Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia
Por qué decimos que la Tierra es azul y Marte rojo
La Tierra es azul y verde si la contemplamos desde el espacio, Marte es rojo, Mercurio es gris y Venus tiene una atmósfera tan densa que es imposible apreciar el color de su superficie.
Sí, los planetas tienes colores. “Son un reflejo de la composición de su superficie”, explica Miguel Ángel de Pablo, profesor de Geología de la Universidad de Alcalá (UAH). Los colores de los ocho planetas de nuestro sistema solar, dice, “son de lo más variado”, con grandes diferencias entre el Sistema Solar interior (Mercurio, Tierra, Venus y Marte) y el exterior.
“La configuración de la superficie de cada planeta es diferente. Por ejemplo, en Marte no hay océanos. Su superficie está compuesta por materiales ricos en óxidos y por eso lo vemos con un tono rojizo”, explica.
Los griegos ya miraban al cielo y relacionaban “los puntos de color” con sus deidades. Ares, el dios de la guerra griego tenía un equivalente romano llamado Marte. Hoy conocemos con ese nombre al ‘planeta rojo’.
Ocurre con los planetas, pero también con sus satélites. Los colores grises de la Luna responden a los materiales volcánicos de su superficie. “Como no hay atmósfera no se han oxidado, como pasaría en la Tierra, tienen ese tono que es más oscuro si se trata de coladas de lava y más claro si es polvo sobre la superficie”.
El color de los planetas no depende solo de su superficie. A veces tiene que ver también con su atmósfera. “Si miramos a Venus, los colores gris o marrón que observamos están relacionados con la composición química de su atmósfera”.
En Saturno, Júpiter, Urano o Neptuno -todos ellos situados en lo que se conoce somo Sistema Solar exterior- pasa lo mismo. “Se trata de planetas gaseosos y lo que vemos en realidad es el color de los gases de su atmósfera”. Aunque todo es muy más complicado, porque Urano y Neptuno los vemos ‘azules’ mientras que Saturno y Júpiter “se caracterizan por unas bandas blancas y marrones”, sin embargo, todos ellos son ricos en hidrógeno y helio.
De una Luna casi blanca a la Luna roja… ¿Por qué?
La percepción del color de los planetas también cambia dependiendo de si la observación se realiza a través de una sonda o un telescopio espacial -como el Hubble, que está situado el borde exterior de la atmósfera terrestre orbitando alrededor de la Tierra-, o de si se mira desde la superficie terrestre.
Con el telescopio espacial nada se interpone entre nosotros y el planeta que queramos observar. Eso cambia si lo miramos con la atmósfera de la Tierra de por medio. El color que apreciaremos será diferente.
“A veces vemos la Luna de color rojizo. Eso tiene que ver con la posición de la Tierra respecto a su satélite y al Sol, de las fases de la luna, de si hay eclipses… pero también con el hecho de que la atmósfera terrestre puede distorsionar la luz que recibimos desde la Luna, dependiendo de si tiene más o menos contaminación. Por eso a veces nos parece que cambia de color”.
Así ayuda a la Ciencia conocer el color de los planetas
¿Tiene color la contaminación de la atmósfera de un planeta? El geólogo explica que la respuesta no es sencilla. “Depende mucho de los compuestos químicos. Podemos pensar en el efecto en nuestra atmósfera del polvo sahariano que confiere a las ciudades tonos rojizos. Si el polvo llegase desde el desierto del Gobi, seguramente ese tono cambiaría”.
De Pablo asegura que “el estudio del color de los planetas es importante”. La razón es que una variación indicaría que “algo está pasando en él”.
Pone como ejemplo a Marte. “Es un cuerpo que tiene tormentas de polvo periódicamente que cubren todo el planeta. Cuando la atmósfera se calienta, levanta viento y ese polvo se mueve. La atmósfera será más roja cuanta más cantidad de polvo contenga. Eso nos permite estudiar los ciclos de esos episodios atmosféricos, y entender cómo es y cómo funciona esa atmósfera”.
De esta manera, los investigadores pueden detectar qué está ocurriendo con la temperatura en la superficie o sus vientos e incluso con su clima. “Si alguna vez el hombre quiere poner el pie en Marte, es fundamental para hacerlo con seguridad”.
Actualmente el equipo de investigación en el que participa Miguel Ángel de Pablo trabaja en caracterizar un pequeño volcán de la superficie de Marte. “Creemos que ha estado activo hace poco, a pesar de que es un planeta al que muchos dan por muerto”, detalla. “Los cambios de color de su superficie alrededor del volcán nos están ayudando a localizar las cenizas volcánicas de las últimas erupciones”.
“El color de la superficie también nos ayuda a determinar los compuestos químicos que hay en ella, y que dependen de los procesos que han ocurrido”, prosigue. Por ejemplo, intentan modelizar un antiguo río en la superficie de Marte junto a investigadores del Centro de Astrobiología.
“Los ríos transportan sedimentos que acaban formado depósitos como los de los deltas que estamos estudiando. Analizando los colores descubrimos distintos minerales en la superficie que están relacionados con la composición de las rocas del cauce, la cantidad de agua, o el tiempo que estuvo circulando por ella. Y todo esto es importante porque nos ayuda a corroborar si hubo un ríos, lagos y un océano en el pasado, y sus implicaciones para la vida”.
¿Y los planetas que están fuera de nuestro sistema solar?
En cambio, el color de los planetas que están más allá de nuestro sistema solar es una incógnita. “La tecnología nos permite, en el mejor de los casos observarlos como un pixel en una imagen, un punto. Pero en general no los vemos de forma directa, sino que vemos el efecto que generan en la luz de la estrella en torno a la que orbitan”, explica Miguel Ángel de Pablo.
A través de estas técnicas indirectas, los científicos sí logran captar el espectro de estos planetas. “A través de su señal, de su energía, a distintas longitudes de onda, podemos saber qué compuestos químicos contienen”.
Si a eso se le suma la densidad, el tamaño del planeta y a qué distancia orbita de su estrella, detalla el investigador, “podemos deducir cómo es su atmósfera y si se parece o no a alguno de los planetas de nuestro Sistema Solar”.
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