Alex Almuedo: “La emergencia por mpox debe servir para movilizar recursos a las zonas de África afectadas”
Alex Almuedo es un médico especialista sénior en el Servicio de Salud Internacional del Hospital Clínic de Barcelona, un centro que cuenta con una de las pocas unidades de aislamiento que hay en España y desde donde se sigue con atención la evolución del nuevo brote de la viruela del mono, conocida como mpox. Sus investigaciones, a través del instituto ISGlobal, se centran en enfermedades infecciosas. Además, ha trabajado en países como Bolivia, Mozambique, Sierra Leona o Nigeria, y conoce el sistema sanitario de República Democrática del Congo (RDC), epicentro de la nueva propagación del virus.
Almuedo comparte la cautela de las autoridades sanitarias europea y española, que descartan por ahora la vacunación masiva y el control de fronteras. Más allá del continente africano, el único país que ha detectado un caso de la nueva variante es Suecia. Sin embargo, la mayor propagación y gravedad de los brotes actuales, causados por el clado Ib del virus, es lo que ha puesto en alerta mundial a la OMS.
¿Qué actividad de seguimiento tiene a día de hoy un hospital como el Clínic respecto a la nueva subvariante de la viruela del mono, teniendo en cuenta que el riesgo de transmisión en Europa es bajo y en España no se ha detectado ningún caso?
En el Clínic creamos un grupo de seguimiento del mpox que se mantiene activo desde que a finales de 2022 se detectó la oleada de brotes fuera de la zona donde se considera endémico, que es en África Central y Occidental. Desde entonces, esa unidad se dedica a supervisar estos casos o cuando hay sospechas. En lo que va de año, te diría que se han detectado una veintena de casos. Pero hay que recordar que esos son de la variante clado II, mientras que el más reciente [el que ha provocado la declaración de emergencia de la OMS] es el clado I b.
Hasta ahora del clado I sabíamos que era más grave, con más mortalidad, que afectaba más a niños y a embarazadas y que se reportaba más en zonas rurales apartadas y selváticas, principalmente en RD Congo. Sin embargo, desde finales de 2023 hemos visto en zonas del país africano, como Kivu del Sur, ese nuevo clado, que se ha llamado Ib. Lo que sabemos del clado I es que tiene la particularidad de presentar más viremia –más circulación del virus por la sangre y afectación a más órganos– y afecta más a los niños. El Ib parece que afecta más a población joven adulta. Es complicado de discernir porque en el país se mezclan brotes de las distintas variantes.
¿Qué sabemos a día de hoy de su afectación sobre la población infantil?
Si nos remitimos al clado que se propagó en 2022, el II, eran lesiones más localizadas: cutáneas, localizadas en la piel, y que causaba síntomas más generalizados –una infección más florida– en aquellas personas con problemas de inmunidad. En cambio, el clado I en general ya presenta una infección más florida, con más fiebre y erupción generalizada. En grupos como los menores de un año de edad, la mortalidad ha aumentado. Es casi cuatro veces mayor que en los mayores de 15 años. Se trata de grupos de población que tienen más riesgo de enfermedad sistémica, que escapa al control de las defensas, igual que ocurre con gestantes o las personas que padecen inmunosupresión.
¿Esto a qué se debe?
Se trata de una observación epidemiológica. En general el clado I se suele relacionar más con transmisión en núcleos familiares, lo que afecta más a los niños. Pero ojo, también es cierto que se puede deber a que la población de más de 40 o 50 años puede estar de forma parcial protegida por la antigua vacuna de la viruela. Pueden incurrir muchos factores. Del clado I también sabemos que se puede transmitir por algunas superficies, como utensilios de higiene o camas hospitalarias, pero lo sabemos en base a observaciones epidemiológicas.
Para evitar alarmismo, se han recalcado algunas diferencias fundamentales respecto a la covid, como que la transmisión no es por aire o que se contagia solo cuando uno ha desarrollado síntomas.
