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Los usuarios de la Alta Velocidad rechazan la alta ocupación de los trenes y reclaman a la Junta que presione a Renfe para limitar el aforo

Un tren Valladolid-Madrid.

Alba Camazón

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Ocho y diez de la mañana. Alejandro se monta en el Avant de Valladolid dos semanas después de empezar las clases de la universidad en Madrid. Este año se ha negado a hacer las maletas y prefiere ir y volver cuando tiene que acudir presencialmente. Los maletines de trabajo se cruzan con las mochilas de los estudiantes. Cuando compró su billete, buscó un asiento más aislado, que no tuviera que sentarse junto a un desconocido para mantener una distancia de seguridad mínima. Pero no quedaban asientos así, así que tuvo que elegir un asiento cualquiera. Se recoloca la mascarilla y mira a su alrededor. El vagón se empieza a llenar y prácticamente no hay espacios libres. La tan cacareada distancia de seguridad desaparece casi por completo.

“El tema de la movilidad nos preocupa mucho. En la primera ola se cerraron colegios y universidades en Madrid, pero no se cerró la movilidad y hubo una diseminación importante. Los puntos de entrada y de salida son a veces los más peligrosos a la hora de producirse los contagios”. Estas eran las palabras de la consejera de Sanidad de Castilla y León, Verónica Casado.

Los usuarios de la Alta Velocidad denuncian la elevada ocupación de los trenes y reclaman a la Junta que presione a Renfe. “La Junta tiene que dar el do de pecho ante el Ministerio”, defiende el portavoz de la Asociación de Usuarios del AVE de Valladolid, Carlos Perfecto. A pesar del teletrabajo, persisten los “horarios más conflictivos” y los trenes van con una ocupación pre-COVID, puesto que se ha reducido la oferta de viajes. Según la operadora ferroviaria, la recuperación de servicios se está haciendo a demanda, y se mantiene la supresión de 35 trenes AVE y Larga Distancia, 7 Avant y 20 media distancia, entre otros.

Renfe dice que es un tema de oferta y demanda. Pero si bajan las frecuencias, qué demanda puede haber. Es la pescadilla que se muerde la cola“, replica Alejandro Rosende, integrante activo de la plataforma de usuarios de Avant de Salamanca. ”En Salamanca la situación es bastante pobre. Los cuatro trenes que había ya eran insuficientes y ahora solo tenemos uno de ida y uno de vuelta“, resume.

La Junta pidió que se limitara el aforo

La Junta de Castilla y León escribió una carta al ministro Ábalos para pedir un algoritmos que evite que los vagones superen el 50% de su capacidad; evitar que la gente viaje en asientos enfrentados (como en las mesas), y que se controle el uso de la mascarilla, distancia, haya gel en todos los vagones y se prohíba la ingesta de comida en trayectos cortos. “Vamos todos apelotonados. El otro día varios nos cambiamos de sitio para no estar juntos codo con codo y nos dijeron que no se podía porque si había un positivo, tenían que tenernos localizados”, rechaza otro usuario del tren de Salamanca.

La respuesta de Renfe es proporcionar gel individual en los servicios y aplicar un algoritmo en la venta de billetes que permite ir adjudicando las plazas dejando “mayor separación entre los viajeros”, aunque el tren se puede ocupar hasta el 100%, por lo que los trenes con mayor afluencia no cuentan con esa distancia interpersonal. Al principio de la desescalada, el Ministerio obligaba a que los pasajeros tuvieran “un asiento vacío contiguo” que los separase de cualquier otro pasajero. Una orden que se modificó poco después para permitir la venta de todos los billetes.

Renfe defiende que la Asociación Española de Normalización y Certificación (Aenor) ha certificado los procedimientos de seguridad anti-COVID en los servicios AVE-Larga Distancia y Avant, aunque no hace mucho. Aenor certificó el servicio de AVE en junio, pero el de Avant no ha sido certificado hasta primeros de octubre. “La certificación Aenor corrobora que Renfe reúne los más exigentes estándares de seguridad en todos los momentos en los que un pasajero entra en contacto con los servicios de la compañía, antes, durante y después de su viaje y, de este modo, ofrece a sus clientes las máximas garantías a la hora de viajar para facilitar la recuperación de los hábitos de movilidad”, señalaba entonces Renfe en un comunicado de prensa.

