“El sexo que no he conseguido es la mejor fuente de inspiración”
Con su último libro ya en las estanterías, titulado 'Una barba para dos' (Editorial Dos Bigotes), el escritor estadounidense residente en Madrid Lawrence Schimel presentará la obra este jueves 18 de febrero a las 20.00 horas en La Librería del Puerto (Calle Ruiz Zorrilla de Santander). Esta publicación apuesta por el erotismo en pequeño formato a través de cien microrrelatos que ilustran con ironía y ternura un amplio muestrario de escenas cotidianas de la vida homesexual en los tiempos de Grindr, la mayor red social de citas del mundo gay.
Coleccionistas de ligues de una noche, defensores de la monogamia, románticos empedernidos y practicantes del “poliamor” son solo algunos de los protagonistas de esta provocativa colección de cuentos inéditos que vuelve a demostrar la inventiva desbordante de Lawrence Schimel. El autor, galardonado en dos ocasiones con el Lambda Literary Award, dibuja un complejo mapa emocional y sentimental en el que reivindica la sexualidad en todas sus variantes, ofreciendo un canto a la vida atrevido y sin prejuicios.
¿Por qué decidió escribir un libro sobre las relaciones gays en Grindr?
Más que escribir un libro sobre relaciones, yo creo que el libro son instantáneas de la vida actual. He escrito con 44 años un libro distinto al que hubiera escrito cuando llegué a España, no tanto por la edad, sino por la diferencia de cómo socializamos. Las redes nuevas han cambiado mucho el panorama del ambiente gay. Con el GPS la gente no tiene que desplazarse a un bar o discoteca para conocer gente que comparta sus intereses. En consecuencia, eso nos limita a conocer a la gente más inmediatamente a nuestro alrededor. Igual tu media naranja está al otro lado de la ciudad y, ahora, solo con esta aplicación, ya no vas a conocerla nunca.
Antes la gente se reunía en locales con ambientes más plurales y más mixtos. Cuando yo llegué a España, ibas a una discoteca o un bar y tenías a todo tipo de personas, unas junto a otras: un profesor de literatura, un punki, una ladrona... Eso hacía que con un simple roce pudieran, tal vez, aparecer conexiones que hoy en día no suelen ocurrir, porque hay demasiado filtro que pasa antes de relacionarnos.
¿Cree que relacionarse a través de este tipo de redes es beneficioso para la gente y su libre desarrollo sexual?
Yo echo en falta cómo lo hacíamos antes. Creo que ahora la gente necesita las aplicaciones, necesitan tener filtros antes de experimentar la vida tal y como es. Antes, conocías a alguien y no sabías lo que le gustaba y lo que no, vivías el momento y descubrías cosas que te podían gustar, puntos comunes. Eso ocurre menos ahora.
Cuando se sale a las discotecas es más para ver y ser visto, ya que ligar lo hacen con las aplicaciones. La gente ya no está “al acecho”, por decirlo de alguna manera, no está poniendo esa energía sexual en el mundo tanto como antes. Por ejemplo, tengo muchos amigos con los que ya no quedo desde hace mucho tiempo, ya que de seguirme en Facebook o Twitter creen que ya conocen parte de mi vida, que están al tanto, y no necesitan quedar conmigo tan a menudo.
¿Los relatos son experiencias reales?
Todos están informados con mis experiencias. Uno puede tener mucho sexo que no sirve para la narrativa, por eso, muchas veces el sexo que no he conseguido es la mejor fuente de inspiración, más que el que sí he conseguido. Pero todos están informados de experiencias que he tenido, para extrapolarlas después a esas situaciones. Otros también les han pasado a amigos míos. Un amigo me contó como leyendo 'Una Barba para Dos' en el metro se le acercó una persona a ligar con él, por el mero hecho de haberle visto leyéndolo.
Los relatos están tratados con mucho humor.
Hay algunos que son negativos, pero en general el sexo debe ser divertido y positivo. Ahora, con 44 años y echando en falta cómo era la vida antes, estaba escribiendo muchos con bastante nostalgia. Nostalgia de los cruces de miradas, de ligar en la calle, de ese momento del reconocimiento mutuo de dos seres sexuales... Cuando me daba cuenta que había escrito diez microrrelatos nostálgicos, pues cambiaba y escribía otros diez de “happy sex” y así hay todo tipo de situaciones. Hasta ahora la única crítica que he recibido es que no haya historias de gays de derechas.
