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El año 2017 ha dejado en Castilla-La Mancha una serie de datos económicos que atisban la buena senda por la que debemos seguir caminando. Pero los datos también revelan que seguimos teniendo debilidades que he querido situar siendo inconformista con la realidad de nuestra región y ambicioso con la necesidad de asentar una industria potente para propiciar que la mejora de la economía llegue a quienes peor lo están pasando y puedan aspirar a tener un empleo de calidad. Ese debería ser el reto de todos los agentes sociales y políticos de nuestra región para 2018.
Un síntoma de la debilidad de la recuperación es el número de empresas y trabajadores en las industrias de la región. En septiembre de 2008 había en la Industria 9.806 empresas y 124.308 trabajadores de alta en la Seguridad Social; y en el mismo mes 2017 eran 7.598 empresas y 105.919 trabajadores. Bien es cierto que en los últimos tres años la tendencia ha sido positiva y que los datos de 2017 están por encima del suelo al que llegamos en septiembre de 2013 (7.450 empresas, 93.099 trabajadores).
Lo mismo cabe decir del Índice de Producción Industrial (IPI), que mide la evolución conjunta de la cantidad y la calidad de la actividad productiva industrial. Los datos de producción industrial han sido muy positivos en 2017 y es de valorar, pero todavía están lejos de los estándares del inicio de la crisis: en 2008 la tasa del IPI de Castilla-La Mancha se situaba en 115% y en 2017 ha sido del 93%.
Otra muestra de debilidad -y de histórica falta de ambición- es el escaso porcentaje del PIB regional que representa nuestro gasto en I+D. El último dato del INE, correspondiente a 2016, nos colocó como la tercera comunidad por la cola al invertir tan solo un 0,57% del PIB. Las comunidades que más invierten son País Vasco (1,89%), Madrid (1,66%), Navarra (1,62%) y Cataluña (1,46%).
La inversión en I+D nunca ha sido una apuesta estratégica de Castilla-La Mancha, ni de sus sucesivos gobiernos ni de sus empresas, lo que ha sido y es un importante escollo para mejorar la competitividad estructural de nuestra economía. La apuesta I+D tiene mucho que ver con el modelo productivo y educativo que entiendo necesitamos promover en la región.
Entre las notas positivas, son muy relevantes los datos en materia energética. Castilla-La Mancha genera alrededor de 21.393 gwh/año, que supone el 8% del total nacional; y que es casi el doble de la energía eléctrica que consume la región (11.776 gwh). Somos netamente exportadores de energía. También es relevante el origen de esta energía. En el primer trimestre de 2017, el 54% procedía de fuentes renovables. Y el 73% de la potencia eléctrica instalada en la región es renovable.
Otro dato positivo es la evolución de las exportaciones de productos fabricados en la región, cuyo volumen y valor se ha duplicado en apenas ocho años, pasando de 3.242 millones de euros en 2008 a más de 6.500 en 2016. Y todo apunta a que en 2017 volveremos a elevar sustancialmente este récord histórico; pero sin un impulso al consumo interno, la mejora de las exportaciones seguirá siendo insuficiente para impulsar la reactivación de la economía regional.
Las empresas deben entender esta realidad y atender a nuestras demandas de unos incrementos salariales dignos. Hasta ahora, ni el crecimiento de las exportaciones ni la mejora de los resultados empresariales han tenido reflejo en los salarios de los trabajadores, que desde el inicio de la crisis han sufrido una grave devaluación de su poder adquisitivo de la que están muy lejos de recuperarse.
Los salarios de las trabajadoras y los trabajadores de la región están además muy por debajo de la media nacional, que se sitúa en 1.878 euros brutos /mes frente a los 1.787 de nuestra región, y lejísimos de las comunidades que lideran este ránking: País Vasco, Navarra, Madrid, Cataluña...
La diferencia de salarios tiene que ver con la especialización productiva. Las comunidades que tienen una estructura productiva consolidada y un mayor peso de la industria, tienen unos sueldos más altos y una calidad de vida a mi entender más favorable.
Los niveles de formación también inciden en la estructura salarial. Los trabajos menos cualificados están, por lo general, peor pagados, mientras que, por el contrario, las empresas tienen que retribuir más por intentar retener talento o por hacer nuevos contratos.
Se hace necesario seguir apostando por el desarrollo industrial como base de un crecimiento sólido y sostenible, ya que la industria en todas sus vertientes es, sin duda, el sector económico con mayores garantías para encabezar la salida de la actual crisis y así, corregir la debilidad en el modelo productivo regional que tenemos generando más y mejor empleo. Más puestos de trabajo y de mayor calidad.
En definitiva, Castilla-La Mancha debe profundizar y avanzar hacia un modelo económico, productivo y educativo donde las prioridades sean el empleo de calidad, el fomento de la I+D+I, la eficiencia energética, el cambio climático, la lucha contra la pobreza.
Esta apuesta para el presente y para un mejor futuro debe articular y dinamizar actuaciones en sectores industriales estratégicos, de alto valor añadido y sostenibles medioambiental, económica y socialmente.