Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Feminismo propositivo
Este año volvemos a tener el 8M marcado en morado en nuestros calendarios. De nuevo salimos a la calle a reivindicar derechos, denunciar desigualdades y festejar que cada día que pasa estamos más cerca de construir una sociedad realmente feminista. Es innegable que hemos copado la agenda mediática y política, tanto para bien como para mal. Algunos partidos deciden subirse a la ola, intentando surfearla con decálogos liberales de la buena feminista de los tiempos modernos, otros hacen bandera aprobando decretos leyes a todo correr e incluso tenemos a algunos que han decidido montarse a lomos del caballo desbocado del machismo más salvaje.
Pero no quería hoy contarles nada de todo eso; no quiero que esta columna de opinión se limite a desglosar los límites con los que la sociedad patriarcal nos ahoga, de la mano de un capitalismo que sin esos límites no se sustentaría. Hoy quería hablarles de otro feminismo, el que es silenciado por el griterío de las fake news, de los partidos, de las redes sociales. Hace unos días charlaba con un hombre (sí, las mujeres también charlamos sobre feminismo con hombres sin seccionarles las gónadas y gritarles “¡Mansplaining!” a las primeras de cambio) sobre los límites del discurso que se transmite a la sociedad.
Vaya por delante que los medios de comunicación mayoritarios, los que no tienen en su ideario comunicativo la perspectiva de género, tratan muy mal estos temas. Cuando no se dedican directamente a explotar el enfrentamiento artificial entre “diferentes” modelos de feminismo con tertulias que llevan a mujeres de partidos dentro del arco parlamentario y extraparlamentario para que se batan en un combate a muerte. Divide y vencerás, o lo que es lo mismo: si centramos el debate en lo que nos diferencia en lugar de centrarlo en los grandes consensos, el enemigo deja de ser el sexismo para devorarnos entre nosotras mismas.
Con lo que nos encontramos que lo que se transmite a la sociedad sobre el discurso feminista es que protestamos mucho. Sin más. Protestar por todo: por las declaraciones de unos y otros, porque no se feminice el lenguaje, por el techo de cristal, por las desigualdades en materia de cuidados, por los abusos sexuales… Y ahí queda todo. Un discurso sesgado, interesado y del que se apropian quienes intentan demostrar que el feminismo no es más que machismo vestido de rosa.
Es cierto que protestamos. Y mucho. No podía ser menos. Porque hemos comprobado tras siglos de lucha que pidiendo las cosas bajito y por favor no se consigue nada. Porque necesitamos alzar la voz para denunciar que las violencias estructurales siguen existiendo a pesar de que algunos se empeñen en vender que la sociedad española es profundamente igualitaria.
Según el informe del colectivo de técnicos de Hacienda (Gestha), las cántabras seguimos cobrando un 35% menos que los cántabros, cifras asociadas a la enorme precarización del trabajo femenino. Seguimos teniendo que soportar que la carga de prueba en un juicio sobre violación o abusos sexuales recaiga sobre la víctima, con sentencias que causan indignación y vergüenza.
El Pacto de Estado contra la Violencia de Género sigue sin proteger a nuestros menores, sigue sin estar suficientemente dotado, sigue sin desarrollarse en toda su dimensión. Continuamos cargando con los cuidados a pesar de que algunos hombres “ayudan” en casa, obteniendo como respuesta el aumento de los permisos de paternidad. ¿Para cuándo una revisión de los permisos de maternidad? Porque si seguimos sin poner en el centro de las políticas públicas los cuidados nos encontramos con que los permisos concedidos a las madres españolas no cumplen ni siquiera con las recomendaciones de la OMS sobre lactancia materna, encontrándonos en la cola de la Unión Europea en este sentido. Y eso es sola punta de un iceberg de proporciones bíblicas. Así que, si nos lo permiten, seguiremos protestando.
Pero hoy quiero centrar el foco en otro aspecto fundamental del feminismo: el propositivo. Con todo ese ruido mediático se nos olvida que detrás de ese movimiento impugnador y emancipador, que basa su acción en los grandes consensos, que reclama la sororidad colectiva como forma de lucha, detrás hay un montón de mujeres proponiendo cambios, aterrizando las grandes demandas en hechos concretos que se traduzcan en políticas públicas.
¿Qué tal si nos cuestionamos la fiscalidad y la desigualdad económica desde la perspectiva feminista? Eso es lo que están haciendo en Estados Unidos Elizabeth Warren y Alexandria Ocasio-Cortez. La apuesta está clara y no es nueva para nosotras: si se grava más a las rentas altas, si se trabaja en evitar la evasión fiscal de las grandes corporaciones que empujan a los estados a cubrir esos déficits tributarios a base de impuestos que repercuten directamente en las clases más desfavorecidas y limitan la posibilidad de poner en marcha políticas públicas que mejoren aspectos tan básicos como la conciliación, nos encontramos ante un escenario bien diferente. Y es que la economía también puede ser vista, y sobre todo ser legislada, desde la perspectiva de género.
¿Qué tal si nos cuestionamos los cuidados desde la misma perspectiva? ¿o la violencia obstetricia? ¿Los derechos reproductivos? ¿Y si nos fijamos en el sistema judicial? El feminismo no solo es protesta, no solo es una amalgama de reivindicaciones sin forma concreta. El feminismo es propositivo.
Y ahora, si me disculpan, voy a coger la pancarta que me toca protestar. Mañana seguiremos proponiendo.
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