Las relaciones humanas que explica en el libro y viniendo usted de Estados Unidos, ¿son similares en todo el mundo o se ha centrado más en España?
Hay relatos de diferentes lugares, pero al llevar 17 años en España también hay mucho de mis experiencias, que se han desarrollado en España principalmente. Hay muchos que están ambientados en Madrid, pero también hay algunos en Bilbao, Barcelona, Andalucía... Este libro, tal vez, tiene mucho más de España que mis anteriores libros, que fueron escritos en ingles y traducidos al español. Este es el primero que escribo directamente en español. Para mí ha sido curioso.
¿Va dirigido a algún publico en concreto? ¿Cree que los más puritanos pueden escandalizarse?
Hay gente que puede escandalizarse. Por ejemplo, mi padre es muy curioso con mi trabajo, pero no le gusta leer libros de sexo. Él siempre dice con orgullo que su hijo escribe literatura para niños y los libros eróticos que tienes, pero que quieres que tus hijos nunca encuentren. En realidad, cualquiera que esté interesado en vidas urbanas de hoy en día podría tener interés en el libro.
Ciencia ficción, libros de relatos, literatura infantil... ¿Por qué tanta diversidad temática?
Como lector soy omnívoro. Mis intereses son tan plurales que en el momento de escribir tengo inquietudes muy distintas. Leo todo, hay cosas buenísimas en cada género y, a veces, quieres algo más sesudo, otras algo más optimista o algo con más chicha. Tengo montañas y montañas de libros sin leer para tener oferta suficiente cuando me apetezca hacerlo y poder elegir entre temáticas diferentes.
¿Que es lo que más disfruta del trabajo de escritor?
Cada momento y tipo de escritura es distinto. Es gratificante cuando la gente responde bien a un texto. También cuando los padres me dicen enfadados: “tuvimos que leer el libro noche tras noche a mi hijo”. No se si hay más placer post-escritura que durante, porque durante estás muy centrado. Escribir es un oficio que me gusta mucho, pero es una parte más de la labor creativa. Cuando escribo, si fluye bien me encanta, si voy lento es mucho peor.
Por ejemplo, a la editorial le propuse el libro con solo diez relatos y tuve que forzarme a hacer 90 más. Ahí es más difícil escribir. Compagino, además, la labor de traducción con la escritura, por lo que no me deja tanto tiempo libre para dedicarme a mis propios trabajos que, además, no sabes si la editorial los va a publicar ni cuándo.
¿Cuándo supo que la escritura era el camino profesional que quería seguir?
Empecé a escribir bastante joven. Leía mucha fantasía y ciencia ficción y empecé escribiendo relatos para publicaciones, de los cuales, mis padres tenían que firmar los contratos porque yo tenía 16 años. El primer libro salió en diciembre del 94, cuando tenía 24 años. Además, a día de hoy sigo devorando libros. Aún dedicándome a esto profesionalmente, no sé si me identifico más con un lector que escribe o un escritor que lee, creo que soy de los primeros.
Ha ganado un buen número de galardones literarios, ¿cree que se la ha reconocido el trabajo?
Siempre me sorprendo positivamente cuando la gente responde tan bien a algo. El libro salió el día 1 de febrero y los editores me llamaron el día 9 para decirme que se había agotado la primera edición, así que está funcionando muy bien. La gente está respondiendo con tanta avidez que durante San Valentín muchas librerías se quedaron sin ejemplares. En mi caso no son premios de concurso, sino de reconocer el mérito después de la publicación y, la verdad, sí que es muy gratificante.
También me acaban de invitar a un festival literario en Islandia y es muy bueno cuando se traducen tus libros a tantos idiomas. Más que el dinero, lo importante es la conexión con la gente que me comenta cómo le ha afectado lo que he escrito. Un lector me ha escrito hace poco y me ha dicho que ha roto con su pareja y él, leyendo mi poemario en la cama, se identificaba con muchísimas cosas. Eso me hace sonreír durante una semana.