Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El ‘maná’ de las centrales nucleares no frena la despoblación en la Alcarria

Zorita de los Canes, a la vera del río Tajo FOTO: Raquel Gamo

Raquel Gamo

“La Alcarria se muere”, sentenció Ignacio Ranera, alcalde de Pastrana (PP), en la reciente Feria Apícola, una cita que esta localidad de Guadalajara ha convertido en un referente social y económico. “La falta de actividad económica y empleo, el cierre de la central nuclear de Zorita, la práctica desaparición de las empresas de construcción o el abandono del campo, entre otros, nos conduce a un continuo proceso de despoblación”, añadió el regidor pastranero, quien aseguró que los municipios del entorno de la central nuclear José Cabrera, ubicada en la localidad de Zorita de los Canes y en proceso de desmantelamiento desde 2006, han perdido el 25% de su población durante la última década.

La Alcarria es un hermoso país “al que ya le va dando la gana de ir a la gente”, tal como sentenció Cela en su segundo viaje a esta comarca. Ciertamente, esta zona se ha convertido en un puntal turístico de Castilla-La Mancha, tanto por la modernización de infraestructuras como la calidad de la oferta de alojamiento y de restauración. Sin embargo, como el resto de la España vacía, la Alcarria se desangra porque tiene quien la escriba pero cada vez menos quien la habite.

“El confort ha llegado a los pueblos cuando ya no queda nadie para vivir en ellos”, escribió Delibes. Es una reflexión tan lúcida como exagerada. Porque, aunque es evidente que sí queda gente, la realidad es que cada vez lo hace en menor proporción.

Poblaciones en calma con pocos niños correteando a la salida de la escuela, una mayoría de vecinos de avanzada edad y cada vez con menos servicios. Esta es la panorámica social que, a grandes rasgos, acompaña la vida cotidiana en la Alcarria, una de las comarcas de la provincia de Guadalajara que, junto al Señorío de Molina y la Sierra Norte, languidece poco a poco por la despoblación y la falta de actividad económica.

Situada en el corazón de Guadalajara, la Alcarria es el territorio que da la forma y el nombre por el que la provincia es reconocida en el resto del país. Se trata de una comarca asentada en un profundo acervo cultural, rica en agua y recursos agroalimentarios como la miel, el cordero y el aceite que, en cambio, se precipita al vacío de la despoblación dentro del 80% del territorio nacional que se ha despoblado progresivamente desde los años 60.

Una de las principales palancas del desarrollo de esta zona durante las últimas décadas ha sido la producción de energía nuclear en la central José Cabrera de Zorita y en la de Trillo. La primera, cuyo operador era Gas Natural, se inauguró en 1965 y se cerró en 2006, fecha en la que inició su desmantelamiento. El ex presidente regional José Bono llegó a calificar al reactor de Zorita como “cafetera vieja”. La segunda –propiedad de Iberdrola, Gas Natural Fenosa, Nuclenor, Enel y EDP HC Energía- arrancó su actividad en 1988 y su permiso de explotación expira en 2024 tras ser renovado hace cuatro años. Esto quiere decir que, a partir de 2024, la zona de la Alcarria Alta, que es donde se ubica la planta nuclear de Trillo, podría encontrarse con la misma situación que ahora se ha visto abocado el entorno de Zorita: sin central, sin planes alternativas y con una sensación general de haber desaprovechado el ‘maná’ nuclear para algo más que para engordar los ingresos de los respectivos ayuntamientos.

La construcción de instalaciones atómicas generó ingresos extras para los municipios que conforman la Alcarria. Sin embargo, visto en perspectiva, no ha contribuido a frenar la despoblación. Ni la central de Trillo en el área de la Alcarria Alta ni la de Zorita en la Alcarria Baja. Las principales poblaciones de ambas zonas han visto menguar sus censos municipales durante las dos últimas décadas. Según el INE, Brihuega ha pasado de rozar los 3.000 habitantes en 2000 a los 2.465 de la actualidad; Cifuentes, de 2.210 habitantes a 1.749; Pastrana, de 1.150 habitantes a 885; y Almonacid de Zorita, de 880 habitantes a 730. Sólo dos municipios de entre los principales han ganado población: Mondéjar, que ha pasado de rozar los dos millares de habitantes a los 2.627 de ahora; y Albalate de Zorita, que de los 915 habitantes que registraba hace veinte años ha pasado a 930.

