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Ser matrona en la guerra civil española, una profesión de riesgo

Habitación de maternidad con cama, cuna y lavabo en la Residencia de la Seguridad Social Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Albacete

Carmen Bachiller

Se llamaba María Magdalena Liñán Lozano. Era de Pueblonuevo del Terrible (Córdoba) donde nació en 1913 aunque desempeñó su carrera profesional en Puertollano (Ciudad Real). Era matrona y estaba contratada por la beneficencia municipal para atender a las mujeres sin recursos durante la Segunda República.

Su historia es una de las que han investigado los profesores de Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares, Alberto Gomis y Lola Ruiz Berdún. Y es que el colectivo profesional de las matronas fue uno de los damnificados de la Guerra Civil española y la posterior dictadura franquista.

De la matrona cordobesa que ejerció en la provincia de Ciudad Real, se sabe que era hija de José Liñán Castro y Consuelo Lozano Prieto y que vivió en la calle Cuadro, 9 de Puertollano. También que entró como matrona municipal en noviembre de 1934 y que estaba afiliada a la sección de matronas de UGT en Ciudad Real (en algunos documentos posteriores aparece como afiliación al Colegio de Matronas, quizá como forma de enmascarar que pertenecía al sindicato).

Casada con Bibiano Ramírez, fundador de las Juventudes Socialistas Unificadas que se unió al ejército republicano durante la guerra civil española, tenía 26 años cuando se convirtió en una de las matronas víctimas de la guerra civil española.

Sometida a un consejo de guerra por su profesión, en su juicio no tuvo ni un solo apoyo. No hubo testigos de descargo, ni siquiera aquellos a los que ella había pedido que hablasen a su favor lo hicieron. Médicos, practicantes, el farmacéutico… “Todos declararon en su contra y dijeron que era de izquierdas, atea y con mala reputación”, según explica Lola Ruiz Berdún.

¿Por qué esta persecución y castigo? Magdalena Liñán tenía todas las papeletas en contra con un régimen al que “asustaban” las matronas: mujeres profesionales, con formación por encima de la media, independientes y con capacidad de influencia.

“Al igual que maestras y maestros fueron personas consideradas especialmente peligrosas para la dictadura franquista por su posible influencia sobre las mentes infantiles, las matronas también podían encuadrarse dentro de este grupo de personas dañinas para la dictadura”, señala la investigación.

Mujeres influyentes durante la II República que pasaron al ostracismo

La Segunda República había supuesto la apertura de una nueva etapa para la historia de las mujeres en España, señalan los investigadores, que se truncó con la guerra y el triunfo del bando conservador.

“No se trataba de mujeres convencionales que asumían el rol que el patriarcado les había asignado”, explican. “Muchas ni se casaban”. No tenían dependencia económica. La de las matronas era entonces una profesión exclusivamente femenina, con colegios profesionales reconocidos, lo que les permitió participar en espacios sociales y de decisión tradicionalmente reservados a los hombres.

Para Lola Ruiz Berdún, las matronas “no fueron víctimas pasivas de la guerra civil. De las mujeres en general se decía que lo eran casi siempre por ser ‘mujer de’, pero en este caso había una razón política: al régimen franquista no le gustaban porque quería a las mujeres en su casa, que no fueran combativas”. Y es que era habitual que participasen en Ateneos Libertarios. “Algunas eran anarquistas, daban mítines…”, a lo que se sumaba que, al ocuparse de la salud reproductiva femenina, su influencia sobre las mujeres “podía constituir un riesgo para la moralidad de la población. Las matronas no eran el ejemplo de mujer sumisa que constituía el ideal del patriarcado”.

Por eso, su ostracismo se potenció en la postguerra, cuando los derechos en salud reproductiva y sexual de las mujeres eran nulos y “los abortos provocados o las técnicas de control de natalidad, eran consideradas aún más dañinas para la regeneración española buscada por el nuevo régimen que se instauró en España”.

