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“El pediatra nos dijo que las niñas no podían vivir en esas condiciones”

La humedad es visible desde el exterior del edificio, tal y como señala Jorge. | JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

Rubén Vivar

Jorge Vera es uno de los vecinos a los que la 'suerte' sonrió con uno de los pisos de protección oficial promovidos por el Ayuntamiento de Santander. Su número salió del bombo en el que sorteaban las 130 viviendas protegidas en Peñacastillo, en la calle Carmen Bravo Villasante, donde vive junto a su mujer y a sus dos pequeñas desde el año 2010. Sin embargo, aquella alegría que les invadió cuando conocieron que habían resultado agraciados con una VPO, se transformó en muy poco tiempo en un quebradero de cabeza que seis años después persiste debido a los numerosos y graves fallos de construcción del edificio.

Jorge cuenta a eldiario.es Cantabria que “al principio todo fue bien” porque cuando se mudaron hacía buen tiempo pero, cuando llegó el invierno él y Sara comenzaron a descubrir que el piso por el que se habían hipotecado había sido construido de forma muy deficiente y que esos defectos hacían que la vivienda fuera prácticamente inhabitable, especialmente, cuando tienes un bebé recién nacido y una niña de tres años.

Los resfriados y la bronquitis estaban tan a la orden del día debido al alto grado de humedad que se respiraba dentro de la vivienda como consecuencia de los fallos de impermeabilización del bloque que el pediatra les dijo que sus hijas no podían vivir en esas condiciones.

“El techo se empezó a llenar de puntitos verdes, también encima de todas las ventanas; luego mutaron a negros y después les salieron pelillos”, recuerda Jorge describiendo el hongo que floreció por todas las habitaciones y que desprendía un polvo nocivo para la salud. “Tocas las paredes y no es que estén frías, es que están húmedas”, enfatiza tratando de hacer visible los problemas con la humedad que a día de hoy continúan.

Como no podía ser de otro modo, desde un primer momento la familia comunicó a la Sociedad municipal de Vivienda y Suelo (SVS) -que actúa como promotora-, y a la constructora -Ferrovial- los problemas que estaban teniendo para que fuesen reparados, ya que la vivienda era nueva y por tanto con garantías.

Sin embargo, ni SVS ni Ferrovial les han ofrecido en todo este tiempo -más de seis años- ningún tipo de solución, y en muchas ocasiones ni siquiera han recibido una simple respuesta. Lo único que 'lograron' fue que el personal de la empresa pública “nos recomendara que aplicáramos lejía”, pero el hongo volvía a salir. Luego, para no intervenir, se escudaron en que eran “condensaciones”, algo que el perito del seguro del hogar descartó tajantemente.

Hartos de esperar y preocupados por las pequeñas decidieron aplicar ellos mismos un tratamiento especial fungicida y pintar de nuevo toda la casa, para lo que tuvieron que pagar “unos 500 euros”. Además, tuvieron que afrontar otro desembolso extra: dada la toxicidad de los productos, durante algunos meses se marcharon de alquiler con los niñas. A ello se suma que para combatir el frío que asolaba la casa, tenían que mantener la calefacción todo el día encendida y que tuvieron que comprar un deshumidificador. “Nos venían facturas de más de 200 euros”, explica.

Hoy por hoy, a primera vista no se aprecia humedad en la vivienda, pero la realidad es bien distinta. Para demostrarlo, Jorge nos abre un armario y nos muestra los 'puntitos negros' que hay en el interior; luego descuelga un cuadro y nos apunta el cerco; ahora toma un elemento decorativo que está pegado a la pared y nos señala restos verdes. “No puedo dejar nada pegado porque absorbe la humedad”, refrenda.

“Las cataratas del Niágara”

“Y en la planta -2 tenemos las cataratas del Niágara. Es acojonante”, prosigue el relato de vicios constructivos haciendo alusión en este caso a las filtraciones de agua que se producen en los garajes y trasteros, donde llegan a acumularse varios centímetros de agua debido a que existen zonas del terreno sin impermeabilizar o con la impermeabilización defectuosa.

“Algunos vecinos han tenido que poner un poco de hormigón o un listón de madera a la puerta del trastero para evitar que el agua se cuele dentro. Yo no tengo ese problema pero apenas puedo dejar nada por la humedad, y mucho menos un aparato eléctrico”, apunta.

“Crack, crack, crack...”

Volviendo al interior de su vivienda señala que en los suelos no han dejado suficiente junta de dilatación y con los cambios de temperatura las baldosas se levantan. “Vas caminando y suena crack, crack, crack. O a veces explotan y ves que se elevan unos centímetros”, sostiene Jorge mientras nos muestra estos defectos 'escondidos' bajo las alfombras.

También cuenta cómo en los días de invierno se juntaban en el salón y “veíamos cómo las cortinas se movían”. “Cogía un mechero, lo encendía junto a los enchufes y la llama se inclinaba por completo”. Y es que el aire entraba por ventanas y enchufes “como si fuera un tifón”.

A día de hoy este es el único desperfecto del que se ha hecho cargo la constructora. “Estuve tres meses luchando con SVS. Al final, a través de algunos contactos averigüé quién era el jefe de obra y su número. Vino, puso el mechero y a los pocos días nos mandó un operario” que les desmontó las ventanas y las selló debidamente. “Si no, SVS se lava las manos”, apostilla denunciando la falta de respuesta que en todo este tiempo ha encontrado por parte de este organismo público.

Al respecto, cuenta que ha acudido y llamado en numerosas ocasiones a la oficina municipal de Vivienda y nos enseña algunos de los correos electrónicos y cartas que remitió para poner en su conocimiento todos los desperfectos, pero nunca han encontrado una respuesta satisfactoria, “incluso a pesar de que sabían que vivíamos con dos niñas pequeñas”, se lamenta.

“No es ninguna ganga”

“Un técnico de SVS le llegó a decir a un vecino que por el precio que habíamos pagado que qué queríamos”, comenta Jorge atónito. Según subraya, la VPO “no es ninguna ganga”. “Es algo más barato que una vivienda libre pero también son más pequeñas y tienen muchos condicionantes”, apostilla.

En este sentido, explica que, ante los numerosos problemas, se interesó por conocer los trámites administrativos para poder vender la vivienda pero en ese caso, al no haber transcurrido diez años desde su compra, tendría que devolver los cerca de 14.000 euros que recibió de ayuda. “Van seis; ya solo me quedan cuatro”, sonríe contando los años que restan para poder poner en venta el piso sin tener que sufragar este coste. “Si ahora que el edificio es nuevo está así, imagínate dentro de unos años”, añade.

También se pregunta por qué tendría que buscar él un comprador: “¿No dice el Ayuntamiento que tiene una lista de miles de personas que quieren una VPO?”

Después de su “nefasta experiencia” asegura que a todos sus amigos los recomienda que no compren una VPO. “Yo no lo volvería a hacer jamás”.

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