En todo caso, la realidad de los datos no es del todo orientativa para calibrar esta merma. El municipio de Sacedón, en el corazón de la cabecera del Tajo, aparece en el INE como estancado (1.550 habitantes en 2000 y 1.542 en la actualidad). Sin embargo, basta un somero repaso a los pueblos del entorno de Entrepeñas y Buendía para calibrar la catástrofe social y económica que supone la pérdida paulatina de vecinos. Un estudio recientemente presentado por la Universidad de Castilla-La Mancha revela que la población de los municipios ribereños ha mermado en un 21% durante los casi 40 años que lleva activa la tubería. Además, durante la última década, la comarca de la cabecera del Tajo ha perdido el 30% de los negocios turísticos.

En la actualidad, Guadalajara está integrada por 288 municipios y encabeza la lista de provincias españolas con el mayor número de poblaciones que no pasan del centenar de vecinos. Apenas 30 municipios de la provincia superan los 1.000 habitantes y ya se contabilizan 173 términos municipales con menos 101 vecinos. En este contexto hay que enmarcar el ‘invierno demográfico’ de la Alcarria Alta, que en los últimos cuatro años ha perdido un 14,3%, al pasar de 13.000 a 11.136 habitantes. Sólo entre 2016 y 2017 esta zona perdió 700 habitantes.

En el sur de la Alcarria, en cambio, la ‘distorsión’ que genera el desarrollo del cinturón cercano a Madrid ha propiciado que la población aumentara en 15.000 habitantes entre 2005 y 2015, según datos de la Asociación para el Desarrollo de la Alcarria Sur (Adasur), que agrupa a 35 municipios de esta zona de Guadalajara. Esto revela la dicotomía existente en esta comarca: mientras los pueblos pequeños se encogen, los municipios más cercanos a la capital –como Cabanillas del Campo, Chiloeches, Mondéjar, El Pozo o Pioz- aumentan sus padrones.

Monocultivo económico

En opinión de Inmaculada Martínez, gerente de la Federación de Asociaciones para el Desarrollo Territorial del Tajo-Tajuña (Fadeta), entidad que gestiona las ayudas de desarrollo rural y los fondos de cohesión de la Unión Europea en la Alcarria Alta, “la central nuclear de Trillo es un monocultivo económico que no ha tenido un impacto real sobre la población de la comarca porque no hubo una planificación de lo que suponía implantar una central nuclear en nuestro territorio”.

La prosperidad que han vivido los municipios próximos a las centrales atómicas se ha basado no sólo en la actividad de estas plantas sino en los fondos que reciben como contraprestación procedentes de Enresa, la empresa pública encargada de gestionar los residuos nucleares. El volumen de estos fondos varía en función de si las instalaciones albergan o no combustible dentro de su emplazamiento o si los residuos que tiene el almacén son de alta o de media actividad. La cantidad a percibir es más alta si el radio en el que se ubica el municipio con relación a la nuclear es más o menos alto. Cuanto más cerca de la nuclear, más dinero. A ello hay que agregar las aportaciones de Enresa para la cofinanciación de actividades de desarrollo local.

El Ayuntamiento de Trillo dispone de un presupuesto anual que ronda los nueve millones. El 80% de esta cantidad procede de la planta nuclear entre impuestos directos, indirectos, tasas y tributos. Esto explica la prosperidad de este municipio y también su nivel de servicios públicos, como una residencia geriátrica o instalaciones deportivas, algo impensable en pueblos de similar tamaño en el resto de las áreas rurales de Guadalajara.

Sólo en ingresos procedentes del Impuesto de Actividades Económicas de la central, el Consistorio de Trillo ingresa 90.000 euros anuales. Por su parte, Cifuentes recibe también cerca de 90.000 euros, que se suman desde hace cinco años a un extra de 5.000 euros, una cantidad que el Consistorio cifontino destina a actividades educativas y culturales.

