvieron el previo devenir de la lógica evolución que, desde los principios en su formación juvenil artística fueron mejorando en las propuestas de un nuevo discurso, en experimentales y novedosas técnicas con las que deseaba encontrar sus propias narrativas, y estas fueran convergentes con las artes de vanguardia que perseguía. Como hijo de su época fue un adepto a la contemporaneidad de su tiempo. Y en esas premisas buscó y encontró un lenguaje propio, distinto en su máxima expresión de su destilado arte.
Sus primigenios intentos con la modernidad escultórica lo experimentó a través de la talla de la madera, como materia que estaba en boga por entonces, siendo una de las materias plásticas más demandadas por los escultores, sobre todo por las didácticas recibidas del escultor aruquense Manolo Ramos y de los concomitantes artistas canarios. Es una masa arbórea, que por substracción de la materia quedan los volúmenes y las formas que esta le ha ofrecido: las deseadas o las encontradas y válidas para el propósito del artista, en la búsqueda de la originalidad y asunción sensitiva con la obra esculpida. De aquella primitiva etapa destaca: San Juan, Black Queen, People, etc.
Martín Chirino, después de realizar una formación reglada de Bellas Artes en Madrid, regresó a su isla natal. Mantuvo los afectivos contactos en la ciudad laspalmense natal con sus colegas isleños que no decreció, entre ellos: Manuel Padorno, Manolo Millares, Tony Gallardo, Plácido Fleitas, Felo Monzón, Juan Hidalgo, etc. Pero, en su ávida y reflexiva mente, pensando siempre en su devenir en las artes plásticas y en su producción, anidaba otros espacios para su propia creación. En su consciente sentir bullía la constante obsesión de atravesar el horizonte de los abisales atlánticos que engulle a las islas (o que eran engullidas hasta hace pocas décadas), dejándolas en la periferia de un páramo social, económico y cultural en disarmónica evolución. En aquellos allendes se encontraba la luz del fanal que ya había emergido en la lejanía del horizonte de la vieja Europa.
La isla grancanaria les quedaba angosta a Martín, a Manolo Millares, a Manuel Padorno; y a otros tantos artistas que no pudieron con esa osadía por diversas causas. Con la bravura de la juventud y el espíritu deseoso de nuevas experiencias y de las emociones ante una nueva vida, decidieron ‘mandarse a mudar’ a la capital de las artes (aún bajo la férula dictatorial, que ellos combatían y por la que fueron vigilados por los secuaces del régimen). Abandonar la isla fue el objetivo para encontrar un contexto artístico que empatizara con la modernidad de obras que pretendían realizar y que se habían propuesto como metas para sus artes, porque Madrid –junto a Barcelona– eran el zenit del arte de vanguardia de la época en todo el territorio nacional.
Ya en Madrid contactan con las capillas de la modernidad de la plástica y con los artistas que la integraban, y además, con las élites del hambre y de las calamidades que generan las miserias que pasaron por la supervivencia y su de poner en práctica sus artes. Sin embargo, la pertinaz constancia y el no declinar ante la adversidad tienen su premio. Como primera dicha y motivo, Manolo Millares se integra en el Grupo El Paso en el año 1957, y al siguiente, lo conforma también Martín Chirino. Millares lo hace bajo su arte en el Expresionismo Abstracto; y Martín con sus abstracciones volumétricas, ya cuasi definidas en su estilo permanente. Este grupo representa al arte de las vanguardias más avanzadas de España y su trascendencia alcanza éxitos aquende u allende las fronteras del territorio del dictador que imponía sus políticas. Este arte –ni los artistas que lo constituían– no era del gusto del imperio de los que gobernaban España con los juicios sumarísimos a los que pensaban distintamente, pero que para ellos era dar una falsa imagen de cara al exterior, de avanzadilla de las libertades sociales en el país agraviado por el resto europeo.
Este grupo de arte de vanguardia constituyó toda una proeza de valentía y evolución artística, en contra de la España caduca y obsoleta en la que aún se realizaba un arte amanerado, insustancial, sin trasfondo de lenguaje de transmisión y sensibilidad social. Estaba bajo la égida de los planteamientos del imperante falangismo con su estética versada en el nacionalcatolicismo y en el conservadurismo: Dios, patria y tradición reyescatolicistas. En aquel grupo de arte, con sus elucubradas ideas de vanguardia con críticas sociales, con nuevos planteamientos estéticos y de materiales innovadores para la plástica, los cuales eran inherentes a sus obras y pensamientos en hacer un arte de modernidad. En él fue donde alcanzaron los dos artistas grancanarios la mayor difusión de sus creaciones a nivel nacional e internacional, y por supuesto, de sus nombres como artistas prometedores. Como así fue.
