Esta semana se cumplían 25 años desde que la canción de mi vida llegara al número 1 de los40. Se trata de ‘Back for Good’, de la legendaria banda inglesa Take That. Típica historia de amor y perdón que suplica ‘Volver por lo bueno’.
Han pasado 10 semanas de estado de alarma y seguro que hemos encontrado motivos para rendirnos. Todavía tenemos en el corazón marcada la gente querida que hemos perdido. Un puño apretado de emoción cuando (en la distancia) mi familia y amigos de La Mancha me contaban lo mal que lo estaban pasando. No ha sido sencillo recibir la llamada, los mensajes y las lágrimas de gente que pedía ayuda para protestar por la situación. Ha sido complicado mantener el equilibrio de lo que te contaban unos y otros con lo que realmente pasaba.
Mi postura en esta guerra ha sido la de acatar lo que nos decían las autoridades, hacer caso y no colaborar en el estercolero de la desinformación. Seguramente no lo haya hecho del todo bien, pero he tenido claro lo que nosotros, en el tramo más cercano del ‘Hoy por Hoy’, teníamos que contar: todo lo bueno que se ha podido hacer en las casas.
Imposible olvidar, pero necesario seguir adelante. Quiero pensar que todo lo que no se ha hecho bien ha sido sin mala intención. También quiero creer que seremos capaces de tener altura de miras y salir de las trincheras: la sanidad pública deber ser una apuesta innegociable en la que manden los profesionales. Hay que repensar este modelo politizado en el que no haya miedo a decir que unos recortaron en exceso pese a que lo que encontraron a su llegada no era precisamente un paraíso.
No podemos tener sanitarios trabajando por la mañana en el sector público y por la tarde en el privado para ganar un poquito más. No se pueden tener pacientes oncológicos y ancianos en manos de quien busca negocio ni podemos derrochar un servicio que es de auténtico lujo y referencia a nivel internacional. Pero todo esto tendrá que ser cuando esto acabe. Basta de unos porque esto es de todos.
Desde la responsabilidad deseamos ser libres y estar juntos de nuevo. Como lo hemos estado en los balcones a las ocho de la tarde. La vecindad ha sido una de las grandes noticias de esta crisis. El tener tanto en común sin saber a que se dedican, de donde vienen o que tienen tras sus cortinas los que viven debajo, al lado o enfrente.
Una de las esperanzas al inicio de esta crisis era que todo esto nos uniera. Y no culpo a la generación de mis padres, recién jubilados, de creerse todo lo que les llega por el móvil -incluyendo ese mensaje que otrora nos decía que si no mandábamos a 10 personas esa cadena nos cobrarían por el servicio-. Nos exijo a nosotros, los jóvenes: los que salimos de la Universidad en una crisis y nos conformamos con cualquier cosa porque “si no lo cogemos hay otros 100 en la puerta esperando” y los que prefieren militar en unas siglas heredadas o interesadas que te cierran la visión y te limitan tan pronto en la vida.
Pero pese a todo, como cuando uno sufre por un desamor, confío en salir y pelear porque todos estemos mejor. No es una opción sino una decisión. Porque ya lo dice la canción, un cuarto de siglo después: estaremos completos y tendremos que VOLVER POR LO BUENO.
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