Pese a ello, tras décadas de coexistencia con las instalaciones nucleares, la percepción de los alcarreños es que el arraigo que inicialmente demostró la ‘gran empresa’ -como se refieren a la nuclear los vecinos- con el entorno fijando población ha desaparecido. Marco Campos, teniente alcalde de Cifuentes (PSOE) y profesor en el colegio de esta localidad, puntualiza a eldiarioclm.es que “la ‘gran empresa’ del pueblo que dio mucho trabajo al principio y construyó poblados para sus trabajadores no se integra ni apoya ya al tejido social de nuestras poblaciones”.

Este sentimiento de desafección hacia la central atómica es generalizado en la zona. Prueba de ello es que la Mancomunidad Riberas del Tajo –que recibe 60.000 euros anuales procedentes de la central- envió una carta hace unos meses a la dirección de la nuclear de Trillo señalando a la central como “un agente acelerador de la despoblación del territorio”, en lugar de frenar este problema. En el escrito, al que ha tenido acceso este digital, la mancomunidad instaba a los responsables de la nuclear a llevar a cabo “programas de forma coordinada con los municipios para combatir el desempleo y la pérdida de población de la zona”.

En esta misiva, impulsada originariamente por Lorena Álvarez, alcaldesa de Trillo (PSOE), los responsables de la Mancomunidad Riberas del Tajuña denuncian que “la relación entre la central y ya no sólo los propios ayuntamientos, sino las pequeñas y medianas empresas, las distintas asociaciones y demás colectivos, es básicamente inexistente”. Y añaden: “lo que más preocupa a las personas del entorno es que, lo que antes era una oportunidad de encontrar un trabajo continuado o la posibilidad de prestar sus servicios profesionales como empresas de servicios en la central, ahora es una vaga esperanza de poder incorporarse incluso en el periodo de recarga.

En un comunicado hecho público el pasado verano, desde la central de Trillo recalcaron que esta planta “tiene una producción de energía eléctrica bruta acumulada de 234.341 millones de KWh, es un importante foco de desarrollo económico y social en la región generando cerca de 800 empleos directos en su área de influencia”. En esta central trabajan 333 trabajadores en plantilla, que se suman a los 400 contratados a través de empresas externas con carácter permanente y otros 1.000 trabajadores cuando se realiza la recarga anual de combustible.

Sin alternativas

La capacidad de generación de puestos de trabajo es indudable en el caso de las nucleares. El problema es la dependencia que genera en sus entornos, en la medida que hace pivotar sobre ellas el resto de la actividad económica. Esto explica la sensación de melancolía y de desamparo que aqueja a la zona de Zorita tras el cierre, a orillas del Tajo, de la nuclear José Cabrera. Era una planta antigua y apenas producía 160 MW, ocho veces menos que la producción registrada en las centrales construidas con posterioridad.

Su desmantelamiento está previsto que acabe el próximo año y el coste estimado hace una década era de 170 millones de euros. El sistema eléctrico no se resintió con su apagón, pero sí las poblaciones del entorno. De los poco más de 800 habitantes de Almonacid de Zorita, más de 200 eran empleados de la central. De hecho, alrededor del 30% de la población de este municipio trabajaba en la central o bien en la estación hidroeléctrica de Bolarque, punto de partida del trasvase Tajo-Segura.

Los alcaldes del área de Zorita han reclamado de forma insistente un plan de inversiones alternativo que permita abrigar un futuro para la comarca una vez que la central encara la fase final de su desmantelamiento. El Gobierno no ha presentado ningún programa específico de inversiones, pero esta carencia revela que tampoco los municipios han aprovechado el dinero procedente de la nuclear para generar un ecosistema económico alternativo a la nuclear.

Algunos regidores no han escondido su disposición a que estos terrenos acogieran el levantamiento de una nueva central. ‘El País’, citando fuentes de Unión Fenosa, publicó en 2006 que “no hay ningún plan de inversiones para construir una nuclear”, aunque la intención de mantener el suelo con carácter nuclear le ha servido esta última década a Almonacid de Zorita para mantener los ingresos que la empresa pública nacional Enresa abona por almacenar los residuos.