En realidad, no era algo nuevo, recuerda la profesora Ruiz Berdún. “Las matronas siempre hemos asustado porque estamos muy cerca de la vida y la muerte” y, por eso, en épocas como la de la Inquisición ya eran señaladas por su ‘poder’, recuerda.

En el caso de Magdalena Liñán, “todo jugó en su contra”, dice Lola Ruiz Berdún. Fue condenada a seis años y un día de prisión. Se sabe que pidió una conmutación de pena coincidiendo con la saturación de las cárceles que le fue denegada. “En teoría tendría que haber salido en 1946 pero nos hemos encontrado con que fue liberada antes, en 1943, para ser nombrada matrona en Chamartín de la Rosa, hoy barrio madrileño de Chamartín que entonces era un pueblo”.

Desde entonces se le perdió la pista. “Algo debió pasar. Quizá fuera depurada negativamente”. No es hasta 1979 cuando consta que reclamó reconocimiento profesional como matrona titular, algo que consiguió en 1980, año el que quedó “rehabilitada y libre de toda sospecha”. No hay más datos y se desconoce si existen familiares que puedan aportar más luz sobre su historia (Ver Nota al final)Nota

Condenas de hasta 30 años de prisión

Pero el de Magdalena Liñan no es el único caso. Los investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares han encontrado docenas de casos de mujeres de varios puntos de España, cuyas condenas a prisión llegaron incluso a los 30 años.

Otras historias vinculadas a Castilla-La Mancha son las de Catalina Mayoral Arroyo, matrona, funcionaria de prisiones a quien se abrieron dos expedientes judiciales. Estaba considerada como mano derecha de Dolores Ibárruri, ‘La Pasionaria’. Su juicio estuvo lleno de contradicciones, llegándose a dictar tres sentencias diferentes, cada vez más duras. No solo se le acusó de pertenencia al Partido Comunista, sino también de haber disfrutado de puestos de responsabilidad durante la guerra, entre ellos el de inspectora de los dispensarios de salud infantil de Madrid y (la todavía no existente) Castilla-La Mancha donde, se dijo, había puesto “espías a los profesionales sanitarios de derechas”. Fue condenada a la pena de doce años y un día de reclusión menor.

Luego, aparecen otros nombres como el de Reyes Aldea Pozuelo (Daimiel, Ciudad Real), Josefa Caba Trujillo (“de la provincia de Ciudad Real”), matrona del InstItuto Provincial de Obstetricia de Madrid, Ascensión Contreras Hidalgo (Alpera, Albacete), detenida en 1937 por “excitación a la rebelión”, Carolina Díaz Delgado (Guadalajara) o Purificación de la Fuente Fernández (El Salobral, Albacete) y Cándida Hidalgo Sánchez (El Bonillo, Albacete) “depurada favorablemente por el Médicos de Madrid” en 1941. Y todavía faltan muchos datos y nombres.

El “eufemismo” de la muerte por hemorragia cerebral

Para las matronas, como para otras víctimas de la guerra, hubo un destino peor que la prisión: el de la muerte. Los investigadores han conseguido documentar ocho casos, los dos últimos en Extremadura -en proyecto está abordar la investigación en cada una de las comunidades autónomas- y también los de algunas que marcharon al exilio. En este caso, se sabe que hubo al menos 25 matronas obligadas a emigrar.

En ocasiones, la muerte se producía en la propia prisión, aunque poco se sabe de lo que allí pasó con estas mujeres, al margen de las consabidas penurias del hambre o del frío. “Es lo que más cuesta saber, no está escrito en ningún sitio. Hemos encontrado lo que sospechamos que fue un caso de tortura y asesinato en la prisión madrileña de Ventas, pero lo que quedó reflejado fue muerte por hemorragia cerebral”, un “eufemismo”, dice, para enmascarar palizas o el asesinato a tiros.

