Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.
Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de sus autores.
Alrededor de 23.000 personas trabajarán este año en Castilla-La Mancha en la vendimia y cada una de ellas dedicará una media de 17 jornadas a la recogida de la uva, que este año ha comenzado antes de lo habitual y será también, según todas las previsiones, entre un 10% y un 13% inferior a la del año pasado. Pese a ello, la recolección de la uva volverá a requerir en Castilla-La Mancha unas 400.000 jornadas de trabajo, lo que supone un coste salarial directo de unos 20 millones de euros, más los correspondientes impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social.
Además de vendimiadores en el campo, la campaña de la vendimia requiere en Castilla-La Mancha el empleo de alrededor de otras 2.500 personas en las bodegas para ocuparse de la preparación de las cubas, recepción y molturado de las uvas, trasiego y filtrados de los mostos. Uno de estos trabajadores ha muerto hoy, víctima de un accidente laboral, en una bodega de Las Mesas (Cuenca).
Por lo que respecta a la recogida de la uva, Ciudad Real, con más de un tercio del viñedo de Castilla-La Mancha, es la provincia que requerirá más vendimiadores, al menos 10.000, unas 175.000 jornadas. Albacete empleará a otras 5.000 personas (85.000 jornadas); y tanto en Toledo como en la de Cuenca harán falta unos 4.000 temporeros (70.000 jornadas en cada una de ambas provincias). En las bodegas, habrá alrededor de 2.500 trabajadores eventuales en el conjunto de la región.
Estas cifras ponen de manifiesto el importantísimo impacto laboral de la vendimia en la región, por lo demás de sobra conocido. Sorprende y defrauda que la patronal agraria ASAJA se desentienda de ello; y que el Plan Estratégico del sector vitivinícola que diseña el Gobierno regional no lo tenga en cuenta para nada.
El pasado domingo, el consejero de Agricultura, Francisco Martínez Arroyo, publicó una entrada en su blog con el título ‘La vendimia vuelve con más planificación’. El artículo es muy oportuno y relevante y ha tenido una gran difusión, porque es evidente que el consejero, que además es ingeniero agrónomo, sabe de lo que habla; y porque su autor es el consejero de Agricultura la región vitivinícola más extensa del mundo. Me hubiera gustado que en su artículo hubiera hecho referencia al papel de los temporeros y a las condiciones laborales en que se desarrolla la vendimia; y espero que sí tenga en cuenta la dimensión laboral de la vendimia en el Plan Estratégico que anuncia para el sector.
Unos días antes, el secretario general de la patronal ASAJA, José María Fresneda, también publicaba en la revista ‘Aquí’ una columna de opinión con el título ‘Tiempo de vendimia’. Fresneda coincide con el consejero en el conocimiento del tema, en los datos que aporta y evalúa e incluso en las reflexiones sobre el presente y el futuro sector; pero también en el olvido total del enorme acontecimiento laboral que supone en Castilla-La mancha la cosecha de la uva.
Las variedades, calidades y precios de las uvas; los contratos de compraventa y su liquidación; el transporte y el almacenamiento; la destilación; la elaboración de mostos, vinos y alcoholes de boca; la promoción y comercialización… todo ello preocupa y ocupa lógicamente a los viticultores, a los bodegueros y al Gobierno, cuyo Plan Estratégico en ciernes pretende “mejorar el funcionamiento del sector y garantizar la relación (trazabilidad) entre el producto final -bien sea vino, mosto o alcohol- y la materia prima”
Pero la ‘trazabilidad’ del vino -y de los productos agroalimentarios en general- debería atender también las condiciones laborales de los trabajadores implicados en el proceso. La DO Valdepeñas incluirá próximamente en el etiquetado de sus vinos los porcentajes exactos de las uvas empleadas, ¿Por qué no incluir un certificado de excelencia social? La responsabilidad social empresarial en el sector agrario es una asignatura pendiente desde hace muchos años.
Tanto Fresneda como Martínez Arroyo hacen hincapié en el cumplimiento de la legalidad, pero solamente en los términos comercialización y precios -y en eso estamos de acuerdo-; pero obvian el cumplimiento de las normas laborales a las que tienen que estar sometidos los empleadores del sector. Fresneda incluso llama la atención sobre la necesidad de ‘instrumentos y controles para conseguir que se cumplan las leyes vigentes’. Pero especifica que se refiere en concreto a ‘las normativas que atañen a la calidad diferenciada o el transporte de la uva y el vino’; no al cumplimiento de las leyes y normativas laborales, pese a que estamos hablando de una actividad que implica a más de 20.000 trabajadores.