Alberto Mayor, miembro de Ecologistas en Acción Guadalajara, recuerda que esta organización siempre ha sido “crítica” con la existencia de centrales nucleares porque “han sido un modelo de desarrollo que no ha cuajado ni ha servido para fijar población”. Otra de las ideas que ha calado en la Alcarria en torno a los efectos que la energía atómica ha ejercido sobre el territorio es que ha cortocircuitado otro tipo de industrias. “La central de Trillo ha hipotecado el desarrollo de otras actividades e industrias, sobre todo, relacionadas con el agua y el cultivo agrícola”. Asimismo, Mayor asegura que la mayor consecuencia de este desarrollo nuclear es que “ha impedido que muchas poblaciones crezcan de forma adecuada y no ha generado un tejido productivo sostenible en el tiempo”.

En el caso de los municipios de la Alcarria Baja afectados por el desmantelamiento de la central nuclear José Cabrera en 2006, el freno económico y social resulta más acuciante. Tanto es así que el alcalde de Pastrana reclamó en el trascurso de la Feria Apícola el compromiso de todas las administraciones para la puesta en marcha de un “plan de desarrollo alternativo” a Zorita que haga frente a la despoblación, al desempleo y a la falta de actividad económica que ha provocado el fin de la nuclear. En todo caso, la exigencia de un plan alternativa es recurrente no sólo en Guadalajara sino fuera de la provincia. También en la comarca burgalesa en la que se ubica la central nuclear de Garoña emerge la misma reivindicación.

Dispersión y envejecimiento

“Fijar población es una de las principales prioridades en la que trabajan los ayuntamientos de la comarca, ya que si no hay población, no se invierte en servicios y no lograremos asentar población estable en nuestros municipios”, afirma Inmaculada Martínez, gerente de Fadeta. Esta asociación de desarrollo rural está integrada por 41 municipios asociados, de los que 37 cuentan con menos de 500 habitantes y 22 localidades se sitúan por debajo del umbral del centenar de vecinos. Martínez subraya que esta zona “sufre un grave problema de despoblación con una sociedad envejecida y una natalidad baja, que es un problema que debemos resolver todos, porque los problemas del campo también repercuten en la vida de las ciudades”.

Precisamente, la falta de servicios básicos y la deficiente cobertura de telefonía móvil y de conexión a Internet son algunas de las razones principales que disuaden a muchas familias jóvenes de asentarse en el medio rural. En este sentido, la pérdida de infraestructuras públicas como escuelas rurales o los centros de salud se agravó en mayor medida durante la legislatura de María Dolores de Cospedal. Entre 2011 y 2015 se cerraron 61 escuelas rurales en Castilla-La Mancha.

Y el declive continúa. En tan solo dos años, la localidad de Cifuentes ha visto mermada su población en 150 personas. Además, funciona como una de las cabeceras educativas de la comarca, junto a Brihuega, un ámbito en el que la disminución del alumnado escolar ha sido notoria. En diez años, el número de alumnos del colegio de Cifuentes se ha reducido a la mitad: de 165 a 87 escolares.

En la Alcarria Baja la situación educativa es similar y la población escolar decrece por la baja natalidad del mundo rural. Actualmente, en torno a 150 alumnos reciben formación en los Centros Rurales Agrupados de Budia y Pastrana, en los que se atiende a estudiantes de otros pueblos más pequeños, que perdieron anteriormente su propia escuela como Pareja, Salmerón, Alcocer, Hueva o Fuentelencina.

Marco Antonio Campos, profesor de la escuela de Cifuentes, asegura: “vivimos una sangría de población constante y se deben buscar soluciones a la despoblación manteniendo los servicios básicos en algunos municipios cabecera de Guadalajara como Sigüenza, Pastrana o Cifuentes, que atienden también las necesidades de las pedanías de los alrededores donde apenas resta ya población”.

