La excavación de El Mirón cumple 25 años como un referente de la arqueología europea
Los vecinos del municipio cántabro de Ramales fueron testigos en 1996 de cómo una nueva 'tribu' ocupaba una de las cavidades más emblemáticas de la comarca: la Cueva del Mirón, también conocida por los lugareños como Cueva de los Gitanos, o Cueva del Francés. Esa horda de arqueólogos, capitaneados por Manuel González Morales (Universidad de Cantabria) y Lawrence G. Straus (Universidad de Nuevo México), haría gala de su comportamiento nómada durante los veranos de los siguientes 15 años, en los que bregaron para extraer toda la información arqueológica posible del yacimiento que la cavidad alberga.
“Los del Mirón” se convirtieron en una verdadera institución en el pueblo, contando siempre con el apoyo incondicional del 'chamán' local, Joaquín Eguizabal 'Pencho', guía de Covalanas. Además de españoles, norteamericanos, franceses, ingleses, escoceses, y hasta algún japonés dieron vida a la caverna por el día -y a los bares por la noche- a lo largo de tres lustros.
Uno de los veteranos de las primeras excavaciones rememora aquellos tiempos. Francesc Duarte, era un joven de Alcoi, estudiante de Historia, que aterrizó en Ramales un poco por casualidad, de la mano de un curso de antropología de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en el que tuvo que investigar sobre la festividad del Mantón. Allí coincidió con los arqueólogos -por aquel entonces tenían el laboratorio en el local de la Fundación Orense- y comenzó a participar en el proyecto, en una colaboración que se alargaría cuatro años.
Xesco rememora el “magnífico ambiente” que había entre los jóvenes estudiantes, y la relación con los vecinos del pueblo, con varios de los cuales trabó amistad. “Para mí fue toda una experiencia”, recuerda. “Ese año había tratado de encontrar alguna excavación arqueológica por Valencia en la que realizar prácticas, y no lo logré. Y, completamente por casualidad, acabé trabajando en El Mirón”. Para él fue “una especie de Erasmus”, al convivir con gente de diversos países, tanto en la cueva como en las largas vigilias de las que fue testigo Rafa en el Bar Marcos, cuartel general extraoficial de la tribu, y escenario de muchas 'batallas'.
Un yacimiento excepcional
Pero, ¿por qué “El Mirón”, de entre las miles de cuevas de la comarca? González Morales explica que la selección no fue aleatoria. “No se trata de excavar una cueva sin más, sino que forma parte de un proyecto más amplio”. En este caso, el proyecto buscaba comprender mejor las dinámicas de la población del Asón en tiempos prehistóricos, tanto en época paleolítica (objeto de interés de Straus) como mesolítica (principal campo de estudio de Morales en aquellos años).
La Cueva del Mirón -con una boca de unos 20 metros de alto por 15 de ancho- contaba con varios puntos a su favor: su ubicación en el desfiladero del Calera, junto a cuevas con arte rupestre como Covalanas o La Haza, su amplio vestíbulo, sus condiciones de habitabilidad y, además, el hecho de que el hipotético yacimiento estuviera bien conservado, al encontrarse protegido por la existencia de apriscos de ganado en superficie.
Los resultados no se hicieron esperar, si bien las primeras campañas no arrojaron ningún descubrimiento espectacular del estilo de los que por aquellos años Atapuerca nos regalaba todos los veranos. Sin embargo, la arqueología es una disciplina que no se basa tanto en descubrimientos deslumbrantes como en la perseverante acumulación de datos rigurosamente registrados, base de interpretaciones y explicaciones científicas.
Estrato a estrato, la paciente labor permitió documentar lo que a día de hoy es una de las mejores secuencias estratigráficas del Magdaleniense. El minucioso análisis de las marcas de uso y de la localización de los diversos útiles líticos permitió ir desentrañando qué usos diferentes había tenido la cavidad (y, dentro de ella, sus diversas zonas) a lo largo del tiempo. Hoy día, la secuencia estratigráfica de El Mirón abarca 48.000 años de (pre)historia...
Pero, además, El Mirón iba a aportar más alegrías a investigadores y vecinos. Ya en los primeros años se intuyó la existencia de una serie de grabados en las paredes -un caballo, además de signos no figurativos- cuyo posterior análisis dató en el Magdaleniense Inferior o Medio. En 2004 se encontró una escápula decorada con la cabeza de una cierva y un posible bóvido, datado en el Magdaleniense Inferior (hace unos 17.000 años). El yacimiento también alberga el propulsor más antiguo datado en la cornisa cantábrica.