Como patronal, ASAJA ejerce poco y a regañadientes. Con su secretario general entablamos hace un año una conversación estratégica encaminada a negociar y acordar una regulación regional del trabajo agrario. Hasta ahora, tenemos cinco convenios provinciales, y todos parecemos coincidir en que no hay nada que justifique diferentes salarios y diferentes condiciones laborales entre trabajar en una finca de la provincia de Albacete o trabajar en otra finca limítrofe de Cuenca o de Ciudad Real.
Aquel primer encuentro fue cordial, encontramos receptividad y creímos que se abría camino para impulsar un futuro convenio regional del Campo. Sin embargo, el secretario general de ASAJA nunca más volvió a mostrar ningún interés en el asunto, ni a responder de ninguna manera a nuestras demandas y propuestas.
Seguiremos insistiendo y buscando un espacio de interlocución con ASAJA encaminado a tener un salario regional para la vendimia, para las campañas agrarias; una regulación regional del trabajo en el campo. En este sentido sí debo reconocer la posición en positivo del consejero Francisco Martínez Arroyo.
Las diferencias salariales por trabajar en fincas colindantes pero en dos provincias limítrofes son injustificables y perjudican tanto a viticultores como a trabajadores. Esperamos que en la vendimia de 2018 todos los temporeros de Castilla-La Mancha cobren lo mismo por cada día de trabajo. Pero en esta misma vendimia, la de 2017, esperamos que los viticultores, los propietarios de explotaciones y sus organizaciones empresariales cumplan sus obligaciones legales en el plano laboral. Les instamos a ello. No es de recibo, ni moral ni legalmente, que, tras 15 o 20 días de trabajo, en muchas ocasiones con jornadas de 10 horas, un temporero se encuentre que las jornadas realmente declaradas fueron sólo dos o tres.
La situación de necesidad -en muchos casos de extrema necesidad- y de debilidad de los temporeros; los mecanismos de contratación en las campañas agrícolas -la presencia generalizada de intermediarios entre trabajadores y agricultores-; y la pervivencia del sistema especial agrario (antiguo REASS), abren todo un abanico de posibilidades, demasiado francas y fáciles, para la explotación de trabajadores y para el fraude a seguridad social.
A ello se añade la dificultad que entraña el control efectivo de la actividad en el campo. Para ejercer su labor en las fincas y explotaciones agrarias, los inspectores de trabajo necesitan el apoyo de todas las administraciones, y muy a menudo la presencia y el respaldo la Policía Nacional o de la Guardia Civil.
También es difícil la labor de los sindicatos que, al menos CCOO, hacemos cuanto podemos para estar cerca y a disposición de los trabajadores. Exigimos el mismo esfuerzo a las organizaciones empresariales, que no pueden desentenderse de su responsabilidad. Su colaboración es imprescindible.
Ningún temporero sin contrato, sin papeles, sin cotizaciones, sin derechos. Aunque sea sólo para unos pocos días, no cabe ajustar bajo cuerda ni los jornales ni los destajos. Ningún contrato por debajo de la realidad. La infradeclaración de las jornadas y de las horas efectivamente trabajadas es una práctica tan mezquina como demasiado habitual.
Apuntar por último la obligación de los propietarios de las explotaciones de garantizar alojamientos dignos a los temporeros. Afortunadamente, esta cuestión -que sigue siendo escandalosamente desatendidas en muchas campañas agrícolas- suele estar cada vez mejor atendida en la vendimia, gracias a la presión sindical que incluso forzó su regulación legal.
Los empresarios han acabado por entender que son los primeros interesados en que los temporeros que tienen que recoger la uva afronten cada jornada bien descansados y que al concluir el trabajo diario puedan darse una buena ducha y dormir con comodidad. De hecho, los niveles de productividad de los vendimiadores se han duplicado en los últimos años.
Además de vendimiadores en el campo, la campaña de la recogida de la uva requiere en Castilla-La Mancha el empleo de alrededor de otras 2.500 personas en las bodegas para ocuparse de la preparación de las cubas, recepción y molturado de las uvas, trasiego y filtrados de los mostos…
Uno de los trabajadores ocupado en estas tareas ha muerto hoy a consecuencia de un accidente laboral en una bodega de Las Mesas. En mi nombre y en el de las CCOO de Castilla-La Mancha traslado el pésame a su familia, amigos y compañeros. El fallecido, un joven marroquí de 32 años, murió en un depósito de vino, al que cayó probablemente a causa de una intoxicación por vapores etílicos; un ‘accidente’ desgraciadamente recurrente en las bodegas de nuestra región.
Viticultores, cooperativas y bodegueros deben recordar que en todas las tareas laborales es obligación del empresario garantizar la salud y la seguridad de los trabajadores. Hoy ha muerto una persona trabajando en una bodega. Es la primera víctima mortal de esta vendimia 2017. Tiene que ser la última.