El hecho que, desde hace décadas, se haya consolidado la tendencia social de habitar en las ciudades, donde la calidad de vida en general es inferior por el tráfico o el ruido, ha cercenado a los pueblos como una fuente de oportunidades. “La gente rechaza la imagen idílica del campo en silencio y sin servicios básicos. Quiere vivir en la ciudad con Internet y todas las comodidades que aquí no encuentra”, comenta Campos, quien añade que “la Administración ha de ser sensible a nuestra realidad y mantener las escuelas rurales incentivando con formación y puestos fijos al profesorado para que se asiente de forma permanente con sus familias en el medio rural”.

Turismo e incentivos

Ni la llegada de fondos europeos desde los años 90, ni el auge de otros sectores como el turismo o la puesta en valor del patrimonio cultural han logrado revertir la despoblación en la Alcarria. Ahora que la vida de las centrales nucleares se agota en el medio plazo, la comarca explora vías alternativas de desarrollo que le permitan recuperar el pulso económico con otro tipo de empresas que ayuden a fijar población en sus localidades.

Desde Fadeta explican que “está cambiando la panorámica económica de la comarca” y que “la solución pasa por incentivar a los jóvenes que deciden instalarse en nuestras poblaciones mediante una fiscalidad rural, porque el coste de la vida en el medio rural es más elevado que en las ciudades”. Y es que el hecho de que los emprendedores rurales hayan de pagar los mismos impuestos que en las ciudades por iniciar su actividad en un medio con escasa población y servicios se ha revelado como una de las principales razones que han hecho desistir a muchos neorrurales de integrarse en una comunidad rural.

Entre los potenciales económicos con los que cuenta la comarca alcarreña se encuentran el medio natural, los recursos agroalimentarios y el turismo rural. Según Alberto Mayor, la alternativa de futuro se encuentra en el propio medio rural: “Se debe apostar por la agroecología y el turismo rural apoyando a pequeños productores y fomentando iniciativas como actividades sostenibles al aire libre o cooperativas de cereal de secano, que se puede recoger y procesar en el mismo lugar”.

Elías Baldominos ilustra la experiencia de un joven del Pozo de Guadalajara que emprendió su propio restaurante y posada rural en Zorita de los Canes hace cinco años. Desde entonces está a los mandos del restaurante Abuela Maravillas, una de las referencias gastronómicas de la Alcarria Baja. “Decidí invertir en Zorita –explica a este digital- porque creo que es una población con potencial turístico junto al Tajo y cerca de Recópolis”. En todo caso, añade que “el problema es que en España no existe un verdadero respeto y apuesta por el mundo rural como ocurre en Francia para que la gente que reside en el mundo rural disfrute de las mismas oportunidades y no deba pagar más por tener cobertura móvil o Internet”.

Para Inmaculada Martínez, el turismo rural y la cultura son algunas de las fortalezas económicas que debe aprovechar la comarca. “Los fondos Leader de la UE han creado la figura del turismo rural y ha llegado el momento de que cada población encuentre sus propias fortalezas con imaginación para encontrar soluciones a la despoblación”, subraya.

El cultivo de la lavanda en Brihuega es una de las iniciativas que han logrado crear un nicho de desarrollo en la localidad briocense que aúna al sector primario, a los servicios y al turismo. La novedad de este proyecto se encuentra en que los agricultores no solo producen esta planta aromática, sino que también se destila en plantas locales, se comercializa en establecimientos del municipio y se promociona turísticamente, mediante la celebración del Festival de La Lavanda, que cada julio atrae hasta esta población alcarreña a cientos de visitantes.

Con el fin de potenciar el crecimiento y la repoblación de esta zona de la España vacía se diseñaron los fondos europeos de desarrollo rural, que han tratado de generar empleo y atraer nuevos habitantes, a través de la financiación de proyectos vinculados al sector primario y los servicios desde comienzos de los años 90. Estos planes de desarrollo apoyan a emprendedores financiando hasta el 45% de la inversión que necesitan para iniciar su empresa en el medio rural. “Los fondos Leader son una herramienta que actúa de abajo a arriba y convierte a los habitantes del medio rural en los protagonistas de su desarrollo”, concluye la gerente de Fadeta.

Etiquetas
stats