Una dama de 18.000 años
Sin embargo, el hallazgo indudablemente más mediático ocurrió en 2010, cuando se descubrió el único enterramiento magdaleniense documentado hasta el momento en la Península Ibérica. Una mujer de hace unos 18.700 años, cuyos restos aparecieron en un estrato cubierto de ocre rojo y hematites, fue rápidamente popularizada por los medios de comunicación como “la Dama Roja”. Curiosamente, no se recuperó ni el cráneo ni muchos huesos largos, lo que hace pensar a los investigadores que posiblemente fueron extraídos para realizar un enterramiento secundario. Un gran bloque con un grabado que parecía representar una figura femenina aumentaba el atractivo -y el misterio- del descubrimiento.
El análisis de los restos permitió determinar que su altura estaría en torno a 1,6 metros, que su dieta era mixta (un 80% de origen terrestre, y un 20% de pescado y moluscos). El polen presente muestra que su enterramiento fue, probablemente, a finales de verano. Otras características físicas que los genetistas han logrado averiguar son su piel negra (algo común a todos los europeos hasta hace unos pocos miles de años), sus ojos oscuros y su pelo rizado, además de su intolerancia a la lactosa.
Los restos de la Dama Roja permitieron avanzar en el conocimiento del genoma de las poblaciones del Magdaleniense Inferior. En 2016 Nature publicó un estudio que analizaba el genoma de 51 humanos modernos que vivieron entre 45.000 y 7.000 años atrás. Los datos mostraron cómo la Dama Roja provenía de uno de los linajes genéticos más antiguos, el de los auriñacienses, estando emparentada con un individuo hallado en la cueva de Goyet (Bélgica), fechado en unos 35.000 años. A su vez, la Dama Roja muestra coincidencias genéticas con individuos que, en los milenios posteriores, habitarían en tierras de las actuales Francia, Alemania o Bélgica.
Ese estudio, en el que los restos de El Mirón jugaron un papel fundamental, ha permitido conocer un poco mejor la compleja evolución demográfica del Paleolítico europeo, con una movilidad de poblaciones mayor de lo que tradicionalmente se pensaba. Del análisis de los datos los arqueólogos deducen que la cornisa cantábrica jugó un papel de “refugio” durante el máximo glaciar.
A escala más local, la Dama Roja se ha convertido, en unos pocos años, en uno de los símbolos de Ramales, junto con la cierva de Covalanas. No solo ha dado nombre a una senda, recuperada gracias al trabajo de vecinos como Roberto de Prado y Carlos Galarreta, sino también a una de las carreras de montaña más señeras de los últimos tiempos.
Los otros yacimientos y los cursos de verano
Las investigaciones de El Mirón sirvieron de punto de partida para la revisión de otras cavidades del entorno, entre las que destaca el Abrigo de los Abandejos, cuyos restos están datados en unos 230.000 años, en plena época de los neandertales, siendo el yacimiento más antiguo de toda la región, con un “valor excepcional no solo en Cantabria, sino en el conjunto de la vertiente cantábrica”, en opinión de González Morales. Indudablemente, los resultados de las excavaciones en El Mirón también supusieron un renovado interés en otras cuevas ya conocidas, como Covalanas o La Haza, incluso entre los propios vecinos, que seguían con interés las novedades.
La creciente simbiosis entre el colectivo de arqueólogos y el pueblo de Ramales llevó a que en 2007 se convirtiera en una de las sedes de los cursos de verano de la Universidad de Cantabria. Durante estos últimos quince años, la amplia temática, siempre vinculada con las cavernas y la arqueología, y la participación de figuras señeras -como el arqueólogo Jean Clottes, el codirector de Atapuerca José María Bermúdez de Castro o el forense Francisco Etxeberria- han atraído a centenares de alumnos a estas jornadas de formación. Las charlas abiertas al público que acompañan a estos cursos se han convertido en otra de las actividades favoritas de los ramaliegos durante los meses estivales.
De cara al futuro, González Morales señala que queda aún mucho material por analizar de lo ya recuperado en el yacimiento. En los próximos años -si la financiación lo permite- se seguirá excavando en El Mirón, aunque con campañas más reducidas, pero también con intenso trabajo de laboratorio. Así, Ramales seguirá contando con la presencia de “mirones” en sus cuevas y en sus bares.
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