Un municipio de la Ribera de Duero de 50 habitantes contra las macrogranjas: “Acaban con lo genuino de los pueblos”
“Ganadería tradicional, sí. ¡Con Pepe y sus ovejas no tenemos quejas!”, se puede leer en la pancarta que llevan dos adolescentes. Junto a ellos, un hombre luce otro letrero con un sencillo y rotundo: “Queremos buen vino, no tanto gorrino”. Una centena de vecinos de Villatuelda —en Burgos— y sus pueblos cercanos se están movilizando desde hace semanas para mostrar su rechazo a las macrogranjas y las plantas de biogás ante un proyecto que pende sobre ellos desde 2018: la creación de una macroexplotación con 749 cerdos.
El número no es baladí: 749, que no 750, para que los trámites para la implantación de esta explotación se queden en el Ayuntamiento de Villatuelda y no tengan que pasar por los requisitos puestos por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, como asegura Ángel García, alcalde de este pequeño municipio burgalés de 53 habitantes.
Vecinos y consistorio reman en la misma dirección: oposición al proyecto que está pendiente de que se subsanen unas modificaciones mínimas para que tenga que ser aprobado, sin otra opción, por el equipo de gobierno, como indica el regidor.
“Están acabando con lo genuino de los pueblos”, resume Mauro González, vecino del municipio. Villatuelda pertenece a la Ribera del Duero, comarca a caballo entre Burgos y Valladolid, que da nombre a la denominación de origen de vino ―con bodegas también en Soria―. La zona está viendo cómo las plantas de biogás, que aprovechan los residuos de las explotaciones, y las macrogranjas brotan en sus pueblos.
El propio Consejo Regulador de la Denominación de Origen ya ha mostrado su queja pública ante una “industria excluyente” que “pone en riesgo” la subsistencia de los viticultores. Desde la D.O. señalan que esta actividad “invade” con sus emisiones el ámbito de la otra, “impidiéndola continuar con su actividad, solo porque normativamente pueden hacerlo”.
Villatuelda, un pueblo “siempre” amenazado
La sombra sobre el futuro incierto de estos pueblos planea desde hace años en Villatuelda. La localidad tiene “la particularidad” de que “siempre” ha estado “amenazado”, como asegura Mauro González. Primero, desde los años 70, con un proyecto para construir de un pantano, y desde 2018 con esta macroexplotación.
En el pueblo se preguntan por qué o a quién se le ocurre ahora planificar granjas o macrogranjas de cerdos y centros de transformación de biogás. Todo ello con las dificultades pasadas “tras 45 años” de tratar de levantar la zona con el viñedo. Para Mauro hay una explicación: al haber muchos pueblos pequeños en la zona, la falta de habitantes y de acción vecinal hace que prospere este modelo de negocio. “En el fondo dicen: ¡Bah!, estos de aquí no se quejan, aquí no pueden decir nada, aquí no van a hacer jaleo”, teoriza.
Contaminación del agua
Otro aspecto que pone en serias dudas la compatibilidad de humanos y la industria porcina es la falta de agua. En Villatuelda, al igual que en muchos pueblos de la Ribera, no pueden beber agua del grifo, el agua en este municipios tiene 134 miligramos de nitrato por litro, la cantidad límite que fija la Organización Mundial de Salud (OMS) es de 50 miligramos por litro. “En nitratos somos los campeones”, bromea Mauro.
“Si ellos cogen agua, que pueden hacerlo, se la pueden quitar al pueblo también y no es que tengamos agua por todos lados. A día de hoy los veranos los pasamos justillos”, explica el regidor. García invoca al organismo del que depende el uso del agua, la Conferencia Hidrográfica del Duero, y también a la Consejería de Medio Ambiente para que eviten que el pueblo se pueda quedar sin agua.
Precisamente, Mauro González explica indignado cómo en una reunión que tuvieron con la CHD una comisaria aseguró que la gente tiene que “comer” y las explotaciones hay que ponerlas “en algún sitio”. “Las granjas no son el demonio”, recuerda que dijo. Lo cierto es que en el año 2022 el 60% del porcino producido en España se exporta y la carne de uno de cada cuatro de estos animales van a China, según alerta la organización ecologista WWF con datos del Ministerio de Agricultura.
Más 'contras' que 'pros'
A estos 'contras', el alcalde y el vecino añaden la degradación del entorno. Con la calidad del agua ya en un mal punto de partida, habría que sumarle el perjuicio a la calidad del aire y del suelo. Una explotación así afectaría directamente a la producción agrícola y a la calidad de vida de los residentes. “Es un peligro público, no ya de olores, de contaminación, va contra la salud”, lamenta Mauro.
El regidor señala el impacto negativo de la macrogranja en la calidad de vida de los habitantes, en la actividad agrícola tradicional y en el atractivo turístico de la zona. “Si estamos todos los pueblos intentando repoblar, aunque venga un vecino solo o cinco vecinos, si de repente van meter esta industria, pues va a generar que vayamos más abajo”, explica.
El actividad vitivinícola y agraria tampoco está exenta. La viña coge los olores, además de que los trabajadores tienen que respirar los olores y convivir con los mosquitos, como alerta García. El regidor agrega que las balsas de purines es lo que generan, con el riesgo que conlleva.
González y García coinciden en señalar en que se pone en duda la viabilidad también del turismo. A las bodegas y el sector gastronómico de la Ribera del Duero hay que sumarle el atractivo turístico de localidades como Peñaranda de Duero, un pueblo de los llamados 'bonitos', o del yacimiento arqueológico de la ciudad romana de Clunia. “Esto parece paradójico, ¿no? Que en un jardín te planifiquen un basurero”, ironiza el vecino.
Otro perjuicio, como apunta el alcalde, es que todo el tráfico rodado tendrá que pasar por medio del pueblo debido a la ubicación de la granja, que dista del pueblo de 1,8 kilómetros ―la distancia mínima es de 1 kilómetro―. “Ellos podrán pasar a cualquier hora. Me da igual que sea a la una de la mañana, a las tres, las cuatro de la tarde, lleno de cerdos, con pienso, o animales muertos. Tienen que pasar por ahí sí o sí. Es el mayor inconveniente que hay”, explica García.
Entre los beneficios, según reproducen vecino y alcalde, es que se van a crear “hasta cinco puestos de trabajo”. Una cuestión que no seduce al regidor y que Mauro desdeña al considerar que Villatuelda cuenta y genera empleo suficiente para los residentes y cualquiera que quiera asentarse.
Falta de competencias para impedir el proyecto
Otro de los clamores de este pueblo pasa por quejarse de la indefensión ante proyectos que potencialmente van a afectar a su forma y calidad de vida que se van a materializar sin tenerles en cuenta. El regidor acusa la sensación de impotencia ante decisiones que se escapan a su control directo.
“El alcalde soy yo y no puedo controlar el medio ambiente [las competencias], ni tengo la capacidad para ello, ni tengo la legalidad, ni tengo cómo hacerlo, entonces tiene que ir Medio Ambiente [la Consejería] a verlo. Nosotros no tenemos las herramientas, las tienen los de arriba”, se queja recordando que por un solo animal el proyecto no pasa por los trámites de la administración autonómica.
Ante la posibilidad de bloquear el proyecto de granja, García indica que podría ser denunciado e inhabilitado, por lo que tendrá que expedir la licencia en caso de que la empresa haya subsanado las deficiencias. En septiembre, Villatuelda conocerá el resultado de la última reforma al proyecto y sabrá si los plazos se seguirán dilatando o, por contra, tendrá que convivir con una explotación porcina de 749 madres destinadas a la cría.
6