El arte de Martín Chirino fue evolucionando como es natural en todo aquel creador que en denodados esfuerzos y en la continuidad de la investigación para encontrar en su arte el lenguaje propio, con un estilo definido que satisfaga sus intrínsecas emociones estéticas, encontró su camino y sus nuevos materiales, con aquella ‘huida’ a la capital central. Su arte cambió radicalmente cuando empatizó con las obras y las nuevas materias artísticas que en sus lenguajes empleaban los maestros españoles que venían de París o que aún lo estaban porque era el epicentro mundial de las artes de vanguardia. Entre ellos se cita a Ángel Ferrán, primeramente, quien le enseño los secretos del oficio del hierro y la forja; Julio González y Pablo Gargallo, quienes usaron el hierro como materia de novedosa actualidad para las esculturas. Martín tomó ese nuevo camino para sus planteamientos artísticos y como una innovadora expresión matérica. Y se consagró a la abstracción como único discurso escultórico que en su sentir arraigó en el lenguaje, en las formas, volúmenes y en los monótonos y únicos cromos del material férreo.
En la moda habida en tiempos de las primeras vanguardias a principios del siglo XX, con el hecho de rescatar las artes rústicas del primitivismo, encontraron los artistas canarios su filón estético para desarrollar y estar en boga con la modernidad, en el abolengo en el arte aborigen de los guanches. Martín Chirino retomó la espiral grabada en los petroglifos palmeros de la cueva de Belmaco y en los vestigios de la Zarza y la Zarzita (y Manolo Millares lo hizo a través de las momificaciones aborígenes canarias que vio en El Museo Canario). Esas figuras y cuerpos momificados lo retomaron para sus obras –junto a otros artistas canarios–. Y Martín Chirino lo hizo con la enigmática espiral canaria (aunque esta figura es existente en todo el universo del primitivismo mundial).
La espiral en el lenguaje de Martín Chirino no se quedó en un mero plagio, y como todo creador debía recrearla bajo una variación, cumpliendo con los sinos de la estética en la modernidad y bajo los dictados sentires de su peculiar e intransferible sensibilidad personal y de creador en particular. Esta forma abstracta, mística y espiritualizada para todas las culturas aborígenes mundiales, fue transformada bajo los criterios creacionales del escultor grancanario. La diversidad concebida por el artista fue aplicada a esta iconografía que el talento transformador de Martín Chirino, en su capacidad de metamorfosis por su creatividad y desarrollo en sus formas y volúmenes fue revivida por el deleite emocional que esa variación le sugería en el momento inspirador. Siguió las pautas de simplicidad de Van Der Rohe en su máxima “menos es más”, que tanto predicó y aplicó a sus obras.
Asimismo, en sus hierros forjados o de aceros cortén, han tenido presencia creacional los Aeróvoros, Raíces, Lady, etc. Tanto en las anteriores espirales como en estas aludidas, la materia reta a la gravitación, a la ingravidez de sus formas volátiles que coquetean con el viento en su arrogancia y aparente fragilidad. Desafían a los espacios etéreos en los tempos que genera en los ritmos y compases dados por el artista a las figuras, que en sus momentos inspiradores por los efectos de su singular láudano mental le conduce y obliga la musa en esos instantes enajenados, como también lo hacen los dioses.
Todas estas piezas marcaron en su haber particular, ser un artista de reconocido prestigio por lo cualitativo de sus piezas y en la modernidad contemporánea de todas ellas. Sus obras han tenido una conjugación dual el elemento matérico del hierro con el fuego, en las forjas primigenias de sus esculturas y en las figuras mastodónticas de las plazas y calles, con carácter público, el acero cortén, que en estas grandes piezas eran unidas por la soldadura autógena o eléctrica. Estas figuras tridimensionales le llevaron a los altares de ser conocido, seguido y admirado como un artista de talla mundial, conjugándose sus obras en museos y colecciones privadas.
Martín Chirino no se olvidó jamás de su entorno geográfico natal, de sus islas, de sus gentes y de su cultura, de la atlanticidad donde nació y creó sus primeras obras y de la africanidad del contexto archipielágico. Y de ello da muestra el contenido y expresión de gran parte de sus obras. Cuando estuvo encumbrado en el arte nacional y mundial, en su honestidad, y mejor persona, no tuvo amnesia de sus orígenes canarios, ni su sentir canario en afecto a su tierra y a su paisanaje. No fue persona envanecida ni ególatra, ni distante con sus gentes, sobremanera, con los colegas artistas que con él tuvimos amistad (amen de las filias y las fobias que despiertan y deben soportar las personas que destacan con sus obras). Sin desligarse de la isla natal, fundó bajo sus ideas y prestigio obtenido por su labor el CAAM en 1991, que fue el periodo de mayor brillantez de este museo de arte moderno de Las Palmas (si bien es cierto, la economía era boyante). Y ahora podemos contemplar también sus obras en la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, en el histórico castillo de La Luz de su ciudad natalicia.
Pero más que nada, cuando llega la Parca que nadie desea, hacemos una recapitulación del ser que vivió y de la estela que dejó su paso por la vida, y en el caso de Martín Chirino era todo un ejemplo de honradez, sinceridad, creación y muy riguroso en su trabajo en el arte, al cual se dedicó y consagró de forma monacal toda sus existencia. Y para mí fue de afectiva amistad y admiración por su persona y labor artística. Hasta siempre, artista.
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