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Barcelona en Comú cumple 10 años lejos del gobierno municipal y con el relevo de Colau en el horizonte

La candidatura de Barcelona en Comú, tras ganar las elecciones municipales en mayo de 2015

Pau Rodríguez

Barcelona —

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Barcelona en Comú, el proyecto político que lidera Ada Colau y que gobernó la capital catalana durante los anteriores dos mandatos, cumple 10 años. No el partido, sino su embrión, la plataforma llamada Guanyem, que se presentó un 26 de junio de 2014 en un colegio público de la ciudad, el Collaso i Gil. El acto reunió a más de 1.500 personas, la mayoría activistas sociales y vecinales. Hoy, algunos de ellos son conocidas figuras políticas de una formación que no atraviesa precisamente su mejor momento. 

De ese cónclave fundacional, con una Colau como cara visible del malestar social acumulado por la crisis económica, emergió un espacio político que en menos de un año consiguió gobernar Barcelona y que llegó a ganar las elecciones generales en Catalunya, en 2015 y 2016, coincidiendo con el auge de Podemos. Sin embargo, ese ciclo, que en la capital catalana incluyó ocho años de alcaldía, se ha cerrado, según reconocen en la formación, y Barcelona en Comú transita actualmente por la oposición en el Ayuntamiento y sin resolver si Colau entregará el relevo en los próximos años.

Conscientes de la necesidad de actualizar el programa político y reforzar sus lazos con entidades y movimientos sociales, lo que fue la base de su crecimiento, en Barcelona en Comú preparan un congreso de cara al primer semestre de 2025. Un proceso que llegará marcado por la previa Asamblea Nacional de Catalunya en Comú, en noviembre de este año, y por las tensiones y movimientos internos dentro de la coalición de Sumar, en la que los Comuns jugaban hasta ahora un papel preponderante.

La esperanza de un nuevo contrato social

En el auditorio de la escuela Collaso i Gil, en el Raval, el ambiente político y emocional que se respiraba distaba mucho del hoy. Lo recuerdan dos de las figuras que junto a Colau o a Jaume Asens cogieron el micro, Gala Pin y Joan Subirats. “Era un clima que permitía pensar en un nuevo contrato social”, señala Pin, actualmente diputada en el Congreso. “Hay que recordar que en ese momento las instituciones parecían secuestradas y la corrupción del PP era galopante”, señala la que por entonces era activista de la PAH y que pronto se convertiría en concejal.

2014 fue el año en que abdicó el rey Juan Carlos I y Podemos irrumpió en unas elecciones europeas en las que el bipartidismo quedó por debajo del 50%. Además de los recortes sociales, la crisis hipotecaria dejó ese año un pico de 68.000 desahucios en España. Un día antes del acto de Guanyem, un integrante de la PAH en Cantabria, Mario, se había suicidado por culpa de un desahucio. “Estamos aquí por necesidad, millones de personas están en una situación límite”, proclamó Colau.

Para Subirats, una de las razones del éxito fue encontrar la tecla del “municipalismo como espacio aglutinador”. Al acto acudieron políticos de Podemos (Juan Carlos Monedero o Pablo Echenique), ICV (Joan Herrera o Ricard Gomà), EUiA (David Companyon) o la CUP (David Fernàndez), aunque estos últimos finalmente se desmarcarían. Pero también estaban entidades sociales como la federación de asociaciones de vecinos, Aigua és Vida o la Alianza contra la Pobreza Energética. 

De la irrupción institucional de Barcelona en Comú, que culminaría con la investidura de Colau como alcaldesa en el verano de 2015, Subirats recuerda algunas llamadas que recibió esos días. “Había gente de la ciudad que me llamaba y me decía que no tenía el teléfono de ninguno de los concejales, que de dónde salían. Esto da una idea de la drástica transformación”, asegura este académico, que inicialmente se mantuvo en segunda fila pero que acabaría dando el salto como comisionado de Cultura en 2017 y en 2021 como ministro de Universidades.

Antes de llegar a la alcaldía, la plataforma de Guanyem inició en 2014 un proceso de debates y asambleas locales con las que fue construyendo la llamada confluencia. Pasaron ocho meses hasta que se cerró la coalición electoral, unos ritmos hoy impensables en política, incluso para el propio espacio de los comuns. “Si lo comparas con Podemos, que se construyó de arriba abajo, permite comprender por qué Barcelona en Comú ha sido más resiliente”, argumenta Subirats. 

Del legado de Colau al papel de oposición

La historia de Barcelona en Comú va unida a la del gobierno municipal de los siguientes ocho años. El intento de trasladar la fuerza municipalista al ámbito autonómico mediante la puesta en marcha de Catalunya en Comú ha sido menos exitosa: a su conflictiva creación le han seguido resultados discretos en las elecciones catalanas. En los últimos comicios de mayo, el partido solo obtuvo representación por la provincia de Barcelona y perdió su escaño por Tarragona y Girona.

La estrategia contra los desahucios, el freno a los desarrollos hoteleros o las peatonalizaciones son parte del legado, marcado también por sus cuitas con el PSC en el Ejecutivo, las tensiones del procés o la investidura de Colau en 2019 con los votos de Manuel Valls. 

Para Gala Pin, una de las mayores transformaciones fue cambiar la agenda política y mediática de la ciudad. “Antes no se hablaba de vivienda, ni de la masificación turística, ni de municipalizar energía o agua; se cambiaron las prioridades fruto del empuje de los movimientos sociales”, sostiene. 

Desde 2015 a 2023, sin embargo, los Comuns han pasado de 177.000 votos a 132.000 en la ciudad. Tras facilitar la investidura del socialista Jaume Collboni, Barcelona en Comú se fue a la oposición con la aspiración de entrar en el gobierno municipal en algún momento, pero la formación se ha encontrado ahora con que el PSC prefiere pactar una coalición con ERC y dejarles a ellos fuera. Aunque quedan tres años de mandato, actualmente no hay conversaciones en esta dirección entre socialistas y Comuns. 

“No hay voluntad por parte del PSC de formar un gobierno de progreso; les incomoda nuestra presencia porque lo que buscan es desmarcarse del gobierno de los últimos ocho años”, argumenta Max Cahner, actual portavoz de la dirección ejecutiva del partido, que acusa a Collboni de haber girado a la derecha una vez obtuvo la alcaldía. 

Cahner explica que será en 2025 cuando llevarán a cabo el congreso para revisar programa y estrategia. “Debemos seguir trabajando para ser un espacio movimientista, pero eso nos obliga a abrirnos, a conectar con los anhelos de la ciudad y a ser su puerta de entrada a las instituciones”, señala. 

En un contexto de retroceso de las izquierdas, y con un aumento de la extrema derecha en toda Europa, Pin insiste en esa idea. “En momentos de reflujo y de dudas, puede haber una tendencia comprensible a refugiarse en una zona de confort, pero hay que salir de ahí”, señala, y pone como ejemplo la necesidad de buscar alianzas internacionales con la misma eficacia con que lo está haciendo la extrema derecha. 

Pasado ese replanteamiento y no antes, según Cahner, tocará adaptar los liderazgos a la nueva etapa. Si seguirá Colau o no al frente del partido es por ahora una incógnita. Cuando se quedó sin su anhelado tercer mandato, no pocos en el partido dieron por hecho que en algún momento daría un paso atrás, pero finalmente confirmó que se quedaba. Si quisiese encabezar una nueva candidatura en 2027, sin embargo, habría que modificar el código ético. 

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