Sin embargo, la percepción de los usuarios no es la misma, principalmente por el uso (o no) de la mascarilla. Muchos usuarios se quejan de que otros viajeros se retiran la mascarilla para comer o beber en el tren, sin una sanción en caso de incumplir esta norma. “Tendría que haber un control de quién se quita las mascarillas. Si una persona no se pone la mascarilla, que le pidan nombre, apellidos y DNI y que cuando llegue a la para da, los denuncie ante la Guardia Civil o la Policía”, propone Perfecto, que rechaza que se hayan quitado los vagones restaurante en los trenes de larga distancia, pero no se sancione a quienes comen y beben en un viaje de menos de dos horas.

El gobierno autonómico acordó prohibir el consumo de alimentos “en el transporte público de viajeros en trayectos de duración inferior a dos horas” para “minimizar los riesgos de transmisión de la COVID-19”, aunque esta obligación no afecta al transporte ferroviario, dependiente del Ministerio. El Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana también obliga a utilizar correctamente las mascarillas, “que cubran nariz y boca”.

Renfe defiende que obliga a llevar mascarilla, y que en los trayectos cortos no se puede retirar. Sin embargo, los usuarios de la Alta Velocidad aseguran que no hay quién sancione o reproche cuando se incumple esta norma. En trayectos largos se permite comer, “aunque queda a la discrecionalidad de los viajeros hacerlo de la mejor forma posible”, indica la Operadora.

“Es muy difícil negar categóricamente que el transporte público no tenga un papel en el contagio”

La seguridad 100% no existe en ninguna actividad durante esta pandemia, aunque siempre pueden tomarse medidas que aumenten esa protección. “Es muy difícil negar categóricamente que el transporte público no tenga un papel en el contagio. Los estudios no lo descartan categóricamente”, explica a elDiario.es el médico salubrista y epidemiólogo Javier Segura del Pozo.

“El transporte público, con precaución, es un riesgo aceptable. Para que el transporte público sea un riesgo aceptable, tiene que haber mascarilla, distancia interpersonal, límites en los aforos y ventilación adecuada”, explica a elDiario.es el médico salubrista y epidemiólogo Javier Segura del Pozo, quien asegura que el riesgo del transporte “se minimiza” con estas medidas de control, que están “encadenadas”. Este especialista apuesta por incrementar los servicios de transporte público para lograr reducir los aforos en las líneas con más viajeros.

El también vicepresidente de la Asociación Madrileña de Salud Pública destaca que, ante un positivo, no se pregunta por el uso de transporte público. Segura del Pozo explica que en la encuesta se pregunta por entornos familiar, educativo, sociosanitario o mixto, pero no por el transporte. “Eso hace que haya un sesgo en la información que tenemos. Si alguien contagiado viaja en el tren Valladolid-Madrid, no sabemos si se ha contagiado allí o en el trabajo”, plantea. Este experto destaca también la ausencia de estudios sobre el impacto laboral en la epidemia, puesto que la precariedad laboral es “un factor de contagio”.

“Si en el tren no hay distancia está abarrotado y no hay ventilación, existe un nivel de riesgo”, concluye Segura del Pozo, que destaca que, en general, muchos creen que la mascarilla proporciona “el nivel de protección máxima”. “La mascarilla no es lo único, tiene que haber higiene de manos, distancia, ventilación...”, enumera.

Este médico salubrista y epidemiólogo destaca el importante papel que juegan los transportes públicos en la Salud Pública. “Este transporte es un bien porque reduce la contaminación atmosférica y el sedentarismo. La peor situación es que con este nivel de incertidumbre se utilice siempre el transporte privado”, lamenta Segura del Pozo, quien apuesta, en los trayectos cortos, por la bicicleta o por caminar para desplazarse.

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