Se ha descrito transmisión del clado I por secreciones respiratorias, pero deben ser cara a cara. Es decir, que la gota salga de la boca de tu interlocutor y llegue a ti. Nada que ver con el tipo de transmisión de la covid y los aerosoles. Además, el mayor período de infección es cuando hay lesiones, a través del contacto con ellas. Cuando estas están resueltas, se considera que prácticamente no se puede contagiar.
Con lo que también existen dudas es con los efectos de las vacunas actuales para la viruela del mono o los tratamientos disponibles.
Todavía no tenemos datos robustos al respecto. La investigación apunta a que la vacuna para el clado II debería ser también efectiva para el I, pero el porcentaje de reducción no se puede saber. En cuanto al tratamiento antiviral, en especial el Tecovirimac ha funcionado para los casos severos y graves del brote de 2022, pero parece que su efectividad no es tanta con el clado Ib. De ahí también que la OMS haya hecho este llamamiento a aumentar la investigación para hacerle frente.
La declaración de emergencia internacional de la OMS ha dado mucho que hablar. ¿Le parece acertada?
Es una llamada a una respuesta internacional. A que despierten la atención política, las donaciones y en general una movilización global de recursos que permitan mejorar las infraestructuras sanitarias de las zonas de África más afectadas. Estamos hablando de regiones selváticas o rurales donde los pacientes tienen un acceso atrasado a la sanidad.
Este llamamiento debe servir también para mejorar la formación, la vigilancia epidemiológica y para estimular la investigación durante el brote, para analizar las medidas que se van adoptando sobre la marcha. La anterior epidemia, la de 2022, recibió una respuesta suficientemente buena, y ahora la declaración de emergencia debería servir para aplicar todas esas contramedidas en un país como RCD, donde es mucho más complicado hacer llegar los medicamentos y la ayuda.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que algunos estudios apuntaban a una mortalidad de esta subvariante del 10%, aunque otros han matizado que con las medidas correctas se reduce al 2%. Y son datos muy condicionados por el acceso remoto de la población a los recursos sanitarios.
Por otro lado, la UE y el Gobierno español han descartado por ahora la vacunación generalizada o el control de fronteras. ¿Comparte esta posición?
Es prudente y a la vez adecuada. Los brotes están muy circunscritos a RD Congo, además de sus países fronterizos. En los demás países que están en la lista de afectados no es tanto. Kenia, por ejemplo, consta en la lista, pero se debe a un camionero que fue a trabajar al otro lado de la frontera y regresó contagiado. En Uganda ocurrió algo parecido. Se trata de una zona minera con mucha movilidad de trabajadores.
Pero desde la perspectiva española, hay pocos viajeros que vayan a RD Congo. A ello hay que añadir que deben ir a las zonas selváticas y tener contacto con una enfermedad que es más fácil de detectar que otras. No parece que los viajeros en general vayan a estar en riesgo. Pero cuidado: epidemiológicamente, todo puede cambiar. Así que hablamos en una semana.
¿Usted añadiría medidas?
Creo que las adoptadas son las adecuadas, más allá de no crear alarma excesiva y proporcionar la información correcta y adecuada a todo el mundo. En lo que sí hay que incidir es en la vigilancia epidemiológica: cribar todos los casos sospechosos, con sintomatología compatible, para no ir por detrás.
¿Qué sería a día de hoy un caso sospechoso?
Estamos a la espera de los protocolos definitivos que están elaborando las autoridades sanitarias. En nuestra opinión, es toda aquella clínica compatible con la enfermedad, con el añadido de que haya estado en contacto con alguien que haya padecido el brote o que haya viajado en los últimos 21 días, que es el período de incubación, a RC Congo u otros países con casos confirmados. Esto, al margen de algunos de los trabajadores en las zonas afectadas, como pueden ser los cooperantes, es poco probable.
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