Hay que recordar que entre 1936 y 1943 los tribunales militares que dependían del ejército de Franco establecieron en la jurisprudencia que, todos aquellos que se hubieran opuesto al ‘alzamiento’ eran culpables del delito de rebelión militar y las matronas no fueron una excepción. Por eso, entre los miles de personas acusadas y juzgadas se puede encontrar un buen número de ellas.

Los investigadores destacan el caso de un grupo especial de matronas que fueron juzgadas por el llamado Tribunal de Represión contra la Masonería y el Comunismo. “A pesar de que las logias masónicas habían sido tradicionalmente vedadas a las mujeres, algunas matronas constan entre las escasísimas mujeres que consiguieron ser aceptadas en alguna de estas organizaciones”.

Todas las historias de estas mujeres forman parte de un trabajo inconcluso. “Lo tenemos abierto y seguimos encontrando víctimas” que lo son de uno y del otro bando. De hecho, varias fueron asesinadas por su afiliación política.

Hasta ahora, el proyecto de investigación se ha desarrollado en varias etapas que comenzaron buscando datos de las matronas en el exilio durante la dictadura de Franco, para continuar con los procesos de depuración a los que fueron sometidas y con las consecuencias más graves para el colectivo en general durante la guerra. Unos trabajos por los que ya han recibido varios premios.

“Ahora nos encontramos inmersos en un estudio más global”, explica la investigadora, para que el que buscan testimonios de personas cercanas a la figura de la matrona de aquella época. “Los datos están muy dispersos y el proceso de investigación es complejo” para completar una base de datos que sigue en construcción.

“Hay casos muy crueles y tristes, pero en líneas generales se trataba de una estrategia del terror del régimen franquista, para amilanar a la gente y lo consiguieron. Las matronas desaparecieron. Antes incluso escribían artículos en los periódicos, reivindicaban derechos y dejaron de verse, incluso en congresos profesionales. No hubo ninguno hasta 1955”, sostiene.

El cambiante papel profesional de la matrona en el último siglo

La figura de la matrona ha ido cambiando con el paso de los siglos. En el XX pasó de ser una “profesión independiente”, explica la profesora, a formar parte de un grupo profesional sanitario más amplio. Fue decisión de Pilar Primo de Rivera, una de las fundadoras de la Sección Femenina de la Falange. “Todas las profesiones sanitarias auxiliares se concentraron en una única carrera: los estudios de ATS”. Los antiguos colegios profesionales de Matronas desaparecieron y con ellos se destruyó toda la documentació. “Por ejemplo, en el Colegio de Enfermería de Madrid no disponemos de ningún dato”, comenta Ruiz Berdún.

Si en 1931 existía una Ley de Maternidad que distinguía entre las matronas con labores de beneficencia, las que atendían a mujeres con seguro de maternidad (a aquellas que trabajaban y cotizaban) y las “matronas ricas”, normalmente vinculadas a una clase social alta y que solo atendían partos particulares de pago, tras la guerra “se crearon las Maternidades dirigidas por médicos a los que fueron subordinadas las matronas, perdiendo independencia y poder”.

Para Ruiz Berdún, el de las matronas “es un ejemplo de una cultura patriarcal que se va superando poco a poco” y reclama no perder “la perspectiva de género para conseguir la igualdad”, subraya. Ahora, al colectivo profesional – al que se han sumado también los hombres- le cuesta recuperar un papel similar al que jugaron durante la época republicana. “En España ha primado mucho la cultura hospitalocéntrica, con un sistema jerárquico en el que prima la decisión del médico” aunque resalta: “Poco a poco se va recuperando el terreno y ya hay experiencias en Europa y algún caso en España de centros maternales liderados por matronas que buscan disminuir las intervenciones innecesarias en los partos normales. Veremos los resultados en unos años”.

Nota.- Tras publicarse el reportaje, se pone en contacto con la redacción de eldiarioclm.es el nieto de María Magdalena Liñán Lozano, Ismael Parras, actual concejal de Almagro Sí Se Puede, quien nos facilita fotografías de su abuela, que incorporamos al reportaje.

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