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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Tú a Londres, yo a Homs

Migrantes detenidos por una barricada en la frontera de Hungría con Serbia. |

Paco Gómez Nadal

Europa siempre ha sido un lugar extraño. Después de siglos de guerras internas entre reinos que nunca fueron uno, de disputas por la cabeza de un imperio en conformación, agarró el discursito este de la unión y la ciudadanía para tratar de creerse la cuna de la única civilización posible del planeta, un lugar ejemplar al que el resto de las regiones solo podían aspirar a parecerse.

Europa, la impulsora de cruzadas y conquistas, la que se ha alimentado de sangre “bárbara”, la que cuida en sus museos la prueba de su robo planetario, gusta de dar lecciones. La Unión Europea, que solo es, en el mejor de los casos, una inmensa oficina de cabildeo para sus empresas y un brazo diplomático para apagar los incendios provocados por su propia ambición, reparte dinero para contener amenazas y levanta murallas para proteger su “civilización” “democrática”. Sus habitantes, no más que súbditos de los verdaderos dueños del pastel, somos cómplices y beneficiarios, víctimas y victimarios, del doble rasero permanente de una Unión pegada con babas de caracol y de esa práctica de esquilmar al otro para mayor gloria del espacio común.

Por eso duele tanto la situación de los refugiados –que han opacado a los inmigrantes económicos (es decir, también políticos)- que salen por miles de Siria –por ejemplo- y que solo encuentran rechazo y problemas en este paraíso de los derechos humanos en el que se decide quién es humano para merecerlos.

Las nada democráticas instituciones europeas corren para evitar que Reino Unido se baje del proyecto en el que solo tiene metida una patita, ceden y negocian un acuerdo a la carta con Londres porque nos interesa mucho que las islas se queden en este patético club de bridge aunque mantengan la libra y se libren de las obligaciones del resto. También han sido rápidas para financiar al dudoso régimen de Turquía como foso de contención de la sangría Siria, alimentada, por cierto, por la ambigüedad europea y los intereses del resto de potencias. Sin embargo, las promesas de humanitarismo con las refugiadas y los refugiados quedaron congeladas desde que se hicieron y así Lesbos se convierte en el cementerio de nuestra ya escasa dignidad.

Este 27 de febrero hay un intento ciudadano para presionar a las instituciones. Quiero soñar que no será minoritaria la Marcha Europea  por los Derechos de los Refugiados convocada bajo el lema #pasajeseguro. Espero que así sea y por eso trato de animaros a participar. No me gusta el hashtag y me preocupa la tibiez ciudadana frente a la contundencia policial de los estados miembro, pero es lo que hay y a ello me aferro con necesidad. Lo mínimo que debemos hacer es marcar distancias de los nuestros y acercarnos a los otros. Cruzar la línea abismal que nos separa y hermanarnos desde abajo. Tomar conciencia de que también somos responsables de esta crisis de los refugiados y que si no nos movilizamos tendremos las manos tan manchadas de sangre como las de los operarios de la OTAN o como los manejadores de drones.

Vivimos tiempos de guerra (y no fría). Una guerra de verdad, en la que los pueblos son víctimas y armas arrojadizas al tiempo y en el que no caben posiciones “moderadas”. El silencio y la indolencia son cómplices del mal. En el caso de España, la situación de los refugiados, el dolor ajeno provocado con los impuestos propios, ni siquiera entra en la eterna campaña electoral a la que nos someten políticos y medios de comunicación. Nos toca a nosotras hacer de esta crisis un tema político ineludible y nos corresponde a nosotras demostrar que en esta Europa indigna que habitamos todavía queda humanidad.

A veces, muchas veces, pareciera que nuestros muros nos animalizan. Tumbémoslos para recuperar un poco del alma que dejamos en cada conquista.

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