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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Que les devuelvan sus bancos

Una concentración de un 8 de marzo.
8 de marzo de 2021 00:12 h

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Lo urgente es hablar de los terribles embistes que un patriarcado bien armado está dando contra las mujeres. No me preocupa (demasiado) la cruzada concreta contra los feminismos que hemos visto en estos últimos días y meses. Las que buscamos consuelo en la historia de los movimientos feministas sabemos que saldremos de esta dando la pelea en las calles del mundo entero, rompiéndonos y reorganizándonos desde la creatividad, la imaginación y la conciencia clara de que o luchamos juntas o nos matarán por separado. Y para coger fuerzas necesitamos hacer memoria concreta de nuestras ancestras, porque por ellas estamos aquí y les debemos actuar en esa urgencia que para ellas es más tenaz, porque llevan demasiadas décadas poniendo el cuerpo por nosotras (conscientes o no de ello).

Este año quiero pensar en mi abuela (la que conocí). De ella heredé la corta estatura, pero también me ayudó a construir el puzzle de lo que soy. He ido uniendo piezas con los años, pero esa mujer decidió que su vejez no iba a ser un infierno. Se alejó de quien le hizo daño y tomó las riendas de una vida en la que no había podido elegir, hasta ese momento. Yo la recuerdo disfrutona y viajera. La bailarina que no se perdía una verbena en el pueblo (o en el pueblo de al lado) y a la que siempre recuerdo con gestos de pudor fingido y de descaro en la carcajada. La que no perdonaba una partida a la brisca porque se respiraba chisme, vida y un pasar del tiempo sin obligaciones impuestas.

He decidido pensar también en mi otra abuela (la que no conocí) porque me prestó su nombre justo antes de partir y porque estoy convencida de que esta preocupación mía por el mundo entero fue la tarea que decidió encomendarme. Gobernaba una casa en la que podía comer todo el mundo, conocido o desconocido. Nombrarla en el pueblo ha sido durante años una forma de respirarla recogiendo los recuerdos cariñosos de la gente. Tal vez vivió demasiado por las y los demás pero es que es muy difícil desembarazarte de todas las tareas que se te han asignado por ser mujer.

Son retazos de las mías, pero añado al recuerdo a las tías abuelas casadas o solteras, las vecinas, las abuelas de mis amigas y a todas las que ahora están cogiendo su relevo, ocupando el escalafón más experimentado de nuestras vidas. Prácticamente todas han aportado sudor y tiempo en la erosión de la estructura que tenía un plan para todas nosotras (pero sin contar con nosotras). Han sido ejemplo de lucha aunque no estuvieran cortando calles el 8 de marzo porque cada día enfrentaban un sistema opresor sin matices.

Durante todo este año han mutado en cifras, cuerpos aparcados. De nuevo se ha pensado por ellas sin preguntar qué necesitaban, sin un plan que estableciese un horizonte para vislumbrar nuevas oportunidades. Desaparecidas del espacio público ya no ocupan las terrazas de las cafeterías ni los bancos de los pueblos como lo hacían antes. Otras muchas se han quedado aisladas sin sus espacios de reunión para hacer manualidades o planificar un divorcio. Todas esas ocupaciones eran tan poderosas porque eran conquistas.

Entiendo la complejidad de una vida en pandemia, pero me cuesta comprender por qué optan desde los poderes públicos por quitarles la voz y por qué el resto participamos de esa división intergeneracional que nos incapacita para ver a las otras. Hay muchas urgencias, muchísimas para las mujeres. Pero una de las prioritarias creo que es devolverles sus bancos para que sigan abriendo grietas para nosotras. Porque, aunque no lo digan en voz alta, no están dispuestas a permitir que muchas de sus historias se repitan.

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